A Conchi Ania, investigadora de los materiales de carbono, Francia le hizo una oferta que no podía rechazar

La científica se llevó en 2017 de Asturias a Orleans un proyecto que indaga en la enorme variedad de aplicaciones que permiten estos materiales y que van de la mejora medioambiental a la energía o la medicina

Afirma que “España ha mejorado en atención y recursos a la investigación, pero “necesita continuidad en los planes de I+D+i; yo pensaba hacer mi carrera aquí, pero no pudieron ofrecerme el apoyo que necesitaba”

Conchi Ania.

Conchi Ania.

No pesaban sólo las condiciones logísticas, de espacios, entorno o presupuesto, también todo un ecosistema de receptividad, “de apoyo y personal de investigación”… Era enero de 2017 y Conchi Ania, nacida en Cangas de Onís (1973) y criada en Nava, científica titular de lo que hoy es el Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (INCAR), asturiana con plaza para investigar en Asturias, se vio confrontando lo que tenía en casa contra aquella propuesta que venía de Francia con toda la fuerza de un proyecto europeo de excelencia y el sello del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés).

Para entonces, Conchi había cimentado ya una sólida carrera investigadora de búsqueda de caminos alrededor de las enormes posibilidades de los materiales de carbono. Se había graduado en Química en la Universidad de Oviedo con un año de Erasmus en Dublín, había hecho la tesis en el INCAR y después de casi tres años de investigación en el City College of New York gracias a una beca posdoctoral del Principado tenía desde 2009 su plaza en el centro asturiano dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Sopesó y comparó y pidió una excedencia para llevarse su proyecto a Orleans (Francia), donde ahora es Directora de Investigación –lo que en España sería una catedrática de Universidad o profesora de investigación en el CSIC– en un laboratorio del CNRS, el centro nacional para la investigación científica que sería el equivalente francés del CSIC. “Digamos”, resume, “que me ofrecieron unas condiciones para desarrollar mi investigación que no pude rechazar”.

Conchi Ania es una “fan de los materiales de carbono” que ha dedicado toda su carrera a ellos, buscando nuevos materiales y nuevas aplicaciones. Los descubrió durante una estancia de posgrado de nueve meses con una beca Erasmus-Sócrates en Dublín. “Allí descubrí la investigación”, cuenta, “y me dije a mí misma ‘esto es lo que yo quiero hacer de mayor, esto es lo que me gusta”. A su regreso buscó financiación para una tesis doctoral, la encontró en el INCAR y por ahí guio todo su camino hasta hoy, tras el rastro siempre de posibles aplicaciones nuevas en el universo expansible de los materiales de carbono.

El proyecto que ahora la ocupa en Orleans explora su uso “para distintos procesos relacionados con el medioambiente, la energía o la biomedicina”. Los años de brega en varios ecosistemas investigadores distintos le dan distancia y perspectiva para asentar la impresión de que “España ha mejorado” en atención, recursos y sensibilidad hacia la inversión en ciencia e investigación, pero “queda camino”. Ella se marchó, cuenta, porque “Francia es un país que cree en la ciencia”, que ha entendido que “la investigación es una pieza importante del bienestar colectivo” y tiene esa convicción “anclada en la forma de vida y en la forma de entender la sociedad...”

Puede que en algún momento le haya costado decir lo mismo de España. Queda dicho que poco a poco va percibiendo que este país “va cambiando de mentalidad”, pero también se sigue viendo que hace falta “continuidad en los planes de I+D+i” para que no se corten ni “la transferencia de conocimiento entre generaciones ni la inversión que el Estado hace cada año en formación”. Un ejemplo a la vista de todos está en la cantidad de “doctores muy bien formados y motivados que ‘cuestan’ un montón de dinero al sistema español y se van por falta de financiación y perspectivas de investigación a largo plazo. Así”, remata Conchi el argumento, al final la inversión se aprovecha en otros países…” Habla alguien que hace veinte años, cuando volvió de Nueva York a España y sacó su plaza en el INCAR, pretendía hacer su carrera en España y casi diez años más tarde se dio cuenta de que España no podía ofrecerle el apoyo que necesitaba para desarrollar su proyecto de investigación.

Sus líneas de estudio alrededor de los materiales de carbono bifurcan sus aplicaciones en una multitud de direcciones que van de la mejora medioambiental a la energía o la medicina. En relación con el medio ambiente, se tantea su eficacia “en el tratamiento de aguas residuales y de agua potable, por ejemplo para eliminar contaminantes emergentes que no se degradan en los procesos convencionales de las depuradoras”. “Se pueden utilizar también para la purificación del aire en ambientes interiores y exteriores” y su trabajo ha descubierto además enormes posibilidades en el estudio de las interacciones de estos materiales con la energía solar. La utilizan, explica Ania, “para degradar estos contaminantes”, para “mejorar el rendimiento de celdas solares” y generar “combustibles solares, a partir de desechos de biomasa, o energía solar renovable, como la producción de hidrógeno mediante la descomposición del agua”.

Uno de sus proyectos en curso persigue el uso de la fuerza del sol para mejorar la eficiencia energética del proceso de regeneración de los filtros de carbones activados que utilizan las plantas de tratamiento de agua potable y otro explora las aplicaciones biomédicas de los materiales de carbono. “A escala nanométrica”, explica la investigadora, hay “algunos que son capaces de emitir luz y pueden ser utilizados como agentes de contraste biocompatibles, empleándolos en la etapa de diagnóstico por ejemplo para poner de relieve las dimensiones de un tumor. También como agentes antitumorales, aprovechando sus propiedades anticancerígenas”. Esta parte del proyecto está en fase de ensayos en laboratorio in vivo con ratones y ayuda a ilustrar la versatilidad de los materiales del trabajo investigador de Conchi Ania y la extraordinaria variedad de sus aplicaciones. “Su versatilidad es enorme”, señala. “Dos ejemplos clásicos son el grafito y el diamante. Ambos son materiales de carbono, pero sus propiedades son completamente diferentes. Uno es opaco, el otro transparente; uno es conductor y el otro aislante…”

Habla una emigrante que hace diez años puso cosas en la balanza y decidió apostar “por oportunidades de investigación”, que sigue diciendo que “me encanta lo que hago” y no quiso conformarse. “Decidí no acomodarme porque quería seguir intentando hacer realidad mis ambiciones científicas”, afirma, y ofrece como ilustración la conversación que tuvo con su padre cuando él quiso entender por qué se iba. “¿Por qué has decidido marcharte –le preguntó– si eres asturiana, te has formado aquí y eres funcionaria en Asturias?” Su respuesta es una especie de filosofía de vida. “Llevo mucho tiempo luchando por estar donde estoy”, le dijo. “Creo que todavía puedo hacer grandes cosas en mi campo de investigación y tengo mucha ilusión. Aquí, lamentablemente, no puedo y ahora mismo Europa y Francia me dan esta oportunidad. Me voy porque tengo que hacerlo para seguir avanzando en mi trabajo”. Añadió al argumento que para ella “Europa también es casa”, que “la primera oportunidad en mi carrera investigadora la tuve gracias a una beca Erasmus” y que “soy fruto del sistema español y europeo”. Él, obviamente, lo entendió.

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