"Un día la vida hace ‘clic’ y estás en la calle": historias de sinhogarismo con finales felices

Usuarios del albergue de transeúntes de Avilés relatan cómo quedaron sin hogar y cómo la estancia en el centro asistencial les ayudó a salir del pozo

Agustín Medina, Capu Pérez, la coordinadora del albergue, Cruz Fernández Heres; Juan Gutiérrez y la trabajadora social Soledad Rodríguez, ayer, en la exposición clausurada en el palacio de Valdecarzana. | Luisma Murias

Agustín Medina, Capu Pérez, la coordinadora del albergue, Cruz Fernández Heres; Juan Gutiérrez y la trabajadora social Soledad Rodríguez, ayer, en la exposición clausurada en el palacio de Valdecarzana. | Luisma Murias

Francisco L. Jiménez

Francisco L. Jiménez

La coordinadora del albergue de transeúntes de Avilés, Cruz Fernández Heres, habla con conocimiento de causa porque lleva más de una década escuchando historias de gente que se quedó sin hogar: "Un día la vida hace ‘clic’ y estás en la calle. Le puede pasar a cualquiera, también a ti o a mí". Gente que tenía una vida "normalizada", familia, trabajo, amigos... pero que un día vieron como su mundo se derrumbaba, entraron en un túnel oscuro y pasaron a engrosar el ejército de los llamados "sin techo", a vivir en la calle.

A fuerza de escuchar historias conmocionantes, el equipo humano que gestiona el albergue de transeúntes de Avilés ideó un proyecto para dar visibilidad a la realidad del "sinhogarismo": dar voz a los protagonistas en cuatro fases temporales –el "anteayer" (su infancia y juventud), el "ayer" (cuando la vida hizo "clic" ), el "hoy" (la salida del pozo con ayuda de los recursos del albergue) y el "mañana" (el futuro soñado). El resultado es una exposición que se pudo ver hasta ayer en el palacio de Valdecarzana y que próximamente se quiere mostrar en otros espacios públicos de Avilés.

Los nueve relatos que componen la exposición hablan de personas que fueron felices en su infancia, que llegaron a trabajar, que tuvieron hijos, que alimentaban ilusiones... Pero que fueron víctimas de la soledad sobrevenida, del alcohol o las drogas, de las muertes de seres queridos, de la enfermedad, de la falta de apoyos en momentos de confusión o de la pérdida del empleo, Circunstancia vitales que les golpearon duramente y les hundieron.

En esos relatos se habla de la dureza de la vida en la calle, del miedo, de la denigración que llegaron a sentir por ser tratados como personas "apestadas", de impotencia, de frustración.... Pero el denominador común de esas historias es que, gracias al paso por el albergue de transeúntes de Avilés, tienen final feliz. Unos expresan su agradecimiento por haber encontrado "manos amigas", otros dicen haber visto "la luz al final del túnel". Los hay que se han convertido en colaboradores del centro y ayudan a quienes ahora están en la situación que ellos estuvieron. Todos sueñan con cosas sencillas: vivir en paz, trabajar para poder tener ingresos, encontrar pareja, nunca más volver "a la calle".

El concejal de Servicios Sociales de Avilés, Agustín Medina, apostilló la importancia que tiene para el gobierno local el albergue: "Es una de las instituciones más importantes de Avilés porque reconstruye vidas".

En primera persona

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Capu Pérez | Ex usuario y colaborador del albergue

Yo de niño viví en Valliniello con papá y mamá, la casa era muy vieja pero nosotros vivimos muy felices allí. En mi infancia fui ciertamente feliz, sentí e amor y el cariño de los dos siempre conmigo.

De joven conocí el mundo de la noche, pero siempre con control. Un día llamaron por teléfono y papá se había muerto. Mamá y yo nos tuvimos que ir a vivir a La Carriona. A mamá le costó superar la muerte de papá. Desde entonces siempre estaba triste y yo no sabía qué hacer.

Un día mamá también se murió y yo ya no supe seguir solo. Todo lo dejé caer: no pagué la luz, ni otras facturas. Me quedé solo y me encerré en casa. La oscuridad era total. Hoy he pagado mis facturas, en casa vuelve a haber luz y yo he salido a la calle. He conocido personas que me aceptan y me cuidan y, a la vez, yo puedo cuidar de otros. Me siento útil, válido, comparto mi vida con gente y soy feliz.

En un futuro me gustaría seguir pagando mis facturas, seguir con las personas que hoy comparto mis días. No pido mucho. Ya si fuera posible, un trabajo y poder vivir tranquilo.

"Un día la vida hace ‘clic’ y estás en la calle": historias de sinhogarismo con finales felices

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Juan Gutiérrez | Usuario y colaborador del albergue

De mi infancia solo tengo buenos recuerdos. Nací en una familia de cuatro hermanos. A los tres meses, mi familia se fue a Amberes y allí crecí. Fui un poco trasto, no lo puedo negar. Estudié, trabajé y a los 24 años decido volver a España y continuar con mis andanzas.

Mi madre enfermó y mi familia volvió a Asturias. Mi padre me localizó y me pidió que acudiese a echar una mano en los cuidados de mi madre, y así hice. Tras fallecer mi madre comenzó mi decadencia, me hundí, perdí el trabajo, empecé a beber y a refugiarme en el alcohol... llegó la calle como nunca la había conocido.

Hoy estoy a la espera de que lleguen mis ingresos par ver la luz al final del túnel. Hace un año me dieron la oportunidad de parar y se acabó la calle... el beber para destruirme y la soledad. Me siento agradecido y fuerte para salir. Mi agradecimiento es en forma de colaboración y ayudar en todo lo que puedo. Así quiero seguir.

Aspiro a que me llegue el aviso de que en mi cuenta ya hay algo de dinero. Quiero recuperar mi vida. Una vida digna y cerca de los que ahora siento que son mi familia, con quienes sé que se puede contar y que siento que me valoran y a los que no quiero dejar de ayudar. Me siento inmensamente agradecido.

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