Opinión
Las dos Américas y nuestra ley de Ciencia
La inseguridad de los científicos con la llegada de Trump mientras Asturias se lanza a la carrera investigadora
A la vez que Trump, un presidente grandón, en la nación más poderosa del mundo, somete a revisión a una parte de los programas de investigación básica USA, en Asturias, una pequeña región, se aprueba la "Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación", para fortalecer la actividad investigadora y desarrollo regional. Alguno de los jóvenes investigadores asturianos que participan en importantes programas en Estados Unidos han avisado ya a sus familiares de la inseguridad que les produce la política científica del presidente Trump, y la expectativa a estar de regreso en breve tiempo.
Al lado de la América progresista, comprometida con el mundo, investigadora, existe otra América, en la que aún hoy se excluye de la enseñanza a Darwin y la teoría evolutiva y se niega el cambio climático antropogénico, por ejemplo. Entre las motivaciones de la política de Trump, bajo el lema "América ante todo" (America first) que tanto perjudica a la investigación científica básica, hay un antecedente claro: la doctrina atribuida al presidente Monroe que, en 1823, proclamó el famoso postulado "América para los americanos". En los dos casos se quiere decir "América para los norteamericanos", en 1898 se trataba de los últimos restos del imperio español, hoy, del Canal de Panamá, Groenlandia, Canadá, más el control de las tierras raras allí donde se encuentren. Se trata de una actitud claramente expansionista.
Alexis de Tocqueville en la "Democracia en América" ya anticipó esta dualidad del gigante americano. Y muestra tal conocimiento de los Estados Unidos que se adelanta un cuarto de siglo al señalar la probabilidad de la Guerra Civil Americana (1861-1865) y los rasgos generales de la democracia posterior. También señala el gran pensador político francés la facilidad con que, puntualmente, la democracia del estado social puede puntualmente convertirse en despotismo, por la subordinación de los más capaces a los prejuicios de los ignorantes. Pero hay que tener esperanza, pues este tipo de crisis en Norteamérica –señala Tocqueville– son muy esporádicas. Hay que esperar que la memoria de los miles de norteamericanos que vinieron a morir en Europa durante las guerras mundiales para luchar por la democracia contra las autocracias y la intensa labor investigadora de muchas de las mejores universidades del mundo hagan del grandonismo de Trump un episodio pasajero.
La ley de Ciencia Tecnología e Innovación para fortalecer la investigación y el desarrollo regional es un importante gesto y una oportunidad, un paso decisivo del gobierno regional y de la Junta General del Principado en la dirección correcta en favor del incremento de los "conocimientos sistemáticos, rigurosos, y precisos", según la formulación de G. Bueno, y la vieja expresión clásica kantiana de "entrar en el recto sendero de la ciencia".
Esto no es óbice para que no debamos olvidar las grandes dificultades que suelen acompañar a la investigación científica. Alguna ya la señalan los investigadores asturianos, como el exceso de burocracia. Es preferible que haya que soportar algún exceso o pequeño abuso de un investigador, a que el mayor tiempo de los científicos esté absorbido por las tareas administrativas. Otra dificultad es la escasez de vocaciones científicas. Investigador es el que tiene la voluntad de investigar toda la vida, siempre, no una o dos veces, para hacer el doctorado, por ejemplo. Por eso, tenemos en España grandes investigadores, pero muy pocos. Una gran mayoría de científicos son excelentes profesores, pero sin una clara vocación investigadora. La ley asturiana de ciencia nace con la voluntad manifiesta de que no se malogren vocaciones investigadoras.
La lucha por abrir camino a la investigación científica en Asturias ha tenido aspectos muy modestos. En los años 60 y 70 hubo un esfuerzo en no pocos institutos de enseñanza media de Asturias por rectificar el imperio de la novela rosa y contra la obsesión por los ovnis, en perjuicio de las teorías científicas, dos temáticas muy del gusto de la Dictadura. Y en mi aldea yo tuve un vecino que aseguraba haber encontrado una luna cuando araba –l.labraba–. "Enchepao" mostraba la prueba del hallazgo: tenía una media luna de lata, un poco deformada porque –aseguraba su dueño– había caído desde una altura de cerca de 400.000 kms. Tuvo entonces que intervenir el Sr. Maestro para puntualizar que no hay lunas de repuesto que se caigan a las tierras de labor. De estos esfuerzos en favor del espíritu científico nacieron las primeras generaciones de científicos, que actualmente habitan los centros de enseñanza superior. Para las nuevas generaciones, consumidoras compulsivas de "tuits", "reels" y otros formatos modernos, ojalá se acometa un esfuerzo educativo similar.
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