La figura de la semana

La escritora gijonesa Pilar Sánchez Vicente es en realidad Marilina y le apasiona disfrazarse en Antroxu

Apasionada de los viajes y el teatro, creció subida a una mesa cantando a Concha Piquer y ahora tiene en "Maneras de vivir" de Rosendo su canción preferida

Alegre, entusiasta y fantasiosa, la novela histórica es el género que más le motiva y el teatro y disfrazarse en el Antroxu son dos de sus pasiones

La figura de la semana: Pilar Sánchez Vicente

La figura de la semana: Pilar Sánchez Vicente / Mortiner

Pablo Antuña

Pablo Antuña

Gijón

Marilina, como la llamaban de niña, y lo siguen haciendo en su entorno familiar, nació en su casa de la avenida Portugal a la luz de una vela durante una apagón. Por eso Pilar, su madre, decía siempre que había salido tan fantasiosa. Tenía apenas siete años cuando ya ganó un concurso de escritura con un cuento en el que las mujeres alquilaban maridos en un fábrica y los devolvían si salían mal. Una historia, que también resume su vena feminista. Pero Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961), que acaba de ganar el Premio Edhasa con su novela "El cantar del norte", es ante todo una apasionada de los libros y la historia. Dos inquietudes que ya mostraba desde su juventud junto a sus cuatro hermanos –Xuan Xosé, Rubén, Ignacio y Arantxa–, en una casa en la que el padre Juan José era maestro, y las lecturas, la cultura en general y la rama de las letras acabó cautivándoles a todos, salvo la excepción de Rubén, que es ingeniero informático.

Vecina en la actualidad de El Natahoyo, a escasos metros de San Esteban del Mar, Pilar Sánchez Vicente estudió en el Rey Pelayo, antes de pasar luego al IES Doña Jimena, y la Universidad de Oviedo, donde se licenció en Historia. Y su vida profesional la ha llevado a trabajar en la Biblioteca Jovellanos de Gijón. Su marido Ángel Luis y su hijo Héctor, que trabaja como Matemático en Cracovia (Polonia), son dos grandes apoyos de una persona alegre y entusiasta, como la definen sus allegados, y que ha escrito ensayos, novelas y guiones de televisión. Además ha sido reconocida con premios como la "Comadre de Oro" y el "Timón". Y ha publicado varios libros, como "Mujeres errantes", "La Muerte es Mía", "La hija de las mareas", "Luciérnagas en la memoria", "La Diosa contra Roma" o "Sangre en la Cuenca".

"Maneras de vivir", de Rosendo, es su canción preferida. Y la que ya ha trasladado que le gustaría que pusiesen en su funeral. Un tema que es un modo de vida, como el "carpe diem". Por eso tiene claro que quiere aprovechar y disfrutar todos los instantes de su vida, y sumergirse en cualquier actividad y propuesta. Espera por eso la llegada de su jubilación para apuntarse a una charanga, porque siempre le encantó disfrazarse y disfrutar a fondo del carnaval. Y también contar en ese momento con tiempo para aprender a tocar la pandereta.

Como buena gijonesa tiene claro que no podría vivir en un lugar sin mar. Ni tampoco piensa nunca dejar a un lado su carácter alegre, animoso y de disposición cuando se le requiere para algo. Esa vitalidad que transmite, junto a una energía para muchos envidiable, le hace afrontar la vida también desde una visión siempre positiva, encontrando ese lado bueno de las cosas de cualquier situación.

Los viajes son otra de sus pasiones, posiblemente por su inquietud y curiosidad, algo que ya manifestaba cuando se subía encima de la mesa de la cocina de su casa a cantar a Concha Piquer. O junto a su hermana Arantxa organizaba lo que llamaban "El club La Malvarrosa" y ella era la presidenta. También, cuando se las ingeniaba para agenciarse el libro de "La isla del tesoro" de sus hermanos. Pero esa fantasía e ilusión estaba presente siempre en su día a día, entre tebeos de "Pulgarcito" o "Mortadelo".

Discípula de Ignacio Ruiz de la Peña, catedrático de Historia Medieval de la Universidad, una figura que le marcó especialmente, la novela histórica es uno de los espacios en los que mejor se desenvuelve a la hora de escribir. Y sigue aún manifestando en su día a día ese espíritu "farandurelo", que resaltan desde su entorno, que hace que muchas veces parezca esa niña que organizaba las funciones de teatro, su otro punto de escape.

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