Opinión | Notas de estío

El cacique, el paniaguado y el periodista

Una polémica surgida en 1913 con origen en el mal estado del teatro Vital Aza de Sama de Langreo

El alcalde Gabino Alonso Fernández, un amanuense anónimo y Antonio Muñoz, corresponsal de "El Noroeste" en Sama de Langreo, son los tres protagonistas. La historia tuvo por escenarios los diarios "El Noroeste" y "El Carbayón" desde el que saltó, más de ochenta después, a las páginas del libro "Cinematógrafo y Varietés en Asturias". En la polémica alcalde-corresponsal un defensor del primero introdujo la denuncia de que en el "Vital Aza" tenían lugar "ciertos actos repugnantes" que Muñoz desmontó con argumentos. Hoy reconstruimos los hechos.

El cacique, el paniaguado y el periodista

El cacique, el paniaguado y el periodista

El teatro municipal en el verano de 1913 atravesaba por un mal momento. A. Muñoz, a comienzos de agosto, firmó un breve con este título "Una pregunta". En él daba cuenta de que los tramoyistas al cambiar un decorado comprobaron que los otros, además de carecer de cuerdas estaban muy deteriorados y que la alfombra del escenario había desaparecido. La razón de la pregunta era saber si el alcalde conocía los hechos.

El 13 de agosto en su crónica "Los concejales y Gabino", Antonio Muñoz comenzó crítico y contundente: "Una alcaldada más tenemos que apuntar hoy en el nutrido haber de este alcalde de Langreo, modelo de monterillas frescos y desaprensivos, llamado Gabino Alonso" que, "si no fuera que en ello van sagrados intereses del pueblo, las cosas de Gabino nos moverían a risa, porque a ratos es indudable que resulta un alcalde regocijante en demasía" concluyendo "¡Y Gabino es aún poca persona para que Langreo lo tome en serio!".

La siguiente andanada la dirigió a los concejales: "Estos señores hizo ya mucho tiempo que debían haberse quedado en casa, antes de soportar presidencia tan molesta y pesada" e informaba que en la sesión ordinaria celebrada el día anterior, el concejal Baldomero Alonso no solo no pudo tomar la palabra, sino que el alcalde consumó el atropello ordenando a los guardias municipales que entrasen en el salón para detener al concejal. Ante la protesta de los concejales, suspendió la sesión. Los ediles hartos de las vejaciones y menosprecios del regidor, instaron al primer teniente de alcalde Alejandro F. Nespral a que redactase un escrito al gobernador solicitando audiencia y relatando el comportamiento del alcalde. La carta era contundente y le anunciaban que, hasta que no se materializase lo solicitado, no asistirían a las reuniones a las que fueran convocados. La carta la refrendó toda la Corporación salvo el alcalde y dos concejales.

Un vecino de Langreo al que el alcalde negó la cesión del teatro para un acto acudió quejoso al autor del texto sin firma "Gabino y las Bellas Artes", publicado el 20 de agosto en donde se leen párrafos como: "No es de ahora el odio que Gabino siente hacia el ‘Teatro Vital Aza’. El teatro, como todo lo que signifique cultura, arte, ciencia, libertad, tiene en Gabino un adversario formidable". La consideración en que tenía a músicos y actores era demoledora: "Son unos vagos y borrachos". Muñoz terminaba con sorna "aquí no hay más pueblo, ni más concejales, ni más autoridad que Gabino: es decir aquí se cumple en todas sus partes la célebre frase "El Estado soy yo…".

A continuación un ladillo con el título "Los concejales de Gabino". En él se daba cuenta de la celebración de una sesión municipal, en segunda convocatoria, presidida por el alcalde. El autor desplegaba su ironía "se desarrolló como una seda en medio de un ambiente de apacible calma. En los escaños la concurrencia era numerosísima, pues el número de concejales se elevaba a la cifra de ¡UNO! (sic). El resto de los ediles son tan susceptibles y melindrosos, que se enfadaron con Gabino y, al parecer, no quieren volver al Ayuntamiento mientras el gobernador no les de cierta satisfacción. Por lo visto piden como condición para volver, que sea destituido Gabino, y hasta se habla de llevar a cabo una huelga de contribuyentes del concejo".

Aquello era demasiado y Gabino Alonso tenía que estallar. Su reacción no se hizo esperar y a primera hora de la tarde Antonio Muñoz recibió la visita de un guardia municipal, que le notificó que el alcalde le esperaba a las seis, en la Inspección de la guardia municipal.

Transcurridas cuarenta y ocho horas en las páginas de "El Noroeste" pudo leerse: "Gabino no ha hecho más que desatar su ligera lengua y amenazarme, mientras yo me reía por dentro como me río cuando oigo alborotarse el cotarro de las verduleras. Gabino me pidió explicaciones sobre la última correspondencia de Sama, exigiéndome (dijera) quien era el autor de la misma, añadiendo que alguno lo iba a pasar mal por contar en los periódicos lo que no debe. Gabino continuó atronando el recinto con su regocijante catilinaria, diciendo cosas sumamente peregrinas que sólo a su inmensa cultura pueden ser debidas; pero vamos, no me metió preso como yo me temía".

Muñoz le mostró lo que debería hacer: "Cuando un periódico ofende, a los tribunales con el autor, y si dice mentiras, a obligarle a rectificarlas, o a contestarle con la verdad. Eso de llamar a un ciudadano a la inspección, para soltarle una catilinaria llena de disparates, es una tontería de marca mayor, que contribuye a que los langreanos continuemos riéndonos de usted más cada día".

Un paniguado amanuense entró en escena, bien de motu proprio, o por indicación del regidor langreano. En primera página de "El Carbayón" del día 25 pudo leerse un artículo titulado "No hay derecho" firmado con el seudónimo, "Un amante del teatro". El primer párrafo era una andanada, sin citarlo, al corresponsal de "El Noroeste" pasando a explicar que Gabino Alonso es "de los que no gustan de que haya espectáculos a menudo por ser este pueblo refractario a los mismos, pero de eso a suponerle enemigo de lo que sea cultura, arte, ciencia y libertad, como dice el autor de la crónica sin firma, del 18 del corriente, no hay derecho". Continuaba señalando: "Dudamos haya negado el teatro para una compañía seria, pero si esto fuera cierto, causas a ello le obligarían, pues nos consta que el vecino que solicitó el coliseo es de los que con gusto complacería a D. Gabino" (…) "De todos es sabido la necesidad de hacer ciertas obras en aquél, pues hasta las cuerdas del telón llegaron a faltar, y hay quien supone que sirvieron para liar los baúles del conserje que había y se ausentó de la localidad".

Lo grave surgió cuando "Un amante del Teatro" introdujo en la polémica una novedad: "Y si a esto añadimos la denuncia presentada por el director del colegio instalado en el piso segundo del teatro, de que, en días de función, con motivo del ‘ambigú’, se aprovecha para algo más, para lo que no es tan fácil escribir, como no sea decir cosas ‘non sanctas’, quedará de sobra justificada la negativa del alcalde de no conceder por ahora el "Vital Aza" ínterin no se hagan en él las reformas necesarias".

Tras soltar el bombazo siguió con este párrafo: "Con que por hoy basta, pero conste que nuestro alcalde es tan amante de la cultura y demás de que se le quiere hacer carecer". Concluyendo de modo tajante: "de lo que no es amante ni consentidor es de que a espaldas del teatro se lleven a cabo ciertos actos repugnantes y sirva para correr ‘los bollos calientes y el aguardiente’ hasta el amanecer".

Si alguien pensó que con la salida de un defensor anónimo del alcalde iba a sobrevenir calma chicha en la tempestad levantada, se equivocaba.

Tres días después, Antonio Muñoz cargó su pluma y disparó con balas de tinta su argumentación con un nuevo artículo "Lo que hace un estómago". "Uno que no tiene nada de guasón, pero que al parecer come del presupuesto arrimado a la cola de Gabino, viene ayer contestando desde ‘El Carbayón’ a nuestra última crónica. Como si las cosas de Gabino tuvieran disculpa posible, así el tal ‘amante del teatro’, intenta justificar el último desafuero de nuestro monterilla. ¡Lo que mandan los garbanzos, Santo Dios!" Más adelante hizo notar la flagrante contradicción en la que incurría el anónimo espontáneo: "Dice el tal, que Gabino se funda para no conceder el teatro, en que después de terminadas las funciones en aquel, se corren los bollos y el aguardiente en el ambigú hasta el amanecer. El argumento es de peso, Gabino como alcalde, cuenta con guardia municipal espléndida y numerosa, que por lo visto consiente que nuestro Teatro municipal se convierta en taberna desde la una de la madrugada en adelante. Está perfectamente; y a confesión de parte…".

Antonio Muñoz finalizó con un mentís a la insidiosa acusación: "La denuncia a que se refiere "Un amante del Teatro" no ha existido, pues el dignísimo director del Colegio instalado en el segundo piso del teatro, niega que haya presentado nunca denuncia semejante. Y ya comprenderá el defensor de Gabino, que entre la afirmación de uno y otro nos habremos de quedar con la del Sr. Director. No se molesten los paniaguados, pues su labor será inútil. Para que Gabino sea buen alcalde tendría que nacer de nuevo. Y esto quienes mejor lo saben somos los langreanos".

El episodio de esta polémica acabó ahí. "Un amante del teatro" enterró en el descrédito silencioso su pluma sin poder justificar su dolosa denuncia; el alcalde del ordeno y mando se mantuvo al frente de la Corporación langreana durante cuatro meses y once días más sin dejar su condición de tipo atrabiliario. Antonio Muñoz, un defensor de la libertad, la cultura, en especial el teatro, y los intereses langreanos, no dejó su diario quehacer periodístico hasta 1931 en que regresó, tras haber pasado casi cuarenta años en Langreo, a su Madrid natal para dedicarse a otros menesteres.

En cuanto al libro "Cinematógrafo y Varietés en Asturias (1896-1915)" de Juan Carlos de la Madrid, señalar que en él se reflejaron textualmente dos párrafos del artículo "No hay derecho". Nuestra aportación completa, pero en nada empaña su excelente trabajo, pionero en su género, que abrió vías conducentes a profundizar en esa parcela de historia de nuestra cultura regional.

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