Andrés Gutiérrez Usillos, el gijonés que capitanea el Museo de América
El director de la institución, que ha publicado la novela "La conjura de La Rueda", tuvo claro que, al buscar la temática americana, "mi destino estaba fuera de casa: a veces hay sacrificios necesarios"

Andrés Gutiérrez Usillos. | SEBAS CANDIOLLI
Andrés Gutiérrez Usillos (Madrid). Nacido en Gijón en 1967, viajó a Madrid para concluir la especialidad en Antropología de América y doctorarse en la Universidad Complutense. Hoy trabaja como director del Museo de América, una de las instituciones de referencia internacional en relación con el patrimonio americano. Ha publicado "La conjura de La Rueda" recientemente, una novela de ficción histórica ambientada en la Nueva España del siglo XVII
El gijonés Andrés Gutiérrez Usillos se presenta: "Mi profesión es la de facultativo conservador de museos estatales y he estado, los últimos años, al cargo de una colección de arqueología americana. Ahora estoy al frente de la dirección del Museo de América, y lo que me resulta más difícil es seguir en contacto con las colecciones y con la investigación que es lo que realmente me gusta".
Llegó a Madrid con el objetivo de estudiar Antropología Americana en la Universidad Complutense que, entonces, "era uno de los pocos centros donde se podía acceder a esta especialidad. Siempre me había interesado el pasado, la arqueología, y en particular el mundo indígena americano. Supongo que el cine tuvo mucho que ver en ello. Había comenzando a estudiar Historia en la Universidad de Oviedo, pero surgió la oportunidad de solicitar un crédito bancario para estudiantes en 1988 y me lancé con el apoyo de mis padres y padrinos como avales".
Su primer viaje fuera de Asturias fue precisamente a Madrid, "como parte de la selección asturiana de hockey en las competiciones nacionales, hacia 1979 u 80. Recuerdo pasar en autobús por la Ciudad Universitaria e imaginarme que algún día, que entonces veía muy, muy lejano, estudiaría en alguna de esas facultades".
Al terminar el primer año de universidad en Oviedo, "mis padres me animaron a que me fuera de viaje y me fui solo a conocer una parte de Italia. Quería visitar las ciudades, saborear la arqueología clásica, y me impresionó la monumentalidad de Roma o de Florencia, pero sobre todo recuerdo que me sorprendió Venecia, porque la había imaginado de una forma diferente y no estaba entre mis planes pero quizá fue lo que más me sorprendió al jugar con una expectativa muy baja".
En el primer viaje a Quito, Ecuador, para estudiar materiales para la tesis doctoral recorrió "durante tres meses distintas regiones, y sus paisajes y sus gentes. Quedé impresionado por las dimensiones de todo. Por ejemplo, la inmensidad de ríos en los que no se divisa la otra orilla, o el porte gigantesco de las montañas nevadas y volcanes de los Andes, o arrebatadora exuberancia de la vegetación en el oriente, hasta las polillas, más grandes que la palma de la mano. También me sorprendió la similitud de algunos paisajes que me recordaban, en escala más pequeña, a las montañas de Asturias".
Cuando viajas, afirma, "también te das cuenta que el mundo no es tan grande y que ha estado más conectado de lo que cabía imaginar. En mi casa, en Gijón, mi abuela cocinaba ‘moros y cristianos’, fréjoles negros con arroz blanco, un plato que me encanta y hago de vez en cuando, pero nunca imaginé que no fuera un plato asturiano… hasta que viajas a América y en particular al Caribe y compruebas que es una de tantas influencias de la emigración retornada".
Cuando fue a estudiar a Madrid pensaba que tras obtener el título "tendría que dedicarme a otra cosa diferente (la docencia seguramente), pero después de la licenciatura vino la tesis doctoral y la beca de investigación, luego las oposiciones, y después ir encontrando un sitio dentro de los museos estatales, pues mis primeros destinos no tenían relación con América. Es bueno tener un horizonte, y aunque haya que dar rodeos muchas veces para llegar, no hay que perderlo de vista. En Asturias hay museos fantásticos, pero en mi caso, al buscar la temática americana tenía claro que mi destino estaba fuera de casa. A veces hay sacrificios necesarios".
La incertidumbre sobre el futuro "es lo que termina derribando esperanzas. Al terminar la carrera y hasta que tuve la beca de investigación, conseguí diferentes trabajos, desde repartidor de correos, a grabador de datos, o vendedor en grandes almacenes. En el camino surgían oportunidades, y en ocasiones me veía tentado a quedarme en alguna de ellas porque eran más estables o cómodas. Hay que elegir a veces entre la comodidad o la inmediatez o aguantar un poco más hasta encontrar otra cosa más acorde con lo que te gusta. Eso sí, todos los trabajos y todas las personas con las que nos vamos cruzando son un aprendizaje, nos ayudan y enriquecen como profesionales y como individuos. Nos enseñan a ver las cosas desde diferentes perspectivas"
Asturias es un lugar "donde se disfruta de calidad de vida. A diferencia de las condiciones en otros territorios, sobre todo pensando en grandes ciudades, donde la distancia de la casa al trabajo es una importante inversión diaria de tiempo, el coste de vida es elevado, la cantidad de gente en las calles excesiva... Asturias siempre ha sido un referente como lugar donde se vive bien, a pesar de la emigración, o el constante cierre de negocios, etc. De hecho, mis hermanos Alberto y Marta, siguen viviendo en Gijón y no creo que lo cambien por ningún otro lugar. Yo ya estoy habituado a la vida en Madrid que, sin duda, tiene también otras ventajas, pero veo cómo en Asturias se disfruta de la proximidad del campo o la montaña, de las playas y de la gastronomía de forma más intensa e inmediata, casi sin necesidad de planificarlo. El riesgo es que todo esto supone un gran atractivo turístico, y es preciso un equilibrio entre esa calidad de vida de los que continúan viviendo allí con la atracción de recursos que puedan ayudar a mejorar los negocios y empresas locales. Es difícil no dejarse arrastrar y, a la larga, es un deterioro que ya han vivido otros lugares: los pisos turísticos, la masificación, el aumento de precios y el descenso de la calidad, que a la larga va en perjuicio de todos".
Sus padres, Leonardo e Isabel, le dieron libertad para "poder vivir mi vida, no me juzgaron por vivirla o por equivocarme, y sobre todo me enseñaron a relativizar los problemas, a no rendirme y a escuchar y respetar a todos los demás. Procuraron educarnos como buenas personas para convivir en comunidad, lo que implica en ocasiones renunciar a algo propio por un bien común. Mi madre siempre me animaba a viajar, a disfrutar, a aprender, pero tan solo me pedía una cosa: que en Navidad volviera siempre a casa con la familia. Su principal consejo es que hiciera lo que hiciera o estuviera donde estuviera, no olvidara mis raíces y las tuviera como referente. Hoy mis hermanos también intentan mantener unida a la familia ahora que mis padres ya no están y yo voy menos por Gijón. Es importante no olvidarse de dónde venimos y agradecer a todos los que nos han ayudado a avanzar en la vida".
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