El cura de 87 años que sigue dando misas los domingos e inventó "el Imserso en Llanera": "Hoy las iglesias están medio vacías; la juventud vive otra vida"

Jubilado en 2024, Valentín Castelao cultiva con mimo su huerto: "Tengo puesto cebollino, me faltan las lechugas"

Valentín Castelao, en la iglesia parroquial de Santa Cruz de Llanera.   | L. PALACIOS

Valentín Castelao, en la iglesia parroquial de Santa Cruz de Llanera. | L. PALACIOS

Luján Palacios

Luján Palacios

Santa Cruz (Llanera)

El sacerdote Valentín Castelao está jubilado desde el año pasado. Pero en realidad no lo está, porque "sigo diciendo la misa de doce los domingos, aunque para los entierros vienen José Julio Velasco o Juan Carlos, su coadjutor", explica. "Para esta Semana Santa haré los oficios, a ver si me traen los horarios", indica el cura, nacido hace "87 años para 88" en Fonsagrada (Lugo), y que nunca se ha desprendido de ese hablar cantarín delator de sus orígenes.

Don Valentín deambula con agilidad por la iglesia parroquial de Santa Cruz de Llanera, la que ha sido su casa durante 53 años de sacerdocio y en la que ya calcula que "me quedaré para siempre, porque allí en Galicia ya no queda nadie". Porque aunque esté oficialmente retirado, se presenta en el templo casi a diario con una regadera para cuidar sus plantas, para abrir o simplemente para pasar el tiempo en compañía de Dios. "Gente queda poca, sólo pasan los coches, no tienes nadie a quien preguntar nada", señala.

Castelao, persona queridísima entre todos sus feligreses de Bonielles, Santa Cruz y Arlós, llegó a Llanera para ser el padre de estas parroquias "el 9 de agosto de 1973", según recuerda con memoria envidiable. Antes, había estado dos años como párroco en Buelles, en el concejo de Peñamellera Baja, "una zona también muy guapa". Pero cuando llegó a Llanera se sintió como en casa para siempre, y hasta hoy, después de una larguísima trayectoria de entrega a sus vecinos. Antes pasó por "Salamanca, para estudiar por vocación tardía", y después cursó "Filosofía y Teología en Oviedo, en el Seminario, y ya me ordené y me quedé donde me destinaron", rememora.

Quiso el destino que su primera misa fuera para oficiar el funeral de su hermano, fallecido por problemas de corazón. Y a la vez que se hacía padre de la comunidad católica, se convertía también en cabeza de familia para sus dos sobrinos huérfanos. "Un niño y una niña, de 7 y 5 años. Mi hermano me encomendó antes de morir que me hiciera cargo de ellos, y así lo hice. Han vivido siempre conmigo, su madre también vino con ellos y luchó mucho por sacarlos adelante. Manuel y Mari Paz, los dos tienen su vida hecha y vienen mucho a verme, me llaman todos los días", relata, mientras recorre con la mirada el templo de Santa Cruz.

Durante 53 años ha vivido en la casa rectoral, junto a la carretera, un poco antes de la iglesia. Y allí sigue, recordando unos tiempos que guarda con mucho cariño, porque "la gente ha sido muy buena, me han querido mucho y yo a ellos". Cuando llegó tenía "treinta y pocos años", y enseguida se acompasó a la vida tranquila de sus convecinos, gente "sencilla y trabajadora, que nunca había salido de casa. Entonces, no se iba a ninguna parte". De ahí que Valentín Castelao presuma con una sonrisa de "haber inventado el Imserso en Llanera". Porque de su mano empezaron a organizarse excursiones para que los fieles vieran mundo y se distrajeran, mientras hacían comunidad. "Fuimos a todas las capitales de provincia de España, no nos quedó una sin ver, y hasta a Roma. Y como cantábamos mucho en los viajes, de ahí nació la Coralina de Santa Cruz", cuenta. Él fue una de las primeras voces, y de hecho sigue cantando: "El primero de mayo nos vamos a Murcia", adelanta, en una gira durante el puente festivo con varias actuaciones.

Nada le echa para atrás, ni siquiera las experiencias más duras que le tocó vivir como sacerdote. "Como una noche que me llamaron para atender a una madre y, cuando llegué, la encontré en la cama muerta, ahogada, y al hijo ahorcado colgando de un cordel". O aquella vez en que otro de sus vecinos decidió quitarse la vida cortándose el cuello con una guadaña. "Me marcó mucho todo aquello, pero me quedo con lo bueno", asegura. Como los cientos de niños que ha bautizado, a los que ha dado la primera comunión y ha casado con el paso del tiempo. "Han sido varias generaciones", indica.

"Hoy en día, la iglesia está medio vacía, antes un domingo no se cabía y ahora no viene casi nadie; la juventud se marchó, vive otra vida y no ha entrado en la Iglesia. Es lo que toca, qué vamos a hacer", señala, mientras cierra el templo y regresa, conduciendo su coche, a la casa rectoral. "De momento, me apaño solo, con la comida, la ropa y todo", afirma, aunque estos días tiene a una hermana de visita. Y como la jubilación no es un término con el que se lleve bien, se va a la huerta a plantar. "De cebollino ya tengo algo puesto, y ahora tengo que ir a por unas lechugas", relata. Y es que, retirado o no, "siempre hay que tener algo que hacer, hasta que Dios quiera".

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