Entrevista | Juanjo Arrojo Fotógrafo

"Mi ma yera muy matriarca y de misa; una peseta entraba en casa y non veía más el sol"

"Mi pa, el probe, taba alcoholizao; tuve que salir a buscalo nel estao de excepción del 62, yo con 12 años: pegué-y dos hosties, llegué a casa y púseme a llorar"

El fotógrafo Juanjo Arrojo, en Oviedo.

El fotógrafo Juanjo Arrojo, en Oviedo. / Fernando Rodríguez

Javier Cuervo

Javier Cuervo

-Nació en La Rasa (Turón, Mieres) en 1950.

-Mi ma siempre me dijo que había nacido en una cuadra, pero la casa existe y conocíla haz seis años. Me fueron a bautizar a la iglesia de San Andrés de Turón, por el monte, tres cuartos de hora: bajar a la carretera Turón y subir a San Andrés, 4 kilómetros. Tuve un hermano dos años mayor, que en paz esté, y una hermana dos más pequeña.

-¿A qué se dedicaban en su casa?

-Mi pa, Gerardo Arrojo, era caballista en el pozu Barreo. Vivimos en el barrio San Pedro, Mieres, en cases pa la xente obrera. Jubilóse de la mina y vendió periódicos: recogía la "Región" y yo los viernes no iba a escuela porque tenía que levantame con mi pa a les 6 de la mañana, ir a Requejo a recogé los periódicos y les revistes –"Garbo", "Lecturas", "Semana"–, subíamos andando todo el valle de Río Turbio, Santa Rosa, Santo Emiliano, y bajábamos, pola carretera general, los pueblos hasta llegar a Mieres. Fue sereno y acuérdome de la capa, el chuzu y el silbatu colgaos atrás de la puerta. Mi pa era nacíu en Cuba. En el parto morrió la madre. Mi güelu era de San Martín de Luiña y volvieron, sin un duru, a servir a casa d’un indiano, los Goico, y juntóse con una paisana.

-¿Cómo era su padre?

-El probe taba alcoholizao. Tuve que salir a buscalo un par de veces, una de elles en un estao de excepción del 62 , yo con 12 años. La segunda vez tuve que pega-y dos hosties, llegué a casa y púseme a llorar. A lo mejor por eso soy abstemio. Él taba dominao por mi ma, que no lu mató de milagru porque-y metía en la bebida de tou pa que dejara de beber. Cuando había algo, mi ma iba al cabo Blanco, un paisanón de la virgen, al que mi pa tenía-y muchu respetu. Marcharon a vivir pa Cudillero, y él tenía su mundo, veía turistas y decía-yos: ir a esti sitiu.

-¿Su madre cómo era?

-Muy matriarca. Purpurina –en Cudillero "La Porpo"–, muy dominante y de misa. Cuando entraba una peseta en casa non veía más el sol. Era miserable con nosotros y con ella, siempre aforrando. El pisu nuevu de Cudillero podía pagarlo en veinte años y pagólo en seis meses.

-¿En casa tenían alguna ideología?

-No.

-Su infancia.

-Mandáronme con 6 meses pa Cudillero y criáronme los güelos. Con los veranos y tal tengo muchos recuerdos allí. Cogíamos el Vasco, mi ma poniéramos ropa vieya pa los tiznos que entraben poles ventanilles y llevaba dos camises blanques y una corbatina con una goma pa los domingos. Pasélo bien. Iba col mi güelu al calamar en un botucu que tenía y venía negru porque no sabía evitar la tinta. Conocí a les hermanes Selgas comiendo en la fachada sur del palacio, que da al gran jardín, y sirviéndoles con cofia y guantes blancos. Conocí al buzu, al otro lado del túnel, con el traje que tenía, que comprólu Santiago para el restaurante Mariño. Tirábamonos a bañanos desde la Peñona hasta que alguien se chivó y cayéronnos unes ñalgaes. En el muelle vieyu había un murete en curva contra el paseo de abajo, bajábamos arrastrando el culo y algunes veces caíamos a la mar. Allí pescaba panchos el "Recacháu", un paisano mayor al que-y faltaben les piernes.

-Volvió a Mieres a los 5 años.

-Empecé a una escuela en el barrio San Pedro, detrás de casa. Me aficioné a la música clásica porque en una de les aules ensayaba la banda de música y porque mi pa era melómano. La fábrica de jamones de Los Mallos taba en línea de aire a dos kilómetros, y sabíamos cuándo había matanza porque berraben los gochos cuando los coraben. Fui revoltosu. Luego, empecé a los frailes de La Salle y tuve seis años. Con los maestros, chungo. Con Amadeo Gancedo, que era corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA, muy bien. En 2º B tuve a uno de Ujo que daba cola regla en les uñes y casi-y saca un ojo a un guaje con el cuadradillo, y en 3º un fraile me frayó los papos de les piernes con unes barres de fubolín vieyes porque me cogió con un borra na mano. En cuarto, el padre Constantino me enseñó lo poco que aprendí, y ahora mismo sumo números de tres cifres y tal. En quinto era el Andrés y hay histories que no se deben decir. Fui a la escuela maestría un añu, pero no lo veía. Tenía 14, y mi madre, por echar unu de casa, mandóme a estudiar pa fraile.

-A Bugedo (Burgos). ¿Cómo era?

-Frío. Hice de congregante y de monaguillo, con Emilio –un amiguete–, y tábamos a les ocho para dar la misa de los frailes, una semana sí, otra no. Fui cruzado y estuve en la escuela de teatro del colegio, pero no quería ser fraile.

-¿Creía en Dios?

-De aquella, sí; ahora no, por supuesto, pero tenía el coco tan comido que llegaba a la capilla y, si me ponía en los bancos, colocaba garbanzos debajo les rodilles y, si no, iba a los rieles de les puertes. No me cubicaba la bula, que pagando pudieres comer carne los viernes. De Bugedo cogí y escapé a los tres meses, no sé con quién, y cuando llegué a casa cayéronme hosties... pero quedé. Trabayé en una colchonería que me trataron muy bien, y con 18 años, pa la mina. El cuñáu de Santos, el de la colchonería, era administrativo de Hunosa y buscóme bujío en Caborana, primero en el pozu San Jorge y cuando acabó me echaron pal pozu Santiago.

-¿De qué trabajaba en la mina?

-Empecé de guaje por la galería, limpiando víes porque pesaba 50 kilos. Aunque hacía halterofilia, el vigilante dijo: "A esti guajín no me lo subas a la rampla ni pa Dios". Un día que necesitaben dar tira, subir la madera y metete en la rampla, di con Pepín "el Rata", un paisano acojonante, y a ramplar, a quita-y el carbón. Así tuve dos años. Un día llámame Gabriel Pérez Villalta, que era capataz jefe en Santiago, luego fue alcalde de Aller, pa un sistema de inyectar agua en les capes, púsome dos rapazos al cargo y estuve así dos años. Pasaben los meses y no me nombraba oficial sondista... Igual perdía 500 pesetes. Con 23 años, por mediación del padre de Alberto, unu de la pandilla, que tenía el chiringuito enfrente’l pozu Figaredo, entré p’allá cuando todavía no pertenecía a Hunosa.

-La primera cámara, de cajón, 1967.

-Al cobrar compré una cámara, libros, una máquina de escribir, porque llegué a un acuerdu con mi ma y le daba parte de lo que ganaba y yo me quedaba con dinero, me vestía, me calzaba… Yo era muy revolvín, hice el Bachiller nocturno, empecé la halterofilia con Manel en Mieres, hacía montañismo con el Centro Cultural y Deportivo de Mieres, que llevaba don Luis "el Culturu". En el instituto dábaseme muy bien el dibujo y encontré que con la fotografía podía reflejar mejor que con el dibujo. En el grupo de montaña taba Emilio Fueyo, que trabayaba en Ensidesa, muy aficionado a la fotografía. Yo hacía les fotos y él revelaba los negativos y hacía les copies. Me tocó facer la zanja para traer el agua del Cuetu les Cabres, en Ubiña, al refugio del Meicín. La primera vez que fui a Picos de Europa era una aventura. Tenía 17 años. Salí de Mieres en el Vasco hasta Oviedo, Económicos a Arriondas, luego el autocar de Mento hasta Cangues y de allí un Alsa a las doce y media que subía a los Lagos y había otru que subía al altu’l Pontón, donde cogíes la carreteruca pa llegar a Panderruedas y bajar al Valle de Valdeón. Llegaba de noche. Arenas de Cabrales, Caín, ruta’l Cares y de Arenas de Cabrales, Alsa y vuelta.

-¿Cómo conoció a su novia...?

-Fui subcampeón de España de halterofilia tres años y no fui campeón porque un chaval, Amat, me ganaba por 10 o 15 kilos. Era buenu en mosca. El médicu dábame anabolizantes, ahora lo puedo decir, dos meses antes de competir, no por mejorar sino porque no aprovechaba lo que comía. Esther era secretaria de la Federación asturiana en Gijón y peluquera. Fuimos novios un año; 13, matrimonio y tuvimos dos crías: Irene y Sara.

El fotógrafo Juanjo Arrojo (Turón, Mieres, 1950) tiene varios millones de imágenes de Asturias desde los años 80. Es hijo de minero y ama de casa, creció entre Mieres y Cudillero y vive en Gijón. Es autor de varios libros y da conferencias sobre la fotografía, una pasión adolescente que acabó convirtiendo en su modo de vida.

¿Y la mina?

-Terminé preparando la madera para los picaores en el tayu. Cuatro persones llevábamos dos mines y, pa aforrar tiempu, cogíamos cada unu una mamposta de dos o tres metros, d’ ocalito, que pesaba la de Dios. Una vez pisé una forgaxa y jodí una rodilla. En el Centro Médico me dijeron "como no lleves la pata colgando no te jubilen". Entonces me salieron les fotografíes.

-Por el Colegio de Aparejadores.

-Por medio de un primu míu que trabayaba allí y sabía que yo fotografiaba paisaje, arte, arquitectura y montaña. El presidente del Colegio de Aparejadores, Enrique Rodríguez Balbín, encantador, me propuso hacer fotos a les cases de indianos, en 1979, cuando nadie hablaba de eso. Acepté y fícelo trabayando y de baja en la mina. Nos dimos un plazo de 3 años y fueron 6. Tenía un "600"; imagínate ir entonces a Castropol o a Pimiango. Revelaba negativos y positivaba yo, en blanco y negro. Cobraba por día de trabajo, desplazamientos y dietes... Conocí a Alonso, el fotógrafo en 1980, que hacía publicidad, paisaje, cuadros en el Museo de Bellas Artes y producto para "La Suiza", Luz Cuesta... retratos. Me ayudó la de Dios a ver y sentir la fotografía. Yo faturaba por un colega que empezó cuando yo, porque yo no era fotógrafo profesional. Para serlo tuve que ir a Madrid a sacar el carné de la Confederación Nacional de Fotógrafos Profesionales Españoles.

-¿Cómo fue el examen?

-¿Qué eran los grados Kelvin?¿Cuál era la temperatura de color?¿Qué era la hidroquinona? Yo llegaba a Foto Cuadrado pedía lo que necesitaba y arreglábame. Llamo al paisano: "perdone, ¿En qué libros se puede estudiar esto?" Díjome que tenía que sabelo y que si non taba conforme… No lu dejé acabar: cogí y marché. A los seis meses volví con les oreyes gaches y aprobé a la primera. Ahora daste de alta en Hacienda y ya yes fotógrafo. A mí lo que me servía era que el cliente me dijera que taba d’acuerdu col trabayu. Compré una cámara Mamiya que me valió casi millón y medio de pesetes que me financió el colegio. Cuando vi que me iba a dar perres, ¡fuera la mina!

-Se separó en 1986. ¿Fue padre presente?

-Fines de semana sobre todo. La pequeña tenía cinco años y medio y la mayor, siete y poco. En 1989 conocí a Susana García Trabanco, que tenía una nena, María José, de edad entre los dos míes. Hasta el 2000 tuvimos una relación perfecta: éramos cinco, íbamos de camping, les mis fíes teníen llaves, veníen cuando queríen. Luego hubo una historia y, a partir de ahí, no hay relación con Irene y Sara. No ye plan de entrar en detalles. Mi nietu ye el de María José, que trabaya en Madrid. De les otres, como si no supiera.

-Fotografió Asturias entera.

-Desde 1974 iba al camping de Luarca. Compré una tienda a unos alemanes que me llevaba un día entero de abril montarla y la desmontaba en octubre. Comimos 12 en el porche, sentados. Desde allí recorrí el occidente. En invierno hacía el interior. Luego compré una caravana para ir al camping María Elena en Llanes. Balbín me dijo que, ya que taba recorriendo Asturias, retratase casones, palacios, lo que tuviera interés arquitectónico. Así me llegó el tema del arte religioso de Villaviciosa, luego Aller, los hórreos... Entró el nuevo presidente y me reclamó que entregara los negativos -había quedado en hacerlo- o no cobraba. Entreguélos y dejé el colegio.

-¿Se planteó volver a la mina?

-Ni pa Dios. Presenteme con dos dosieres en Turismo y en Cultura del Principado. A un colega le salió una obra para Ayalga ediciones y me pidió que le echara una mano. A los meses me llamaron de Nobel para el "Atlas de Asturias", luego Everest y, cuando quebró, Delallama editorial. Todo rodado. Tuve mucha suerte con Turismo, Pedro Piñera de consejero y Tomás Flores, director general. Lo primero que hicieron fue conmigo cuando no había más. Carpetes, folletos, feries en Madrid, Barcelona, Bilbao...

-La foto digital le llega a los 50.

-Sólo la tarjeta de la primera cámara digital me valió 700 euros y tardé 8 meses en hacer les primeres copies. Tuve que meteme hasta les tranques y hoy sigo. Cuando trabajaba película me llamaban las agencia -National Geographic, Turismo rural, un montón de revistes y de editoriales de Barcelona y Madrid- y costaba un güevu asegurar les diapositives pa mandales por Seur. Con lo digital al cliente tienes que da-y la foto lista pa que imprima. Ahora edito en el ordenador y no puedo facer otra cosa. Tengo dos escáneres, tres ordenadores, 34 discos duros. No gasto en rollos, pero les cámares dúrente 3 años.

-La imagen es mejor o peor

-Diferente. Esto ye mentira todo. En una diapositiva ves 6 o 7 capes de pigmentos. En calidad mejoró muchísimo y la edición, también.

-¿Qué tal lo trató la vida?

-Hasta que pude espoxigar, mal, por la familia. Entiendo que era lo que lo que creíen que tenía que ser, pero que te pongan en mediu la cocina, rodilles en suelu, brazos en cruz y 4 libros en cada brazo porque hagas una cosa mal... En adelante, bien. Fice lo que creí conveniente y toy disfrutando con to lo que hago. Desde que me jubilé vivo el día a día, no pienso en el mañana. De salud ando jodidu, pero bien. Jubileme a los 61 y medio por el coeficiente reductor de la mina y trabayo más que antes porque pertenezco a asociaciones, echo gavitos a la xente que me necesite y que yo pueda y soy feliz mirando por la familia.

-¿Qué hará con el archivo?

-Es un grave problema. No quiero nada pa mí. Me pueden quedar 15 años, tengo una paguina porque me quedó una mierda, pero tengo una fía y dos nietos y en el sitio en que me gustaría que estuviera el mi archivu lo quieren regalao. Tengo un pequeño contacto con la Fototeca de Madrid. Pido 60 mil euros por todo… la historia de Asturias desde un poco antes de los años 80, muchas cosas que ya no existen o no tan igual. Me reconcome porque gustaríame que quedara aquí.

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