La disección del único debate de las elecciones asturianas: puntos fuertes y débiles de los candidatos en un intercambio sin (apenas) sobresaltos
Cada aspirante a la Presidencia del Principado trató de ir a lo suyo, pero las confrontaciones permitieron marcar el carácter de cada opción electoral

El análisis de Vicente Montes del debate electoral de los candidatos al Principado.

Pocas veces los debates electorales influyen realmente en las elecciones, salvo meteduras de pata estrepitosas o situaciones muy reñidas en las que los liderazgos decanten finalmente. Menos cuando se trata de debates con muchos candidatos: si algo resulta efectivo en un cuerpo a cuerpo electoral es un debate a dos entre los principales líderes, cuando tienen posibilidades reales de disputarse el Gobierno.
El debate entre los siete candidatos autonómicos que optan a la Presidencia del Principado que anoche emitió la Radiotelevisión del Principado de Asturias (RTPA) sí permitió lo que decantan esos encuentros: perfilar posiciones, enmarcar a cada partido en su estrategia y divisar el trazo grueso de lo que se juega cada cual en estas elecciones. Hagan una prueba si han visto el debate (o lo hacen en la versión grabada): intenten definir a cada cual con un solo adjetivo, como si cada candidato o candidata representara un arquetipo en una película o una obra literaria. Tendrán una pista sobre las sensaciones que habrán transmitido al electorado.
Estos son unos apuntes sobre las fortalezas y debilidades que cada aspirante presentó a la audiencia:
Adrián Barbón (PSOE). Partiendo como Presidente, lo que toca es defender la plaza. Lo lógico es que acabe siendo el dardo de todas las críticas, así que la mejor estrategia es lanzar humo para dispersar debates. Barbón lo logró con varios asuntos: por ejemplo, soltó el reto de que cada candidato dijese si seguiría en su escaño cuatro años (un reto artificial pero al que todos se sumaron y que tenía como único objetivo al candidato del PP, Diego Canga). Apoyó sus fortalezas en la experiencia y en los datos, pero el exceso de aparentar amabilidad a cámara, en especial a la hora de encadenar promesas y logros, dio una apariencia un tanto artificiosa. Fue arriesgado referir a la pandemia cuando el sector sanitario está revuelto y ahí se ganó bastantes contrarréplicas. El minuto final, trabajado y con tono emotivo, quedó deslucido por el trastabille de la lectura.
Diego Canga (PP). El candidato popular quiso ofrecer una imagen de solvencia y gestión, apoyándose en su experiencia como funcionario en Bruselas, pero tuvo su punto más débil en la generación de empatía. Cayó en la trampa de la pregunta sobre su futuro, estableciendo el momento más tenso con Barbón, en un mínimo cara a cara, claramente buscado. Acertó el candidato del PP a la hora de tratar de establecer su propia hoja de ruta, pero patinó al dirigir críticas al cabeza de lista de Ciudadanos, actor secundario en la escena. Mostró Canga buen control de los tiempos y concreción en el discurso, pero en un debate importan también las sensaciones.
Manuel Iñarra (Cs). Con Ciudadanos peleando su existencia, Iñarra, desconocido para la audiencia, acertó en sus desaciertos. Controló mal los tiempos, fue poco concreto y difuso, pero quizás ahí tuvo su punto fuerte, ofreciendo una imagen personal, apelando a su experiencia de maestro y con un tono desenfadado y coloquial. Aparcó resentimientos por la fuga y fichaje de cargos que han sufrido sus siglas y capitalizó algunos de los momentos más distendidos.
Covadonga Tomé (Podemos). La candidata de Podemos quiso mostrar la cara más cercana del debate, centrándose a la Sanidad y los cuidados, apoyándose en su experiencia como pediatra. Esa apelación directa a las personas le permitió distinguirse de otro actor con el que podría mantener muchos puntos en común: Ovidio Zapico, candidato de IU. Centró sus intervenciones más en defender su propio discurso que en ganarse o buscar enfrentamientos, si bien protagonizó con la candidata de Vox (Carolina López) el punto más claro de discrepancia ideológica a cuenta de la oficialidad y la defensa de la Llingua.

En imágenes: Debate de los candidatos a la presidencia del Principado / Ángel González
Ovidio Zapico (IU). El tono del candidato de la coalición Convocatoria por Asturias (que suma a IU, Más País e Izquierda Asturiana) buscó ser el del socio fiable. Se amarró a la posición de que su presencia será necesaria en el futuro gobierno de Barbón y trató de espantar lo menos posible al ámbito empresarial repitiendo la palabra “diálogo” para no levantar suspicacias, aunque reiteró el relato de los lobbies que “derechizan” a Barbón. Con marcado tono de las Cuencas (a más de uno le dio por pensar que iba a arrancarse por Víctor Manuel), empacó bien el discurso sin salirse de la apariencia de charla coloquial. Quizás esa posición precisamente le alejó un poco de tener momentos estelares, pero a veces quedar fuera de estridencias es lo correcto.
Adrián Pumares (Foro). Los foristas se la juegan. Saben que su papel en el parlamento está amenazada por la posibilidad de que el voto útil termine acabando en el PP, por lo que reforzó la posición de partido de centro y asturianista. Su posición física en el debate le ayudó: repartió a diestra y siniestra, aunque quizás con un tono un poco impostado. Esquivó el espinoso asunto del asturiano (acabó en el rifirrafe con poema incluido entre Carolina López y Covadonga Tomé) y quiso marcar la idea de ser un partido que fiará su posición a la consecución de su programa sin mochilas ideológicas.
Carolina López (Vox). Junto con Manuel Iñarra, de Ciudadanos, era la más desconocida, por eso tuvo acierto a la hora de lograr marcar carácter. Capitalizó el discurso más descarnadamente duro con el Gobierno, si bien cargado de tópicos e inexactitudes. En ese sentido, desplazó en algunos momentos el duelo natural entra Canga y Barbón, que sería el esperado, para atraer el antagonismo con el líder socialista (algo ventajoso para ella). Afear acaso que gran parte de sus intervenciones las hiciese leídas, aunque se ganó puntos en el minuto final (fuese o no preparada la escena de que no leería lo que llevaba escrito).
Esta es una lectura parcial y subjetiva. Lo mejor es que cada uno saque la propia. Insisto: traten de poner adjetivo a cada cual, siguiendo el esquema de “El bueno, el feo y el malo” (no me tomen al pie de la letra el ejemplo). No son “Los siete magníficos”, pero seguro que a cada uno logran ponerle una etiqueta simplificadora que servirá para hacerse un esquema mental sobre qué consiguió y qué perdió cada candidato o candidata.
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