Ana Zamora vuelve a conquistarnos con su delicado y apasionado homenaje a nuestro patrimonio teatral. En este caso se adentra en el barroco con una obra poco conocida de Calderón, que está llena de referencias medievales y donde la magia y la fantasía son protagonistas. Es asombroso y enormemente meritorio el trabajo excelente, meticuloso, porfiado y callado que la directora y dramaturga lleva haciendo durante casi 25 años al frente de Nao d’Amores, y que ha merecido el Premio Nacional de Teatro en 2023 por su labor de recuperación de textos medievales y renacentistas. Ya el nombre elegido para la compañía es toda una declaración de principios, pues es el título de una obra de Gil Vicente en la que una nave repleta de locos enamorados surca los mares en pos de la felicidad. También aquí la princesa Lindabridis, hija del rey de Tartaria, tiene que emprender la marcha a bordo de su castillo volador para encontrar un pretendiente que venza a su hermano Meridián en un torneo. Es una maravilla la interpretación de Inés González como la princesa protagonista, lo bien que dice el verso, con claridad, ternura y contundencia, imprimiendo a su personaje un montón de matices, frescura y determinación. Mikel Arostegui brilla también como Febo, haciendo honor a su nombre, y pretende a Lindabridis, sin importarle abandonar para ello a su amada Claridiana, que aparece convertida en hombre y acompañada de su criado Malandrín (Alejandro Pau), que tanto nos recuerdan a la Rosaura y el Clarín de "La vida es sueño" y a las mujeres travestidas del teatro de Lope. El personaje de Claridiana, convertida en hombre para vengar su honra, abatida por los celos y el despecho, es una mujer "de armas tomar" que protagoniza los duelos y equívocos más divertidos de la función gracias a la esmerada actuación de Elisabet Altube. Miguel Ángel Amor compone un fauno delicioso, que a pesar de su ferocidad y el artilugio impactante de tijeras-acordeón retráctiles con las que intimida a sus adversarios, conmueve como monstruo enamorado, despreciado e incapaz de comprender el porqué de su rechazo, un trasunto claro de Segismundo, King Kong o la Bestia. Su iconografía cencerril nos recuerda a las mascaradas ibéricas y los guirrios, así como el vestuario de todo el elenco a los bordados portugueses o balcánicos. Como es ya marca de la casa, la música cobra especial relevancia, compuesta por Miguel Ángel López y Mª Alejandra Saturno e interpretada en directo por Alba Fresno, Alfonso Barreno e Isabel Zamora, que hacen también las veces de actores, y estos a su vez cantan y bailan, creando un conjunto armónico de gran belleza y muy bien empastado. La escenografía es un mecanismo complejo que saben manejar a la perfección con una manufactura artesana que nos recuerda a los cuentos troquelados y se va armando y desarmando en escena como un "Exin Castillos", creando cuevas, gradas, mar y hasta un castillo volador. Un trabajo sobresaliente, que reivindica el papel de la mujer, respetando escrupulosamente a los clásicos, pero apostando por la cercanía y la labor minuciosa y delicada de las cosas bien hechas, con un ritmo ágil e implacable. El Filarmónica se rindió con un sostenido aplauso a su "paisana" Ana Zamora, nieta de los académicos Alonso Zamora Vicente y la asturiana María Xosefa Canellada.