El PSOE asturiano sopesa gobernar en solitario ante las dificultades de un acuerdo con IU
El clima interno en la FSA se agita: el reproche de Francisco Blanco, un paraguas para otros descontentos

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El PSOE asturiano afronta la opción de comenzar a gobernar esta legislatura en solitario ante las dificultades para un acuerdo que han mostrado las conversaciones con Izquierda Unida de cara a conformar un Ejecutivo de coalición. La dicotomía del PSOE está en elegir mantener el proyecto económico para Asturias iniciado la pasada legislatura y que pasó por la aprobación de leyes que persiguen simplificar trámites administrativos para la actividad empresarial o asumir las exigencias de IU, que pone como condición para un gobierno conjunto poder reformar ese corazón legislativo sobre el que los socialistas han asentado su modelo para los próximos años. Un nombre está en el centro de ese debate: el vicepresidente Juan Cofiño, al que IU señala directamente como la expresión de la alianza del gobierno de Barbón con los empresarios y que el PSOE ve en cambio como el principal activo de gestión del gobierno.
Las conversaciones que hasta ahora han mantenido ambos partidos no auguran nada bueno. Llamadas telefónicas y mensajes arrojan un resultado de desencuentro. IU sabe que el PSOE necesita reforzar su mayoría de 19 parlamentarios y que pocas opciones tiene más allá de los partidos a su izquierda. Los socialistas se niegan a entregar a la coalición consejerías económicas sensibles o a enterrar las reformas legales realizadas (cierto es que no obtuvieron en su aprobación el respaldo de los partidos más a la izquierda) y sobre las que se apoya un modelo de administración impulsado por el vicepresidente Cofiño.
El diálogo entre ambas formaciones ya ha chocado en las alianzas municipales. Los socialistas plantearon un acuerdo por el cual IU debía respaldar gobiernos socialistas en minoría. La coalición, consciente de que esa exigencia desataría incendios con las direcciones locales, limitó la exigencia a evitar gobiernos de la derecha. San Martín del Rey Aurelio está en el foco: los socialistas ganaron las elecciones pero tienen la animadversión del resto de partidos, incluida IU, dispuestos a unirse para arrebatarles el poder. Si el PSOE mantiene la alcaldía en San Martín será por la debilidad de alguno de los partidos menores o porque el PP haya decidido abstenerse a cambio de otros acuerdos municipales.
Con ese espinoso comienzo, el camino hacia un gobierno de coalición se muestra «difícil y tortuoso», coinciden dirigentes de ambas formaciones. Por parte de IU ya se ha hecho llegar a la dirección socialista el mensaje de que si el PSOE no acepta la entrada de IU en la gestión del «corazón económico» del Gobierno no habrá alternativas y Adrián Barbón deberá encarar un arranque de legislatura sin aliados. En medios socialistas se trata de minimizar el impacto de ese escenario y se apunta que sería asumible incluso la prórroga de los próximos presupuestos autonómicos, aunque habría que evaluar el impacto de esa situación en nuevas inversiones financiadas con fondos europeos.
Fuentes socialistas coinciden al señalar que aún es pronto para ver de qué modo se desarrollarán las conversaciones con IU de cara a conformar un gobierno de coalición. La FSA quiere iniciarlas una vez se hayan despejado las incógnitas municipales. Pero en IU ya advierten de que si no hay una disposición a asumir los planteamientos económicos expresados por la coalición, las conversaciones pueden ser un mero maquillaje que quizás hay que ahorrarse. Las miradas se sitúan también en el escenario de las próximas elecciones generales, el 23 de julio, y ambos partidos evalúan el mensaje que percibirá el votante en los distintos escenarios. Para Izquierda Unida, una alianza sería un ejemplo de entendimiento progresista. En el PSOE, no obstante, se evalúa el riesgo de replicar un modelo que estará en el ojo del huracán de los ataques de una derecha embravecida por el resultado de las últimas municipales.
El PSOE también tiene en cuenta otras cuestiones: un acuerdo con IU probablemente tendría que ser sometido al parecer interno del partido y los ánimos dentro de casa no están del todo tranquilos. La intervención en el último comité autonómico del secretario general de Industria del Ministerio, Francisco Blanco, afeando directamente a Barbón el modelo de primarias para conformar las listas al Congreso y al Senado, la elección de Adriana Lastra como cabeza de candidatura y las supuestas «maniobras» de la FSA para primar a algunos nombres no han hecho más que avivar unas ascuas internas que se habían enrojecido por los últimos resultados municipales. Dirigentes de la FSA achacan la reacción de Francisco Blanco a «motivos estrictamente personales», pero lo cierto es que su crítica ha destapado otras territoriales, en especial de la agrupación de Gijón, sumida en un clima de clara ruptura interna. «La crítica de Pachi Blanco ha sido aprovechada por francotiradores», dice un veterano socialista. Pero no se descarta que después del 23J la FSA entre en un proceso de formación de familias y corrientes, algo que fue natural en el socialismo asturiano pero que quedó homogeneizado por el terremoto interno que supuso la llegada de Pedro Sánchez.
En círculos empresariales no se oculta la preocupación por los efectos que podría tener la presencia en el Gobierno regional de una IU dispuesta a efectuar reformas en el modelo ambiental y a establecer condiciones para la actividad económica. De ahí que tampoco se vea con malos ojos un intento de los socialistas de arrancar la legislatura sin ataduras. Eso sí, para ello todos coinciden en que la interlocución con el PP debería abrir una nueva etapa que, con la contienda de las urnas a la vuelta de la esquina, hoy resulta imposible.
La formación de alianzas locales y las conversaciones para tratar de encontrar un punto intermedio de dos planteamientos, el del PSOE y el de IU, ahora irreconciliables, determinarán las posibilidades de un gobierno de coalición que parte con muchas reticencias. Por si acaso, los dos partidos exploran los escenarios con una incógnita aún por resolver: ¿tiene sentido un acuerdo de la izquierda en el que no esté Podemos?
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