El destino somos nosotros

"Gente en el tiempo", de Massimo Bontempelli, aúna un realismo de muchos quilates y una trama con resonancias mágicas

Cultura - Libros

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Una familia, una maldición y el destino. Con estos mimbres, en los que resuenan ecos de lejanas tradiciones literarias, caso del ciclo edípico de Sófocles, el escritor lombardo Massimo Bontempelli publicó en 1937 "Gente en el tiempo", una originalísima novela en la que desplegó una arquitectura muy meditada, de gran destreza técnica, en la que se tendieron la mano dos principios en apariencia contradictorios: por un lado, un realismo de muchos quilates, deudor del análisis psicológico y el estudio de costumbres; por otro, una trama alambicada, con resonancias mágicas, donde lo inverosímil se convierte en el sustrato primordial de lo cotidiano.

El punto de partida de "Gente en el tiempo" es muy seductor. En su lecho de muerte, la Gran Vieja, matriarca telúrica, por momentos arquetípica, de una rica familia instalada en la Coronata, una propiedad ubicada en Colonna, en la región del Lazio, convoca a las fuerzas vivas de la comunidad (el médico, el notario, el sacerdote) y a sus herederos directos (el hijo, la nuera, las dos nietas) para comunicarles una evidencia (que va a morir), expresarles un deseo (que quiere hacerlo sola) y trasladarles un oráculo (que todos sus descendientes morirán jóvenes). Desde ese instante, Bontempelli organiza en torno a la maldición de la Gran Vieja un fecundo estudio de la condición humana. Si mandar sobre los demás, como sugiere el novelista al comienzo de su obra, "es una forma de estar solo", la ominosa soledad de la Gran Vieja en la hora del adiós introduce un aterrador principio de incertidumbre en la sangre de su sangre. Cuando sus descendientes comiencen a morir con cíclica constancia (una muerte cada lustro), como si su sino estuviera grabado en piedra, la vida se convertirá en un fardo tan pesado como lúgubre. No en vano, la convicción de que todos moriremos, nos iguala. Pero el desconocimiento de la hora de nuestra muerte, introduce un principio de libertad en nuestras vidas. Sustraídos a esa libertad, señalado nuestro deceso por un dedo implacable, la cordura nos abandona.

Sin embargo, a medida que avanzamos en la narración, Bontempelli comienza a insinuar en la peripecia de los herederos de la Gran Vieja la sombra de la sugestión. Y pronto comprendemos que el destino no es otra cosa que una autoprofecía cumplida, y que a menudo basta con enunciar una posibilidad para que sus destinatarios pongan todo de su parte para que se cumpla. Es ahí, en el esforzado empeño de una familia por escapar a un destino que, paradójicamente, ella misma se obstinará en cumplir, donde "Gente en el tiempo" acaba por revelarse como la indagación acerca de uno de los combates más arduos que el ser humano enfrenta: el conflicto irresoluble entre el anhelo que nos consume por conocer nuestra suerte y la imperiosa necesidad de ignorarla para merecer una vida plena. Pues como se anuncia en las últimas páginas de esta extraordinaria novela: "No importa morir, lo que importa es no saber cuándo. La ignorancia es la juventud".

Gente en el tiempo

Massimo Bontempelli

Traducción: Andrés Barba

Editorial Acantilado

192 páginas, 16 euros

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