Opinión | Crítica / Música

Currentzis exhibe pericia y poderío sonoro

Bajo la batuta del director griego, la orquesta "musicAeterna" ofreció en Oviedo un concierto histórico

Pocas veladas comparables a la que "musicAeterna" y Teodor Currentzis protagonizaron el pasado sábado en el ciclo municipal de conciertos. Muy pocas. Y para una ciudad que en tan solo un año ha visto desfilar por el escenario del Auditorio a la Filarmónica de Viena o a la Orquesta Real del Concertgebouw y que ha tenido el privilegio de maravillarse con las batutas de Lorenzo Viotti, Klaus Mäkelä o Kirill Pretenko, supone un hito ciertamente destacable. La imponente plantilla orquestal ya presagiaba una noche histórica para Oviedo que, poco a poco, a través de la constancia y del buen trabajo realizado durante décadas, se codea –a nivel musical- con ciudades como Madrid o Barcelona, un hecho que sin duda debería ser determinante en las aspiraciones ovetenses a conseguir la Capitalidad Cultural en 2031.

La primera nota del recital ya dejó constancia del nivel de los músicos y de la minuciosidad de Currentzis, quien, con un sutil movimiento de su mano izquierda, pintó una melodía, contenida pero firme, que fue cobrando protagonismo y peso hasta culminar en un forte rotundo y atronador. Sin embargo, el director de origen griego no abusó del volumen descontrolado y, por el contrario, se limitó a manejar con mucha pericia una formación que, pese a estar compuesta por más de un centenar de músicos, parecía moverse como un solo hombre. Currentzis explotó, adecuadamente, el sugerente color de su orquesta, con una cuerda superlativa, brillante y homogénea, una percusión precisa y unos metales bien timbrados que aportaron el dramatismo imperante en la "Novena" de Bruckner. Aun así, el maestro no renunció al poderío sonoro en algunos pasajes efectistas que mantuvieron en vilo al numeroso público, como el exquisito final del "Feierlich, misterioso" inicial.

En el "Scherzo: Bewegt, lebhaft; Trio. Schnell" se pudo apreciar al Currentzis más pasional. Rodillas ligeramente flexionadas, balanceándose y realizando pequeños saltos al compás de la música, por momentos parecía estar sumido en un trance y esa energía se transmitía de forma automática a la agrupación, como si, de algún modo, la orquesta fuera una extensión más de su cuerpo. Maravillosa la tímbrica de las maderas en el Trio y sobresalientes los ajustes y el equilibrio logrado por "musicAeterna", máxime en una plantilla tan amplia que, pese al número de músicos y la densa textura de varios pasajes de la partitura de Bruckner, permitían apreciar cualquier mínimo detalle de la ejecución.

El "Adagio: Langsam, feierlich" fue el broche de oro a un concierto extraordinario. La profundidad de la cuerda grave, la potencia de los metales y la esmaltada cuerda se fusionaron para regalar un movimiento luminoso, con cada tema y melodía perfectamente interiorizado por la agrupación, fundada hace dos décadas por el propio Currentzis. Su forma de redondear cada final de frase -aun en los pasajes más abruptos- o el sentido de bloque y unidad sonora que aportaron, impactaron al público que, una vez finalizada la ejecución, guardó unos respetuosos segundos de silencio antes de estallar en aplausos, consciente de la histórica velada y del estratosférico nivel musical que acababa de presenciar.

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