Desde Roma

Las esculturas fascinantes, frescos y la imperial Loggia Dipinta del palacio Altemps

Construido por Girolamo Riario en el siglo XV, es una de las cuatro sedes que tiene el Museo Nacional Romano en la ciudad

El singular Ares con el niño que besa sus piernas.

El singular Ares con el niño que besa sus piernas. / MARÍA TERESA ÁLVAREZ

María Teresa Álvarez

María Teresa Álvarez

Hace unos cuantos años, antes de comenzar mis otoños en Roma, quise grabar en el interior del palacio Altemps para uno de mis capítulos de "Mujeres en la Historia", el dedicado a Isabel Roser, que consiguió profesar como jesuita, pero que luego sería expulsada de la Compañía. No pude acceder al interior porque se encontraba en obras para adaptarlo a lo que es hoy: una de las cuatro sedes que el Museo Nacional Romano posee en la ciudad. Se encuentra muy cerquita de Piazza Navona, de la Universidad de la Santa Cruz y de la Basílica de Sant’Apollinare.

Mi interés por este lugar se debía a que durante un tiempo el palacio Altemps fue residencia del embajador español, Juan Vega. Corría el siglo XVI y aún no se habían establecido la Embajada de España cerca de la Santa Sede, en el palacio Monaldeschi, de Plaza de España. En uno de los salones del palacio Altemps, la embajadora, Leonor de Osorio, gran seguidora y benefactora de Ignacio de Loyola, presidió una reunión entre este e Isabel Roser, que, al dejar la Compañía, les reclamaba parte del dinero que les había dado.

No volví a ocuparme de este lugar, pero al conocer que también había sido la sede del Colegio Español de San José, durante más de sesenta años, sentí curiosidad por conocer el entorno en el que tantos sacerdotes españoles vivieron durante su formación en Roma.

Las esculturas fascinantes, frescos y la imperial Loggia Dipinta del palacio Altemps

El nacimiento de Afrodita del «Trono Ludovisi». / María Teresa Álvarez

Mandado construir por Girolamo Riario, que era sobrino del papa Sixto IV, el palacio Altemps fue comprado en el siglo XVI por el cardenal Marco Sittico Altemps, de origen alemán.

Con el transcurrir de los años el edificio terminaría siendo propiedad del Vaticano hasta 1997, año en el que el Estado italiano se hizo con él, convirtiéndolo en un referente histórico de la ciudad.

En el palacio Altemps se puede contemplar una colección única de estatuas antiguas: romanas, griegas y alguna egipcia. La muestra está nutrida por muchas piezas pertenecientes a patrimonios privados de la nobleza romana. Entre todas, destaca la colección de Ludovico Ludovisi, sobrino del papa Gregorio XV. La villa Ludovisi se levantaba en el antiguo jardín del historiador Cayo Salustio.

A esta colección pertenece "El suicidio del Gálata", una copia romana del siglo I a. C., tallada en mármol, de una escultura griega desaparecida. En opinión de algunos expertos, el original podría ser obra del escultor Epígono, de la Escuela de Pérgamo, en el 220 a. C. La escena representa a un gálata que después de darle muerte a su mujer está a punto de suicidarse, antes de caer en manos de sus enemigos. Dicen que la escultura original y otras cuatro, entre las que se encuentra el "Gálata moribundo" (hoy en los Museos Vaticanos), fueron encargadas por el rey Atalo I para perpetuar su victoria contra el pueblo celta o gálata. Atalo I, el rey de Pérgamo, que pasó a la Historia por ser el fundador de la segunda biblioteca más importante del Mundo Antiguo, después de la de Alejandría.

Las esculturas fascinantes, frescos y la imperial Loggia Dipinta del palacio Altemps

Loggia Dipinta, con bustos de muchos emperadores / María Teresa Álvarez

Otra de las esculturas de la colección Ludovisi que podemos ver en el palacio Altemps es la conocida como "Trono Ludovisi". Es un bloque de mármol de Paros, esculpido en bajorrelieves por los tres lados y hueco en su parte posterior. De ahí su nombre ya que pudo haber sido utilizado como trono. Su origen es debatido. Hay quienes lo sitúan en el siglo V a. C.

En la parte central se refleja el nacimiento de Afrodita, diosa del amor (que, dicen, salió del mar en Chipre). Dos figuras femeninas la ayudan a cubrirse con un paño. Se supone que las dos mujeres que la atienden son las Horas, diosas de las estaciones. En los laterales, dos escenas protagonizadas por figuras femeninas. En una se representa a una mujer cubierta con un velo que coloca incienso en un pebetero, semejante a un candelabro de un solo brazo. En el otro se puede ver a una muchacha desnuda, sentada con las piernas cruzadas, y con un pañuelo que sujeta su cabello, tocando la flauta.

Las esculturas fascinantes, frescos y la imperial Loggia Dipinta del palacio Altemps

La fachada de Loggia Dipinta. / María Teresa Álvarez

Los estudiosos interpretan estas dos escenas como representaciones del Amor. Uno casto, espiritual, ofreciendo una libación. El otro sensual, representando el amor físico.

Otra de las esculturas que ha llamado mi atención es la del dios Ares. No solo por su belleza, sino por lo curioso de su actitud. Ares, es el dios de la guerra. Las esculturas y reproducciones que he visto de él siempre representan a un hombre fornido, impetuoso, desafiante. Con lanza, casco y escudo a punto de combatir.

El Ares Ludovisi es distinto. En esta copia del original griego de Lisipo, Ares aparece sentado, desnudo, con una expresión de tranquilidad no habitual, pero cuando se recorre con detenimiento la escultura, se descubre que la causa de esa placidez, tal vez resignada, es un niño muy pequeño que besa las piernas de Ares e intenta jugar con él. Un niño casi siempre consigue lo que quiere. Es su hijo Eros, que será el dios del amor. Aunque hay quienes opinan que Eros no es hijo de Ares y su mujer Afrodita, basándose en lo que dice Platón en "El banquete", cuando afirma que Eros fue concebido por Poros y Penía en la fiesta de cumpleaños de Afrodita.

Las esculturas fascinantes, frescos y la imperial Loggia Dipinta del palacio Altemps

Frescos de las habitaciones privadas. / MARÍA TERESA ÁLVAREZ

Sea como fuere la escultura es muy sugerente. La copia que hoy se contempla esculpida en mármol pentélico, fue restaurada en algunas partes muy deterioradas, como la nariz, el escudo o los pies, por Gian Lorenzo Bernini, que utilizó mármol de Carrara, que era el más similar.

Los amantes de la escultura encuentran en este lugar material suficiente para disfrutar durante un buen rato.

Sería interminable enumerar las esculturas que aquí se encuentran. Solo aludiré a una más esculpida en el siglo II d. C. Es la cabeza de Erinia o Medusa Ludovisi, que aparece dormida. Me ha impresionado la placidez de sus gestos, propios de un sueño reparador.

Además de las espléndidas esculturas, en el palacio Altemps merecen especial atención los frescos originales de las habitaciones privadas y la hermosa Loggia Dipinta, en la que se exponen los bustos de muchos de los emperadores romanos.

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