Asturias exporta talentos

Martínez de Aguirre: "La cultura asturiana no se esfuerza por avanzar y desarrollarse"

"Hacer una temporada de ópera para unos pocos, aunque es necesario, no es suficiente, hay que abrirse a públicos menos exclusivos"

Ignacio Rodríguez Martínez  de Aguirre.

Ignacio Rodríguez Martínez de Aguirre. / Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Ignacio Rodríguez Martínez de Aguirre (Bélgica) Oviedo, 1996. Estudios elementales de violín en la escuela Divertimento. A los 9 años fue invitado a un concierto como violín solista en el Palacio Real de El Pardo. En 2008 ingresa en el Conservatorio Profesional de Música de Oviedo, obteniendo la máxima calificación. En 2021 entra en la Philharmonie Südwestfalen de Alemania. En la actualidad trabaja en la Belgian National Orchestra, en la plaza de primer violín tutti.

Arrancamos con fuerza. El ovetense Ignacio Rodríguez Martínez de Aguirre, primer violín tutti en la Belgian National Orchestra, destaca varías tareas pendientes en el panorama cultural asturiano: "El sistema de selección del profesorado debería cambiar por completo. Me he encontrado con profesores que llevaban años sin pisar un escenario. Sin embargo, habían hecho todos los cursos necesarios que les permitían optar a las mejores plazas de docencia. Esto me parece inaceptable. Los alumnos necesitan profesores a los que admirar y de los cuales puedan obtener esa experiencia sobre las tablas de un escenario".

Sobran profesores "que te hagan cumplir con unos ridículos criterios de evaluación y faltan músicos y artistas en las aulas. También la ley de incompatibilidades es una de las incongruencias más dañinas que me he encontrado. Como su propio nombre indica hace incompatible que un profesor lleve una carrera de conciertos y paralelamente pueda dar clase y formar músicos. Esto no tiene sentido ninguno. He visto perderse enormes oportunidades de tener a artistas de muchísimo prestigio nacional e internacional que aman Asturias y a los cuales les encantaría formar parte del desarrollo artístico asturiano, que se han tenido que ir a que su talento fuese aprovechado en otra parte por culpa de esta ley. Algo muy triste e impensable en cualquier otra parte de Europa. Una fuga de cerebros a todos los niveles".

Asturias se ve desde el exterior como "una tierra tremendamente rica en cuanto a cultura y recursos, con una buena inversión. Una tierra capaz de albergar cualquier proyecto cultural, pero bastante mal gestionada. Desde mi punto de vista el problema de nuestra región es la mentalidad conformista. Para mí, la cultura asturiana no se esfuerza por desarrollarse y avanzar. Se conforma con ofrecer los mismos proyectos año tras año intentando que los gastos sean cada vez menores. Esto atrae a un público fiel, pero muy selecto. Necesitaríamos abrirnos a públicos menos exclusivos, traer proyectos diferentes y ofrecer la cultura a muchos niveles. Utilizar la cultura como un arma de integración social más a menudo. Hacer una temporada de ópera para unos pocos, aunque es necesario, no es suficiente. La cultura en los países del norte de Europa tiene muchísimas funciones distintas y la oferta es amplísima y para muchos públicos diferentes. Esto es algo que deberíamos adaptar en Asturias".

A los jóvenes asturianos que quieran dedicarse a las artes escénicas y a la música les recomendaría "que pensasen en grande, que no se limiten ni se conformen con lo que tienen a un paso de salir de casa y que apunten lo más alto que quieran apuntar. Que no dejen a nadie decidir por ellos de qué son capaces o de qué no y que no tengan miedo a tirarse a una piscina sin agua. Encima del escenario no existen las malas experiencias ni los rechazos, lo que existe es un proceso de aprendizaje muy largo y personal".

Las cosas que se echan de menos son "las más simples del día a día. La familia, la amabilidad de la gente... También la luz del sol, la comida y la playa son cosas que me gustaría que en cualquier parte fuesen como en Asturias. Tengo muchos recuerdos que guardo con cariño pero la mayoría son de mis padres cantando. La voz de mi padre cuando canta es algo que me pone los pelos de punta y es algo a lo que acudo cuando me encuentro falto de motivación o inspiración. Hay recuerdos muy bonitos de mis dos padres cantando juntos que consiguen ponerme la carne de gallina. Ya sea cantando Beethoven o Mozart en el Auditorio Príncipe Felipe o ‘El chalaneru’ en cualquier chigre o sidrería. Ese amor por la música a cualquier nivel es en lo que me han educado y a lo que dedico mi vida".

Una de las experiencias "más bonitas de mi vida es cuando por casualidad compartí escenario con mi madre. Yo estaba de gira por Europa con la Gustav Mahler Jugendorchester tocando la 3.ª Sinfonía de Mahler y dio la casualidad de que pasábamos por Oviedo y el coro que cantaba con nosotros era el de mis padres. En este caso solo mi madre cantaba porque la obra consta únicamente de coro femenino. Mi padre tuvo la suerte de verlo desde el público. Una experiencia muy bonita".

El primer viaje al extranjero que hizo fue "a los 13 años. Viajé con mis padres a Maastricht, una pequeña ciudad de Holanda para conocer al que a día de hoy considero mi maestro, Boris Belkin. En estos primeros viajes uno ya se da cuenta de las grandes diferencias de concepto que existen. Uno descubre un mundo sin pretensiones ni vergüenzas. Se percibe la educación musical de una forma diferente, mucho más estructurada y focalizada en la comunicación y el escenario. Mi profesor dedicó todo su esfuerzo a que yo, como profesional, consiguiese enfrentarme a cualquier tipo de situación. Gracias a esto, después de mucho esfuerzo, las oportunidades comenzaron y yo estuve preparado para afrontarlas todas y no descartar ninguna".

El respeto al músico, lamenta, "no está muy presente en nuestra tierra. Muchas veces he tenido que escuchar la famosa frase ‘¡Ah, eres músico! ¿Y que más?’... Se tiene un concepto desvirtuado de lo que supone estudiar Música, una carrera llena de sacrificios físicos y psicológicos y de horas de estudio. Se trata al músico como al bufón de la sociedad y esto aún no ha cambiado. Me pregunto qué sería de una sociedad sin música y sin todos esos ‘bufones’. También reconozco errores en el sistema educativo artístico y me di cuenta de esto muy joven, con 12 años".

Por ello, su decisión "y la de mis padres fue la de llevar una formación paralela a la que se ofrece en el Conservatorio y, más adelante, salir a buscar una oferta educativa más amplia e interesante, con profesores mejor preparados. Seguimos tratando a las artes escénicas de la misma manera, estructurando la educación como si estuviésemos hablando de un grado en Ingeniería o cualquier otra carrera universitaria, lo cual me parece un gran error. Demasiada teoría mal aplicada y muy pocas oportunidades para aprender encima de un escenario".

Terminamos con suavidad: "Recuerdo con mucho cariño los innumerables ensayos de coro a los que iba con mis padres. Ellos tenían que cantar y mientras tanto yo me quedaba escuchando el repertorio que tocase ensayar, algo que influyó enormemente en mi formación musical, aunque yo no me estuviese dando cuenta". Ah, de Candás, el pueblo de su padre, le llega del ayer "el olor a mar, a puerto, a marisco en la cocina... un olor muy característico y que no me he vuelto a encontrar en ninguna parte".

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