Opinión

"¡Tatinoporahí!"

El área quirúrgica es una casa donde convive una familia bien avenida. Y como en toda familia, encontramos un miembro al que, por mérito propio y porque el resto se encuentra amparado en su compañía, se eleva a la condición de patriarca. ¡Tatinoporahí!, sale la voz de uno de los quirófanos. Y está, el doctor Faustino Pozo, Tino para los amigos, o Tatinoporahí para el colega que precisa que el jefe le saque las castañas del fuego, sale disparado hacia el quirófano, a sabiendas de que algún compañero las pasa canutas: una hemorragia que se pone necia, un paso complicado en la intervención, una duda de si voy por aquí o por allá, en una palabra, se le requiere in situ para la actuación del maestro. Tino dio el paso de gigante a la cirugía laparoscópica en mi hospital de Mieres. Y su equipo, fieles discípulos, seguimos sus enseñanzas dentro y fuera del quirófano con la prudencia que exige un cambio radical en la técnica quirúrgica. Para entendernos, o abrir el mondongo de arriba abajo, o a través de cuatro o cinco orificios en el abdomen y resolver el problema. Los cirujanos de mi quinta no tuvimos opción, entramos por el aro, no fue fácil, aunque con el ¡Tatinoporahí! nuestros pacientes gozan de buena salud. En nombre de ellos y de nuestras coronarias, gracias, maestro.

También estaba Tino por ahí cuando montamos "Cabo Juan", obra de teatro en tres actos, cuadro actoral reclutado entre los trabajadores y trabajadoras del hospital, dirigida por José Luis Fernández, y un servidor a la pluma. Trabajaron de cine, no lo digo yo, lo dijo la crítica. Recorrimos todos los teatros de Asturias, y sólo suspendimos una función, en el teatro Filarmónica, por infarto de Tino, y nos temimos lo peor. Duro como una peña, con un stent y un marcapasos, a las dos semanas subió al escenario. Tatinoporahí no falló ni en el quirófano ni en la escena.

Y como al mozo no le parecía de justicia que a los saharauis les abrieran la pancha para extirpar una vesícula enferma, metió en la maletona un quirófano de laparoscopia, y junto a otro equipo de odontología al mando del doctor Javier Blanco, nos instalamos en las arenas del Sahara, en los campamentos de Rabuni, cerca de Tinduf, y con Tatinoporahí de director de orquesta libramos de cólicos y otras dolencias a un buen número de pacientes. Él repitió un par de veces. Y se ganó otro infarto.

¿Tatinoporahí? Ya no. ¿Dónde leches andas? Que te has muerto. Ja, eso es lo que tú te crees. Mira, Tino, estamos en un mundo que poco a poco se pone del revés, y más que nunca necesitamos de hombres extraordinarios como tú. Eres un lujo necesario que no debemos permitir tu marcha. Así que a ver cómo te las apañas. Dile a la dama de las narices que se dé otra vuelta y pase a recogerte otro año. ¿Qué dices? ¿Qué recuerde qué? Y tú, Manolín, vas de culto: en latín recuerda es "re-cordis", te digo: "Volver a pasar por el corazón". Ah, si es así, te esperamos. No tardes.

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