Crónicas gijonesas
¡Nos invaden los americanos!
Tras la explosión del barco "Maine" en el puerto de La Habana y el inicio de la guerra de España contra Estados Unidos en 1898, Gijón comenzó a fortificarse por el cerro de Santa Catalina ante el temor de un ataque "yanqui" al país

Crónicas gijonesas

Hace 127 años España mantuvo una guerra con Estados Unidos. En el año 1898, ―entre abril y agosto,― con un Alfonso XIII de doce años y con Práxedes Mateo Sagasta como presidente del Gobierno español, se temió que los americanos invadiesen el país. En abril de ese 1898, ante la declaración de guerra tras la explosión el 15 de febrero del barco "Maine" en el puerto de La Habana, se hablaba de buques estadounidenses que iban a atacar puertos españoles, entre ellos el de Gijón, y una psicosis de terror y de peligro invadió la ciudad.
Hasta tal punto fue la cosa que el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Gijón solicitó, ante las amenazas y ante la posible agresión americana, que Gijón fuese fortificado. De hecho, algo se hizo al respecto durante los meses de guerra. Por ejemplo, el derribo de la famosa farola del cerro de Santa Catalina, justamente el día 30 de julio de 1898, constituyó el inicio de esa defensa ante el posible ataque americano. Se derribó la farola y la vivienda que estaba al lado y que en tiempos había sido la capilla de Santa Catalina.
El 5 de abril de 1898 leemos en el diario "El Noroeste": "La Junta Consultiva de Guerra ha acordado que se proceda inmediatamente a fortificar la entrada del puerto de Gijón, colocándose baterías en el cerro de Santa Catalina y en los cabos de Torres y San Lorenzo". En el mismo diario el 21 de abril se resumía el mensaje de la corona que avisaba que si no cesaba Estados Unidos en su actitud y provocación "tornaríase su provocación en intolerable y la ruptura de nuestras relaciones con Washington sería inmediata".
A los dos días se anunciaba que "ante las circunstancias excepcionales en que estamos Gijón necesita que se refuerce la artillería de la plaza y que se coloquen cañones de más alcance". Además, se pedía facilitar las comunicaciones con las fábricas de armas de Trubia y Oviedo y con las de pólvora de La Manjoya y Lugones. El general Álvaro Suárez Valdés (que da nombre a una calle en El Coto) escribió al alcalde de Gijón, Tomás Dimas Garcia Cuesta, lamentando que en la ciudad no hubiera un gran lugar para el alojamiento de abundante tropa. En ese momento Gijón cotaba con una guarnición de solamente 45 soldados. Dos años más tarde se puso la primera piedra del cuatel de El Coto. Suárez Valdés era de Grado, vivía en Gijón, y en su casa de El Coto murió en 1917.
La idea de que los americanos ―"esa piara de cerdos que gruñen en Nueva York", leemos en "El Comercio"― pretendían invadir Gijón se extendió por la ciudad y la prensa local de abril y mayo de 1898 es una fuente interesantísima para comprobarlo. También la de Avilés. Lemos en "La Voz de Avilés" del 23 de abril de 1898: "A las seis de la mañana varios cañonazos sordos pusieron en alarma al vecindario que creía que la escuadra yanki estaba en La Bagariza y que bombardeaba Avilés".
Un anuncio en la última página de "El Noroeste" del domingo 24 de abril. Se daba cuenta de la partida del vapor de nombre "Ernesto" directamente a La Habana, el día 27 de abril, con carga y pasaje. Su capitán, José M. Garteis, advertía "se cubre el seguro contra riesgo de guerra a prima muy económica".
Fue caso de alarma colectiva en Gijón. Apareció por la ciudad, el 26 de abril de 1898, un extranjero "a quien por su aspecto y trazas se le tomó en principio por un yanqui". Cuentan los diarios que se le había visto en el cerro de Santa Catalina con unos prismáticos y tomando unos apuntes. Se le detuvo al no portar documentación, se le llevó a la comisaría y allí manifestó que era de la colonia inglesa de Transvaal, en Sudáfrica, y que había llegado a Gijón vía León. Pero parecía evidente que había caído en varias contradicciones: que decía que no sabía español, pero estaba leyendo un periódico de Gijón "cuando el cabo Fernández lo detuvo", que no quería enseñar el pasaporte…
Tuvo que ser el vicecónsul británico, Pellington de apellido, quien, tras entrevistarse con el hombre sospechoso ―que vestía levita negra, sombrero de hongo y tenía "teñido de negro el bigote"― confirmó que no era un "yanqui". Comprobado que no era ni americano ni espía se le acompañó al hotel La Marina en la plaza del Marqués, que era donde se alojaba, y luego a la Estación del Norte para coger el tren rumbo a Oviedo ya que su idea era ir a Lisboa, "a pesar de que había justificado su presencia en Gijón con el fin de embarcarse en El Musel hacia Dunkerque". Todo ello ante la abundancia de gijoneses y gijonesas que se habían aglomerado ante la fonda y que seguían a ese "extranjero sospechoso o chiflado", al posible yanqui, por las calles de la ciudad.
Terminaba "El Noroeste" del 27 de abril de 1898: "Una vez cerciorada la autoridad de que el citado individuo no era norteamericano, fue puesto en libertad. En los tiempos que corremos no tiene nada de particular que los dedos se nos vuelvan huéspedes, pero conviene no obrar con ligereza para evitar detenciones arbitrarias".
Retrato de Gijón
27 de octubre de 1937

27 de octubre de 1937 / UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA EN LOS ÁNGELES (UCLA)
La Guerra Civil en Gijón terminó el 21 de octubre de 1937. Seis días más tarde reporteros americanos filmaban en la ciudad la vida cotidiana y eso pasó a ser el fondo de William Randolph Hearts que ahora ve la luz tras años en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). En la imagen se distingue a la derecha la Escuela de Comercio y el Antiguo Instituto y a la izquierda el solar que desde 1853 hasta 1934 había ocupado el teatro Jovellanos, donde hoy está la Biblioteca Pública Jovellanos. Es la calle Begoña pero en ese día, ―miércoles 27 de octubre de 1937,― todavía era oficialmente la calle del 14 de Abril. Desde diciembre de ese 1937 ya fue la calle de Enrique Cangas y medio siglo más tarde volvió a ser la calle Begoña.
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