Opinión | Editorial
Una rebaja fiscal, la guinda al estirón económico de Asturias
Iba siendo hora de que el Principado se abriera a tocar los impuestos: las deducciones llegan a pocos asturianos y la negativa a compensar la inflación consolida subidas de tapadillo
Asturias vive un momento excepcional en tanto en cuanto vuelve a situar el foco sobre la economía, algo que no hacía desde la reconversión. Acaba de anunciarse una inversión de 650 millones con 2.600 empleos, la industria de defensa genera expectativas, la innovación toma protagonismo… Bienvenida sea por fin una rebaja fiscal como guinda para culminar el pastel.
Los tiempos y las sociedades evolucionan. Afortunadamente. Subir hoy impuestos no es de izquierdas, ni tampoco bajarlos de derechas. Los incrementó el Gobierno popular de Rajoy, por ejemplo, y los redujo el socialista García-Page en Castilla-La Mancha. Ahora también acaba de hacerlo Cataluña con la anuencia del independentismo progresista. Otro apriorismo desfasado: disminuir la carga fiscal beneficia a los pudientes. Depende de cómo y para qué se plantee.
¿Quién es rico? El rendimiento a efectos fiscales de los ingresos del 96% de los contribuyentes asturianos es inferior a 60.000 euros, y el de un 70% está por debajo de los 30.000. Un funcionario con carrera superior gana 35.000 euros. Un profesor de instituto, 40.000. Un médico de familia con poca antigüedad, 70.000. Un catedrático universitario, 80.000. Ninguno entra en la categoría de millonario. Son parte de la clase media, la que nutre el erario.
Igual que ningún ciudadano cuestiona a estas alturas la necesidad de contribuir para mantener los servicios, los políticos deberían asumir que no todo consiste en estrujar los bolsillos de los de siempre. También les corresponde eliminar el despilfarro, el gasto improductivo y la grasa. Quien niegue estas evidencias se aferra sin sentido a una antigualla ideológica. Mitigar o agravar la presión impositiva es simplemente cuestión de ser o no ser competitivos. Y los asturianos estaban dejando de serlo por un inmovilismo que los colocaba en manifiesta desigualdad frente al resto de los españoles.
Ya iba siendo hora de que el Principado se abriera a un cambio. La vía de las deducciones esgrimida como alternativa resulta más cosmética que real: favoreció a 83.000 asturianos de 500.000 declarantes. La negativa a compensar la inflación consolidó subidas de tapadillo cada campaña. Los socialistas se estaban quedando en tierra de nadie. No convencían, por diferentes causas, ni a la oposición, ni a sus propios socios, ni a una mayoría de asturianos castigada y víctima de una paradoja: las rentas bajas soportaban aquí el gravamen más alto de España.
Veremos en qué queda la cosa, y si va en serio. Hace tiempo que los astros económicos no se alineaban de forma tan positiva para Asturias, que afina herramientas de las que no disponía hasta ahora para atraer nuevas iniciativas. La multimillonaria inversión para una fábrica solar en Gijón, anunciada en exclusiva el viernes por LA NUEVA ESPAÑA, coloca a Asturias en vanguardia de la transición ecológica, con miles de empleos de por medio. Llegan extranjeros, teletrabajadores y migrantes en busca de refugio climático y alta calidad de vida. Fallaron los augures de la pérdida del millón. Los pisos en venta vuelan. Tres factorías de defensa están en marcha.
Oviedo, Gijón y Avilés interesan a tres universidades privadas, un acicate para acompasar también el sistema de enseñanza público a las demandas actuales. Las buenas conexiones por carretera, tren y avión desbordan las ciudades de visitantes. El acelerante completo ya sería despejar el futuro de la siderurgia, abaratar la energía, fortalecer la red eléctrica y culminar esa reforma de la burocracia estancada.
Aprovechemos el viento de cola. Para repartir riqueza hay que generar riqueza, que se multiplica apoyando a los ciudadanos, los empresarios y las empresas con una fiscalidad proporcionada, progresiva y justa, descontaminada de prejuicios. A la larga, no existe mejor política social. Ni estrategia más eficaz para apuntalar el estirón. n
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