Asturias exporta talentos

Zafira Castaño pide “prepararse para ser competitivos como región y ser pacientes”

“Cuánta diferencia hay entre nuestra infancia y la de nuestros hijos; lo tienen todo y, aun así, se aburren, hay algo que estamos haciendo mal”

Zafira Castaño, en Harvard.

Zafira Castaño, en Harvard. / Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Zafira Castaño (Boston). Zafira Castaño-Corsino (Gargantada, Langreo, 1980) es una investigadora principal en Rubius Therapeutics, experta en inmunooncologia, formada en la Universidad de Harvard, y emprendedora social con experiencia en redes de colaboración mundiales que promueven la innovación y el emprendimiento, lideradas por la Fundación Norteamericana IMFAHE que preside. Vive en Boston con su marido, Ashish Gupta, y su hija, Zaina.

Zafira Castaño pide “prepararse para ser competitivos como región y ser pacientes”

Zafira Castaño. / Tino Pertierra

La bioquímica langreana Zafira Castaño ve el vaso siempre medio lleno: “Confío en las personas y las buenas intenciones. Los asturianos somos amantes de nuestra tierra y de nuestra prosperidad, y tengo plena confianza de que aprendemos de nuestros errores. Pero también tenemos que ser conscientes de que mover y cambiar una mentalidad cuesta tiempo. No podemos modernizarnos, ni intentar estar en la vanguardia de las tendencias como región de un día para otro. Necesitamos abrir la mentalidad de las personas, prepararnos como región para ser competitivos, y tenemos que ser pacientes”.

Sus recuerdos más entrañables “vienen de Gargantada y La Felguera, donde crecí con libertad, con la bicicleta, rodeada de familiares, amigos, bosques y animales. Con ellos pensaba cómo hacer una caseta en un árbol, cómo bajar lo más rápido posible con la bicicleta por aquellas cuestas interminables, o qué travesura hacer. Cuando vivía en La Felguera, mi abuela era la única llamada desde la ventana que me recordaba que ya había terminado la diversión y era hora de ir a cenar. No teníamos abundancia de juguetes, pero lo teníamos todo gracias a nuestra imaginación. Hoy veo cuánta diferencia hay entre nuestra infancia y la de nuestros hijos. Lo tienen todo y, aun así, se aburren. Hay algo que estamos haciendo mal”.

Para ella viajar “es parte de mi personalidad. Tuve la suerte de hacerlo con mis padres a diferentes países, y eso me ayudó a ser más receptiva con otras culturas. Con 17 años me fui a estudiar a Navarra, con 26 viví en Londres, y con 28 me fui a vivir a EE UU, donde resido y tengo la nacionalidad. Cuando estudiaba en la Universidad, trabajaba los fines de semana para conseguir unos ahorros y seguir viajando. Me encantaba coger una mochila y marcharme a conocer países nuevos yo sola, para poder conocer a gente nueva y poder practicar el inglés. En esos viajes tuve la suerte de conocer a gente increíble de otros continentes, viajar a sus países mentalmente gracias a las historias que compartían conmigo, y planear mis siguientes vacaciones para poder conocerlos. De esos viajes he cultivado maravillosas amistades con las que aún sigo en contacto. Cada año intento visitar tres países diferentes y con solo organizar los viajes mi estado de ánimo se eleva”.

En 2015 pensó que “no tenía ninguna intención de volver a Asturias-España de forma física a medio-largo plazo, pero quería volver de forma intelectual. Quería devolver lo que había recibido y lo que me ha ayudado a formarme como persona. Quería volver para poder ayudar a las personas que han decidido quedarse allí de forma valiente para mejorar nuestra región y construir nuestro futuro. Como yo hay muchos profesionales que quieren volver de forma intelectual pero no tienen las herramientas. Así comenzó mi andadura en el emprendimiento social. En 2015 cofundé la Fundación IMFAHE que hoy presido, en la que de forma online reconectamos el talento fugado, que está trabajando en las organizaciones más prestigiosas del mundo, con estudiantes, profesores, y organizaciones de su país de origen”.

Echa de menos a todos y todo: “Los paseos por el parque viejo de La Felguera con mi abuelo, las comidas con los abuelos, estar en Gargantada con mi familia. Los olores de mi infancia: el ocle del Cantábrico, el musgo de los húmedos y verdes bosques, la hierba recién cortada en junio, la matanza en invierno o el olor de las sidrerías. La gente jovial, habladora, cercana, humilde y trabajadora. La gente dice que el éxito tiene un precio. Yo no estoy segura de haber alcanzado el éxito en el extranjero. Para mí el éxito viajaba conmigo. Gracias a la familia que tengo, y por haber tenido la fortuna de haber nacido y crecido en Asturias. Eso es lo que me ha definido en la vida, lo que ha forjado mi carácter y lo que me mantiene con los pies en la tierra”.

En cada país, cada cultura ha tenido obstáculos superables “y gracias a cada paso que he dado para superarlos, me ha ayudado a sentirme más segura de mí misma y no tener miedo a nuevos retos. El mayor obstáculo que no he podido superar es el de la distancia con mi familia. Da igual cuántas veces me haya despedido de ellos, que cada vez que lo hago es igual de duro. Y lo más duro es perder a un familiar cuando estás en el extranjero. Pienso en los momentos que no pude disfrutar de su compañía, en la impotencia de no estar allí para poder consolar y apoyar a mi familia. Es y será mi mayor obstáculo”.

Ve a Asturias como “un vergel de talento y con las mejores condiciones para trabajar en cuanto a calidad de vida. Debemos aprovechar las nuevas tecnologías y ofertar Asturias como centro de referencia nacional e internacional para teletrabajar. Gracias a la colaboración con la Universidad de Oviedo también he podido ver que hay una escuela de ingenieros informáticos muy potente, y existe un nicho para el desarrollo de empresas dirigidas al desarrollo de aplicaciones informáticas o ciberseguridad. Ese tipo de empresas no requiere grandes inversiones ni necesita de grandes instalaciones”.

Su experiencia trabajando y viviendo en Boston, “el ecosistema referente en el mundo en ciencias de la salud, es la colaboración e inclusividad. En Asturias, y en España en general, aún tenemos arraigado el esto es mío, o si yo soy bueno, ¿por qué tengo que trabajar en el extranjero? ¿Por qué tengo que hablar inglés? No podemos progresar ni avanzar solos, debemos hacerlo de forma conjunta, ser inclusivos siendo receptivos con otras formas de pensar y pensar de forma global. Los factores que han marcado el éxito del ecosistema de Boston son el talento, inversión económica, la colaboración e inclusividad. Los dos primeros parámetros son fáciles de conseguir, el tercero requiere un cambio de mentalidad”.

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