Glasner hace disfrutar al FICX con su guión de 200 páginas

El origen de la última epopeya cinematográfica de Matthias Glasner es tan crudo como el resultado final que traslada a la gran pantalla, y a la vez tan íntimo y privado que ha conseguido conectar con el público de una forma directa que ha sorprendido hasta al propio director. El alemán plasma en "Dying" su propia historia personal en un momento marcado por el fallecimiento de sus padres y el nacimiento de su hijo. Tres circunstancias que lo mantuvieron noches enteras sin dormir y que acabaron dando como resultado un guión de doscientas páginas que llega a la sección "Albar" del FICX tras haber ganado tres premios en Berlín (entre ellos Mejor Guión) y cuatro de la Academia Alemana (entre ellos Mejor Película).

Al contrario de lo que pueda trasmitir su título, el cual hace alusión a la muerte, "Dying" transmite un "gran vitalismo" y consigue incorporar el humor negro a una historia "cruda" y "honesta" sobre el paso del tiempo, la enfermedad, la madurez y el amor que en este caso se narra a través de la familia Lunies. Es, en sus propias palabras y emulando a Almodóvar, "una carta de amor al arte". No solo al cine, también a la música. "Hay muchísima presencia de la música en la película. Hay escenas que las incluí simplemente porque me gustaron, como el diálogo que tiene la madre con su hijo en la mesa de casa durante veinte minutos, se grabó en una sola toma y que es algo verdaderamente duro y crudo", cuenta.

Escribir este proyecto fue para Glasner un "proceso personal". "El origen de la película es muy directo. Mis padres murieron de manera muy seguida. Estuvieron enfermos durante más de diez años, pero su muerte fue repentina; también tuvo lugar el nacimiento de mi primer hijo. Esos tres acontecimientos marcaron mi decisión de hacer la película. Me hallé de repente en una crisis personal en la que no conseguía conciliar el sueño y decidí escribir, porque al contrario de lo que le pasa a muchos otros directores a mi me hace muy feliz", cuenta.

Pero lo que en un principio fue para el director un método de distracción acabó tomando forma en la gran pantalla, cosechando éxitos en todos los festivales por los que pasa. "No creía que a nadie le fuese a gustar porque era algo muy privado y muy personal, pero había una idea en mi cabeza que decía que si conseguía el presupuesto la haría con la condición de grabarla tal cual estaba escrita. No quería que se modificase en ningún momento del proceso porque me parecía algo verdaderamente único esa manera de trabajar", explica.

Ese proceso creativo que, sorprendentemente quedó condensado a tan solo seis semanas, ha podido ser la causa de que la película no esté "muy bien estructurada", aunque no debe dejarse de lado que se trata de una historia "cruda, honesta y como la vida misma". Para Glasner este "experimento" ha demostrado que "los sentimientos, cómo se sienten las personas, la vida y el amor es algo universal. Me gusta saber que durante tres horas el público está pendiente de estos personajes, que lo sienten y comparten con ellos un montón de circunstancias; quizás no puedan hablarles a través de la pantalla, pero he creado algo con lo que el público se identifica".

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