Opinión | Crítica / Teatro

Fiesta consonante

Ron Lalá homenajea a los espectadores

Confesó Lope de Vega que cuando escribía encerraba "los preceptos con seis llaves" y luego sacaba a Terencio y Plauto de su estudio para que no le dieran voces. Dispuestas así las cosas, concluyó: "Escribo por el arte que inventaron / los que el vulgar aplauso pretendieron, / porque, como las paga el vulgo, es justo/ hablarle en necio para darle gusto". O sea, nada de estetas, sólo poetas que hablen al personal como el personal reclama que se le hable: en plan normal, en verso, pero en plan normal.

Los de la compañía Ron Lalá se dedican, precisamente, a eso: a dar gusto al vulgo y a hacerlo con reverencia y devoción. No sacan a Terencio y a Plauto al escenario –están añosos, hay que admitirlo–, pero se presentan sobre la escena con el Fénix de los Ingenios, con Tirso de Molina o el propio Juan Rana a cuestas. Y superbién.

Lo que hicieron antes de anoche en Avilés, en el escenario del Niemeyer, fue montar un fiestón teatral, clásico y moderno, y también hicieron tiritar de gusto al personal que llenó la platea. Era una antología "de las mejores páginas" de la compañía –después de cinco lustros (o así) ya están para "mejores páginas"–, un regalo de qué felices éramos cuando salimos al escenario echando mano de algo tan revolucionario como el "Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo" ("este tiempo" es 1609, pero también 2005 y, mismamente, 2025). Y siendo todo esto, fue un homenaje a los propios espectadores, a esos que pagan entradas cada noche para conseguir dos horas de alegría infinita como con el número del eco, como con el hecho de colocar en rima consonante palabras tan tenebrosas como "ERTE" y conseguir descolocar al personal que supo, en su día de "Mi misterio del interior" (2005), "Mundo y final" (2008), "Time al tiempo" (2010) y "Siglo de Oro, siglo de ahora" (2012) o antes de anoche mismo.

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