El Sporting se ahoga en El Alcoraz y desata la crisis: dura derrota (3-2) en Huesca
El equipo rojiblanco cae en el tiempo de descuento y se complica la vida en su nueva batalla por la permanencia
El Sporting se ahogó en El Alcoraz (3-2) con una derrota que le dejará seguro cicatrices. La derrota desata una crisis total en el tercer proyecto deportivo de Orlegi Sports. La realidad es tan cruda como clara: el equipo debe prepararse para evitar el entierro. Ahora mismo, es un serio candidato a perder por primera vez en su historia su condición de profesional. Quizá alguno deba reflexionar y dejar de lado las excusas. La crisis es tan incontestable que deja a todos magullados: a la organización, a los artífices de la plantilla, al entrenador y a los futbolistas. El técnico al que el grupo quería renovar queda en una posición vulnerable, aunque el reparto de culpas debe ser mucho mas amplio. El club debe abrocharse el cinturón, porque le vienen curvas.
El TAD disfrutó del soleado domingo y ni siquiera se dignó a contestar al recurso de un Sporting desesperado por rescatar como sea a su guardameta titular para un partido al que el mismo vestuario catalogó como “final”. Rubén Yáñez se pegó una paliza en balde y fue un animador más de La Mareona en las gradas de El Alcoraz. No le molestan en absoluto los respaldos a un equipo necesitado de autoestima, más aún si se trata de un futbolista de la jerarquía del meta catalán. Christian Joel saltó de golpe al once para disputar uno de los partidos más importantes de su carrera al tiempo que Albés rescató al hombre de la máscara para abrochar la zaga y reforzar un equipo de circunstancias. Olatexea, su chico para todo, siempre dispuesto a faenar, se ubicó en el centro de la defensa como escudero de Maras. Las molestias de Nico Serrano, otro elemento a esquivar, si se tiene en cuenta la ausencia de Gaspar, condicionaron un equipo plagado de centrocampistas. Gelabert se acostó a la izquierda. Y Dotor respaldó a Nacho Méndez y Martín en la medular.
Y el Sporting saltó al verde responsabilizado. Con una mentalidad de superviviente más que de candidato, víctima de las circunstancias y necesitado de puntos. Los muchachos de Albés se limitaron a evitar desgracias. El objetivo inicial era contener daños para después, si acaso, estirarse. Los esfuerzos se concentraban en negar espacios a Soko, un futbolista veloz pero también fino, al que le espera enseguida la elite. Se empeñaba el equipo gijonés en cuidar hasta el límite los detalles y, sobre todo, en resguardarse. Los locales no encontraban rendijas. Pero respiraban, porque solo era de ellos el balón. El encuentro se detuvo casi diez minutos tras un golpetazo de Valentín, el hermano de Pol, que ahora corretea en Inglaterra. Pretendía el Sporting alcanzar la gloria a base de contrataques. Y en mitad de ese ejercicio de resiliencia se topó con el éxito. Diego se estiró en la banda, levantó la cabeza y conectó con Nacho Méndez, que la clavó con destreza en el palo corto.
Se vio el equipo gijonés por encima del marcador, pero con demasiado partido por delante. El 0-1 fue un respaldo insuficiente, porque no hirió al Huesca, que se echó adelante. Los de Antonio Hidalgo cada vez atacaban más arriba y los gijoneses ya no se sentían tan seguros de sí mismos. No descansaba nunca con una posesión; ni tampoco amenazaba la guarida de Jiménez. Solo una contra horriblemente ejecutada por Otero y Gelabert amenazó a El Alcoraz. Hasta que Soko entró en escena. Christian Joel enseño su repertorio. Todos sus recursos: primero para negar la igualada al atacante africano, y después para sacarse de encima un disparo de Joaquín. Pero el Huesca ya estaba desbocado. El primer tiempo se le estaba haciendo larguísimo a un Sporting que languidecía. El tiempo de prolongación duró una eternidad en Mareo. Ocho minutos de castigo. Dos goles encajados. Y caras de miedo de camino al vestuario. El empate llegó por la insistencia y el olfato de Soko. Pulido la mandó al área, Kortajarena la conectó de cabeza y Joel sacó un guantazo. Pero el balón quedó muerto. Justo donde irrumpen los goleadores que uno de los proyectos más modestos de la categoría tiene y que en Gijón echa en falta desde tiempos de Michael Santos.

Así fue el partido entre el Sporting y el Huesca / Área 11 / Verónica Lacasa
No hubo tregua. En un abrir y cerrar de ojos, otro mazazo. El segundo de los oscenses llegó de la peor manera: un envío de córner cerrado, con posible pantalla a Joel mediante, acabó con Pulido embocando a gol. Olaetxea vio la amarilla por protestar. El VAR tampoco echó un cable en Mareo.
Regresó el Sporting tras el descanso repleto de ansia y con mayor vocación ofensiva. El resultado ya no sujetaba la estrategia ni permitía fiar el éxito a un contragolpe. Se tiró arriba el equipo de Albés. Y la valentía encontró enseguida premio. Un centro perdido al segundo palo acabó con Dubasin por los suelos tras un agarrón subterráneo de Joaquín. En directo, Orellana Cid no vio nada punible. Pero esta vez desde Las Rozas le mandaron al monitor tras minutos de debate. La angustia todavía fue mayor porque hubo debate en la revisión. Aquí todos consideraban que tenían razón. La expectación y tensión en torno a la cámara explica la situación del proyecto deportivo. Dubasin demostró ser el más ingenioso: fue veloz al portador de brazalete, Nacho Méndez, único interlocutor válido con el árbitro, a advertir que el futbolista de la Sociedad Deportiva ya iba cargado con una amarilla. Orellana Cid resolvió con penalti, pero mantuvo al futbolista en el campo. Joaquín percibió el miedo: se había ocultado en la otra punta del césped. Otero volvió a demostrar que es un experto: clavó el penalti pese a la estirada de Jiménez. El partido se reestablecía de cero. Y el Sporting, principiante, repitió errores. Con el botín en la mano, dio dos pasos atrás al tiempo que el Huesca se tiró a la banda derecha donde Joaquín llevó al límite a Diego. El problema estaba en que cada balón que cae en el área de Joel acababa en peligro, casi siempre rematado por Soko o Kortajarena. Joel mantuvo al equipo en el partido tirando de reflejos. Capaz de todo. Minutos después volvió a hacer una salida un tanto extraña. El Alcoraz reclamó penalti por una mano de Maras cuando el balón le pegó en la espalda.
El partido estaba ya en el alambre y los dos equipos marcaron sus roles: el Huesca se lanzó a por la victoria con enorme vocación, mientras que el Sporting contenía la respiración a la espera de una contra. Caicedo ya estaba en el campo. El encuentro adquirió tintes bélicos en unos últimos minutos donde se mascaba la tensión. Y acabó en tragedia. Cuando el reloj ya anunciaba el final. Cuando más duele. Cuando casi no quedaba tiempo para reaccionar, recibió el Sporting un castigo: Jordi Martín, que llevaba un rato nada más en el campo, llevó la euforia a El Alcoraz tras conectar un balón muerto en el área. Para el Huesca fue un premio a la valentía. Para el Sporting otro golpe y un aviso: si no se logra reaccionar se corre riesgo de salirse por primera vez del fútbol profesional.
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