Opinión

San Pedro 1975: cine, pop-rock y el empoderamiento folk

Unos festejos con la gaitera Kety García en portada

Pocos meses antes de la muerte del dictador Francisco Franco, la celebración del recién estrenado patrono de La Felguera dejó un "Programa Oficial de Fiestas" con algunos "momentos" ciertamente singulares, eso sí muy "de la época", y sobre todo una portada, la de su porfolio, merecedora de un elogioso recordatorio. No obstante, cabe comenzar resaltando, a modo de prolegómeno religioso-administrativo, la autorización del cambio de titularidad de la parroquia de Santa Eulalia de La Felguera por la de San Pedro Apóstol de La Felguera, concedida por el entonces arzobispo de Uvieu, Gabino Díaz Merchán. "Vistas las causas alegadas" y "la opinión pública representada por diversas entidades de la localidad", el acuerdo fue adoptado apenas dos meses antes del inicio de las conmemoraciones de 1975. Lejos de constituir una suerte de anécdota para los anales de la clerical historia local, se trata más bien de una conjunción empresarial y eclesiástica que, vía la coincidencia del nombre del impulsor de la industrialización en el valle en el siglo XIX –con trascendentales repercusiones económicas y sociales durante buena parte del XX– con el del santo apóstol, facilitó tal acción. Miel sobre hijuelas para unas fiestas que, celebradas sempiternamente bajo la paternalista mirada de la todopoderosa Duro-Felguera, eso sí, ya en tiempos de decadencia empresarial –con algún brote guadianesco bajo el paraguas de la subvención y el oportunismo político/empresarial– veían en este acto una "divina" justicia poética coincidente con tiempos de jolgorio.

En todo caso, en el año del inicio –en interpretación del actual ejecutivo socialista estatal– de nuestra gloriosa democracia monárquica, y como prefacio a tan magno acontecimiento de macabros tintes histórico/hospitalarios, en San Pedro el cine de arte y ensayo, el pop-rock –en amplia acepción– y el folclore asturiano, aún bajo la tutela de Educación y Descanso, tuvieron un protagonismo fuera de toda duda. Por supuesto hubo muchas más actividades de tipo lúdico: hípica, concurso de dibujo, bolos…, pero verdaderamente las más sobresalientes fueron las inicialmente señaladas.

En lo que concierne al cine, en el segundo día de fiestas el Maripeña acogió la puesta de largo de la denomina "Primera Semana de Cine de Arte y Ensayo", en colaboración con el Cineclub del Nalón. Un total de cinco sesiones en las que se pudieron visionar películas a priori, más o menos, alejadas del circuito comercial, como "Salvaje y peligrosa", "El héroe anda suelto", "Tal como éramos" y "Mi vida es mi vida". Según el experto en historia del cine Román Gubern, en 1971 "ya no quedaba en España ninguna sala de arte y ensayo", afirmación que no parece aplicable a Llangréu –y tampoco a otras localidades asturianas como Xixón–; si además hacemos caso a la prensa generalista, estas jornadas constituyeron un indiscutible "éxito" en el que el público disfrutó de "escogidas obras cinematográficas que de otra manera estarían imposibilitados de presenciar". Pero la joya de la corona de estas cinéfilas proyecciones fue la anunciada como "Película Rolling Stones, norteamericana". Se trata del celebérrimo documental "Gimme Shelter" de 1970 de los hermanos Maysles y al que podemos poner los positivos calificativos superlativos que queramos, pero lo que es incuestionable es que el paso del tiempo lo ha erigido en uno de los más valiosos testimonios de la conjunción sónica con el séptimo arte en el que se refleja el funesto fin del "flower power", todo ello a ritmo de una no menos celebérrima BSO.

La programación de música popular encuadrable en el pop-rock no desmereció tampoco en esta edición de los festejos "sampedrinos" de 1975. Clásicos de la comarca como "Los Stukas" (pre "Hazañas Bélicas"), que llegaron a actuar cuatro días y en uno de ellos hicieron doblete; "Sfinters", pioneros en la onomástica punk a la hora de autobautizarse y otros que se "marcaron" un maratón de directos, junto a "Los Embajadores del Jazz", "Los Solistas", "Gran Kapytol", "Expresión" y "Sexta Avenida". Una envidiable muestra de la intensa y abundante paleta musical que tuvieron a bien ofrecer los responsables de festejos a la ciudadanía langreana, y donde la bendita "pachanga", junto a los ritmos más modernos, conformaban un aceptable menú sonoro "para todos los públicos".

En cuanto a los sones tradicionales, todo parecía transcurrir por los cauces habituales en esta época –y que perviven casi inmutables hasta la actualidad- del posdesarrollismo económico y social franquista. Ya saben, la acuñada "música del país" solo en puntuales actos, apartada del foco central del baile y la diversión: en el comienzo de las fiestas "con las parejas de gaiteros y tamborileros" o el capítulo coral en el pregón "a cargo del Orfeón de Ensidesa Oeste"-.

El plato fuerte del acompañamiento folclórico quedaba para el notable Desfile de Carrozas, que contó con la presencia de las agrupaciones Gaitas Los Lirios, Los Carbayones, Son D´Arriba, Los Xustos, Aires de Asturias, la Sección Femenina de La Felguera y Moreda, Danza de Arcos de Ribadesella, Las Niñas de la Academia de la Srta. Maite de La Felguera, y, como contrapunto a tanto folk, las bandas de música de Candás, Gijón y Langreo. Toda una muestra del poderío musical y del baile tradicional –que se repetiría en parte en la jira a Castandiello– y un significativo foco de atracción regional de las Fiestas de San Pedro.

Si acaso, el motivo último y más sobresaliente que nos permite afirmar que estamos ante un auténtico acto de empoderamiento del folk en estos jaraneros fastos del 75 no deriva del cuasi "marcial" desfile de los citados grupos folklóricos. Tal afirmación encuentra su justificación en la mencionada portada del porfolio, donde a todo color, y a página completa, una gaitera –Kety García Fernández, hija del famoso gaitero de Sotrondio Honorino– y un tamboriteru –Eliseo Canga, inseparable pareja artística y afectiva durante estos últimos 50 años–, ataviados con el pertinente atuendo de Educación y Descanso –prácticamente no cabía otro–protagonizan de manera inusual –con una industriosa, brumosa y contaminada localidad de La Felguera al fondo– la cubierta de esta publicación. Habrá quien alegue que motivos musicales y folclóricos ya habían ocupado tan relevante posición –de hecho un dibujo de una bailarina asturiana del inefable y eterno Falo lo hizo en el precedente 1974–, pero nunca con esta magnitud ni con la presencia femenina tocando el instrumento probablemente más masculinizado de nuestro acervo cultural: la gaita. Y además en un momento en el que este no pasaba por su mejor etapa y que todavía tendría que esperar unos años hasta su, parece, definitivo renacer.

El pasado 9 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Gaita, el Conceyu de la Gaita rindió un sincero, y merecido, homenaje a Kety por "más de cincuenta años desendolcando l’oficiu tradicional de gaitera como solista, en pareya de gaita y tambor, acompañando asturianada y grupos de baille, asina como’l so llabor al frente de conxuntos como la Bandina de Gaites Valle del Nalón". El próximo mes de junio hará 50 años que, en un pionero gesto, la Sociedad de Festejos de San Pedro, intencionadamente o no, realzó considerablemente su labor de gaitera al convertir su figura, junto a su indisociable pareja, en icono gráfico de sus fiestas. n

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