La personalidad histórica y el sentimiento regional asturiano no pasan a la política: Óscar R. Buznego analiza por qué

Solo Madrid, Murcia y Castilla-La Mancha tienen parlamentos sin representantes de partidos regionalistas, como ha sido norma también en Asturias –con la excepción del PAS en las elecciones de 1991 y 1995, en solitario y en coalición– y como ocurre en la legislatura actual

La personalidad histórica y el sentimiento regional no pasan a la política

La personalidad histórica y el sentimiento regional no pasan a la política / LNE

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

Asturias tiene una personalidad histórica reconocida desde hace siglos. Los asturianos han expresado en todas las ocasiones un acentuado sentimiento regional. Sin embargo, a pesar de los numerosos intentos habidos, el regionalismo y el nacionalismo apenas han conseguido arraigar en la política asturiana. A diferencia del proceso seguido en la mayoría de las comunidades autónomas, en Asturias no ha llegado a consolidarse una corriente regionalista o nacionalista sólida, los partidos que se han etiquetado como tales nunca han logrado una implantación amplia y duradera, y en las urnas han recibido un apoyo mínimo.

Entre las regiones españolas con una identidad bien definida, es en Asturias donde el regionalismo y el nacionalismo tienen una presencia más reducida y su relevancia es menor. De las paradojas que ha deparado la política asturiana desde la Transición destaca el abstencionismo electoral, que contradice la imagen de una región políticamente activa y movilizada, pero es posible que sea esta la que encierra mayor significado en la vida política regional.

La pregunta por el regionalismo asturiano ha permanecido abierta durante el último siglo. El político conservador de la Restauración, Sánchez de Toca, negó su existencia en unas sesiones organizadas en 1899 por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Melquíades Álvarez dio por muerto y luego resucitó al regionalismo asturiano en distintas circunstancias. En un artículo titulado "¿Regionalismo asturiano?", publicado en 1920 en la orteguiana revista "España", Leopoldo Alas Argüelles concluía que los asturianos habían llegado a la conclusión de que no les convenía hacerse regionalistas.

En agosto de 1922, un mes antes de la concentración asturianista que llenó a rebosar la plaza de toros de Oviedo, con representación de 65 municipios, Gícara se preguntaba en la portada de "El Carbayón", del que era redactor, qué hacía falta para que prendiera el regionalismo en Asturias. El "vago temblor" sentido años atrás por Fernando Vela, cuando compartía entusiasmo y proyectos regionalistas con Ortega por carta, estaba desapareciendo. Al establecerse la dictadura de Primo de Rivera, el incipiente regionalismo asturiano se disolvió discretamente.

El vacilante impulso regionalista revivió en la II República, pero visiblemente apocado. Los federalistas gijoneses hicieron una intensa campaña por la autonomía y el núcleo de reformistas de Castropol abrió un debate público con argumentos de gran interés en demanda de un Estatuto.

Sesión en la Junta General del Principado de la legislatura provisional de 1982-83, con el Estatuto de Autonomía aprobado en 1981 y en vigor desde enero de 1982.

Sesión en la Junta General del Principado de la legislatura provisional de 1982-83, con el Estatuto de Autonomía aprobado en 1981 y en vigor desde enero de 1982. / .

El socialista González Peña, jefe de la Diputación, en noviembre de 1931 encargó a una comisión presidida por Menéndez Pidal la elaboración de un anteproyecto. El texto fue requerido y anunciado a la prensa varias veces, pero no hay constancia de que hubiera sido redactado y la iniciativa fue relegada al olvido. La revista madrileña "Crisol", en la que colaboraban Vela y Ramón Pérez de Ayala, reaccionó con un artículo, publicado sin firma y cargado de mofa: "¿Qué raíces, qué tradición, qué afán histórico, qué fuerza interna tiene o representa un Estatuto asturiano? Varias tentativas de inventar un regionalismo asturiano se han hecho en los últimos tiempos: todos fracasaron instantáneamente. Algunas cómicamente. El mismo resultado aguarda al Estatuto en gestación. Tanto que ya nos parece excesivo el tiempo que le hemos dedicado. Pero era conveniente señalar este caso insólito de un Estatuto asturiano".

En sentido contrario, esperando noticias que no llegaban de la comisión, Álvarez-Gendín, buen conocedor del federalismo suizo por su estancia allí, redactó un texto articulado de Estatuto y desde las páginas del periódico "La Prensa" exclamó en voz alta: "¿No se organiza la región asturiana?".

Los escasos esfuerzos aislados resultaron vanos. Los restos del regionalismo se esfumaron a medida que las energías se fueron concentrando en el conflicto social y Asturias quedó definitivamente muy rezagada en la configuración del "estado integral", de corte federal, pero sin serlo, diseñado en la constitución republicana.

Bajo la represión de la dictadura de Franco, la lealtad a los partidos de izquierdas se transfirió a las siguientes generaciones a través de la familia, pero la huella del regionalismo quedó borrada por completo. Para su resurgimiento, hubo que esperar a que arribara al final del régimen autoritario una ola de regionalismo de nuevo cuño que, procedente de Europa, hizo su entrada en España por Cataluña y después llegó a todo el país.

"La Gran Enciclopedia Asturiana" fue la primera en editarse a continuación de la catalana. Cierto espíritu regionalista impregnó la actividad de las asociaciones culturales más dinámicas creadas en los centros urbanos. La revista "Asturias Semanal", que se declaró regionalista, alcanzó notable difusión. En sus páginas salió a escena Conceyu Bable, que acabó por proclamarse nacionalista y nutrió con sus propuestas y sus socios a diversos partidos.

Mientras, los jóvenes investigadores de SADEI diagnosticaban la coyuntura económica y hacían proyecciones sobre el futuro de Asturias. En 1974, Pedro de Silva aglutinó a medio centenar de profesionales cualificados e inquietos en Democracia Socialista Asturiana, un grupo con hechura de partido que se definía como regionalista. Entre sus objetivos prioritarios figuraba la autonomía política de la región.

El regionalismo asturiano parecía volver con fuerzas renovadas y aspiraciones políticas más ambiciosas. En el verano de 1976, miles de personas se manifestaron en las calles de Gijón por el bable y la autonomía, reivindicación que se hizo inseparable de la conquista de la democracia.

En el otoño del mismo año, Pedro de Silva publicó "El regionalismo asturiano", el texto más importante en la historia del asturianismo político, escrito por encargo de José Antonio Mases, divulgador incansable de la cultura regional, que lo incluyó en la Colección popular asturiana de la editorial Ayalga, dirigida por él mismo.

Juan Cueto azuzó a un sector de la opinión pública asturiana que se mostró receptivo a los postulados regionalistas con la idea de que Asturias era un protectorado del Estado y, en ausencia de un empresariado privado pujante, el nacionalismo asturiano debía ser no tanto identitario como de clase obrera. La cuestión tuvo eco incluso en la prensa nacional.

No obstante, la sempiterna pregunta seguía en pie. De los datos de varias encuestas realizadas en aquellos años se extrajo la impresión unánime de que el sentimiento regional de los asturianos era poderoso, pero carecía de dimensión política. Pedro de Silva, en una nota previa de su obra citada, afirmaba que el regionalismo asturiano se encontraba en un estado "magmático o constituyente", para concluir en el apunte vigésimo y último del libro que "lo hasta aquí expuesto exige la presencia en Asturias de un serio movimiento regionalista que hoy, forzoso es reconocerlo, aún no existe".

En 1980, el historiador Francisco Erice, en su estudio sobre la burguesía industrial de la región abre la interrogación: "cabe preguntarse por qué la burguesía asturiana no creó un regionalismo o nacionalismo de clase, como el catalán o el vasco". En 1993, en un librito titulado "Del centru a la periferia", Consuelo Vega y Antón García admitían la dificultad de explicar la peculiaridad del caso asturiano.

En sus recientes aportaciones, "Asturias nunca vencida" y "Esperemos! Así nos lo mandan" respectivamente, David Guardado y Carlos Gordón abordan la cuestión, de manera explícita o tangencial, y ofrecen abundante y valiosa información histórica que contribuye a resolver el problema.

La primera oportunidad para medir con mayor precisión el apoyo al regionalismo entre los asturianos se presentaría en las elecciones generales de junio de 1977. Unidad Regionalista, una coalición muy plural y poco compacta, obtuvo algo más de 11.000 votos, sin superar el 2%, y a continuación se disolvió. Otra lista con acento asturiano, la del Partido Socialista Popular, con candidatos que habían pertenecido a Democracia Socialista y a Conceyu Bable, obtuvo 42.000 votos, el 7%, un resultado insuficiente para acceder un escaño en el Congreso. El partido de Tierno Galván se integraría en 1978 en el PSOE.

En las elecciones celebradas en 1979, Conceyu Nacionalista Astur obtuvo 3.000 votos, menos del 1%. A las dos siguientes citas electorales no acudió ninguna candidatura regionalista. En la convocatoria de 1989 participó el PAS, único partido regionalista o nacionalista que recibió más de un 1% de los votos en las dieciséis elecciones generales que se han sucedido hasta la fecha. Desde 2011, a ellas solo ha concurrido Andecha Astur, que lo hizo en tres de las seis celebradas.

La puesta en marcha del estado autonómico permitió calibrar la fuerza del regionalismo en una competición electoral más propicia para los partidos asturianistas. En 1983 tuvieron lugar las primeras elecciones en las que por primera vez serían elegidos directamente por los asturianos los diputados del parlamento regional.

Se presentaron diez listas y la de Ensame Nacionalista Astur consiguió 2.505 votos, el 0,4%. Desde entonces, solo el PAS ha superado la barrera legal del 3%, por unas décimas, y ha ocupado un escaño de la Junta General. En las elecciones de 1991 y 1995, en solitario y en coalición, logró en la circunscripción central el mayor éxito en las urnas cosechado por un partido regionalista o nacionalista asturiano.

Andecha Astur es el único partido con esa etiqueta que ha competido en las cuatro últimas elecciones, obteniendo el mejor registro en las de 2019, con el 0,3 de los votos.

Solo las comunidades autónomas de Madrid, Murcia y Castilla La Mancha tienen parlamentos sin representantes de partidos regionalistas, como ha sido norma también en Asturias, con la excepción señalada, y ocurre en la legislatura actual.

El anterior recuento electoral obliga a hacer alguna consideración sobre la definición de Foro y URAS, asunto de enorme complejidad. Nacidos ambos de una escisión originada en el enfrentamiento de sus respectivos líderes con el PP, en sus estatutos no se califican de regionalistas y tampoco se nombran herederos de esa tradición política. El discurso de Francisco Álvarez-Cascos, llamando a los asturianos a sentirse orgullosos de su país, por lo demás ambiguo en relación con la autonomía de Asturias, atrajo a votantes regionalistas y nacionalistas, pero el grueso de la base electoral de Foro estaba formado por una cuantiosa transferencia de votos proveniente el PP. Otro tanto, aunque redimensionado, cabe decir de URAS.

Los dos partidos han buscado afinidades con los regionalistas para diferenciarse del PP y delimitar un espacio electoral propio. Un partido no es regionalista por el mero hecho de ser un partido de ámbito no estatal (PANE) y todo indica que este es el caso de Foro y URAS.

En este casi medio siglo de democracia, en Asturias no ha dejado de haber uno o varios partidos regionalistas o nacionalistas, pero su rendimiento político y electoral ha sido mínimo, y, aún así, su trayectoria en la última década es declinante. Contrasta con la firme expansión de un subsector cultural asturianista y la persistencia de un sentimiento regional invariable.

La falta de series largas de datos de encuesta y la elevadísima tasa de no respuesta, que llegó a sobrepasar el 70%, han impedido un conocimiento profundo de las actitudes políticas de los asturianos y su evolución. Los sondeos realizados revelan una identificación plena con Asturias y los sitúan en los años finales del siglo pasado entre los españoles con un porcentaje más elevado de partidarios de una autonomía ampliada e incluso del ejercicio del derecho de autodeterminación, siguiendo de cerca a catalanes, vascos y navarros. Cierto es que encuestas posteriores han advertido de un cambio de opinión de los asturianos al respecto.

La paradoja asturiana encierra claves importantes de la política regional. Requiere una explicación y a la vez explica muchas cosas.

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