Entrevista | Violeta Alonso Presidenta del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, que estos días celebra su sesión plenaria en Madrid
"España necesita gente y que los descendientes de nuestros emigrantes consigan la nacionalidad facilitará el retorno de muchos"
"En los últimos 15 años y con gobiernos de distintos partidos, se ha duplicado la población española en el exterior y ha disminuido el número de personal asignado las oficinas consulares"
"Hemos pasado de 3 millones de españoles en el extranjero, eso son muchos votantes; nos gustaría que se empezase a hablar de una circunscripción electoral para la España exterior"

Violeta Alonso a las puertas de la redacción de La Nueva España, en Oviedo
Violeta Alonso es la presidenta del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior (CGCEE), un órgano consultivo y asesor del Gobierno de España que representa a los 3 millones de personas con nacionalidad española residentes en el extranjero. De ellas, casi 150.000 son de origen asturiano o nacidas en el Principado. De 45 años de edad, Violeta Alonso es leonesa de nacimiento, pero se crió en Oviedo desde los cinco años. Sus padres -el padre fue profesor en Geológicas y la madre, profesora de Instituto- residen en Oviedo, a donde Violeta acude con frecuenci. La presidenta del CGCEE estudió Ingeniería Técnica Informática en Oviedo y luego la Superior en la Politécnica de Gijón. Al acabar la carrera encontró trabajo en Madrid, donde pasó 8 años. La crisis del 2008 la pilló por delante, como a tantos, y tuvo que emigrar de nuevo con su familia en 2013. Se fue a Alemania. Reside en Fráncfort con su marido ovetense y sus dos hijos. Trabaja en temas de calidad para una compañía informática que lleva el sistema de gestión de clientes del Deutsche Bank. El CGCEE celebra estos días en Madrid su sesión plenaria, donde se analizan sus demandas relativas a la situación de los españoles en el extranjero. Sobre todo ello, habla Violeta Alonso en esta entrevista.
-¿Qué tal la vida en Alemania? ¿Cómo cambió desde que usted llegó?
-Laboralmente, muy bien. Desde que trabajo allí, he tenido una estabilidad laboral que nunca tuve los años que trabajé en Madrid. No solo la estabilidad, también las condiciones laborales. Me acuerdo de la primera vez que cogí vacaciones en Alemania. Dije: si necesitáis algo, me llamáis, aunque esté de vacaciones. Y dijeron: ¿cómo te vamos a llamar? ¡Es imposible, son tus vacaciones! Era algo que, en España, en los sitios donde había trabajado, no es que te preguntasen, prácticamente te exigían que tuvieses esa disponibilidad. En Alemania eso se respeta mucho. Eso te quita mucha presión de encima.
-¿Y la vida social?
-Eso es más complicado, por lo menos para mí. Los amigos están aquí, allí la comida es diferente, el tiempo es bastante malo. En Fráncfort está nublado todo el invierno, semanas y semanas. Los días de Asturias ahora me parecen muy soleados. La socialización no es tan fácil. Es verdad que, una vez que son amigos, los alemanes son muy buenos amigos. Pero es muy difícil establecer ese contacto. Lleva mucho tiempo. Incluso aunque hables alemán, como es mi caso, no te expresas en tu lengua materna. Entonces, hay ciertas cosas, ciertas conversaciones que no puedes mantener. O las puedes mantener, pero no son lo mismo.
-¿Preocupados por el auge de la extrema derecha?
-Sí. Ahora que ha habido elecciones hace poco, hay mucha preocupación. Por suerte, estoy en una zona donde no ha sido así. Vivo en el oeste de Alemania. Pero en otras zonas, en el este, es diferente. Y entre la gente que somos extranjeros, hay más preocupación. Incluso con los que somos de la Unión Europea puede haber casos de xenofobia. De hecho, el partido alemán de extrema derecha en alguna campaña ha llegado a señalar a españoles como fuente de delincuencia. Entonces, todas esas cosas sí que generan un ambiente de cierta preocupación.
-Y sus amigos alemanes, ¿cómo llevan ese regreso de lo peor de su historia?
-Pues, es complicado. Los amigos que tengo no piensan así. El auge de la extrema derecha se está produciendo en las zonas del país donde no hay inmigrantes. Regiones donde realmente solo hay alemanes y son especialmente pobres. Tienen problemas de paro, de pensiones bajas, y se busca a otro al que poder echarle la culpa. El populismo aprovecha esa vía y encuentra ahí su foco de votantes, gente que está frustrada por otros problemas. En regiones que son más ricas, como Fráncfort, eso no ocurre. Porque, además, se dan cuenta de que necesitan inmigrantes. Hay puestos de trabajo que tienen que cubrir y, desde luego, no se cubrirían si no hubiera esa mano de obra.
-La ultraderecha prende especialmente en el territorio de la antigua RDA.
-Menos en Berlín, que es un reducto, en todos los lander del este. Lo notabas ya hace muchos años. Con el programa Erasmus y luego con el programa Sócrates estuve de estudiante en Mecklemburgo (Pomerania occidental), una de las zonas donde la extrema derecha está en pleno auge. Y allí, como estudiante, sí viví un par de situaciones de xenofobia, de alguien que te dice 'vete a tu país' porque te escuchan hablar español. Son cosas que yo, luego en Fráncfort, nunca he vivido.
-La reunificación falló.
-La integración es complicada pese a que ha hecho mucho esfuerzo. También económico. En el oeste pagamos más impuestos que en el este. Hay un impuesto que se llama “de solidaridad” que solo lo pagan los estados más ricos. O sea, si tú tienes el mismo sueldo en el oeste y en el este, en el oeste vas a pagar más impuestos para que ese dinero revierta en los estados federales más pobres. Pero todavía hay mucha diferencia.
-Frente a la modélica Alemania parece que hay más cohesión territorial en España.
-Se podría decir que sí. Es que fueron demasiados años separados y ahora eso es complicado. Incluso cuando en el este hay cosas que funcionaron quizás mejor. Por ejemplo, las pensiones de las mujeres alemanas del este son mucho más altas que las del oeste porque allí estaban integradas al mercado laboral. En el oeste había más la política de que la mujer se quedara en casa haciendo sus labores.
-Sorprende que la ultraderecha haya subido tanto precisamente en Alemania.
-Mucha gente se preocupa de que se puedan repetir ciertas cosas. Pero creo que también puede pasar en España. Hace años decíamos que aquí no iba a haber ningún partido de extrema derecha y vemos que las cosas van cambiando. También es la tónica en muchos países de Europa por desgracia, que surjan partidos que hace 15 años eran absolutamente residuales y que hoy tengan ese poder. Esto es una opinión personal mía, pero creo que cuando más tiempo pasa, las nuevas generaciones lo van olvidando. Lo vivieron sus padres, sus abuelos, pero es algo que pasó hace mucho y las cosas parecen que se van olvidando… En Alemania, no obstante, creo que hay más memoria. Se nota, por ejemplo, con todo lo que está pasando en gaza en Palestina.
-¿A qué se refiere?
-Son incapaces de hacer críticas sobre Israel por el pasado que tienen los propios alemanes. No son capaces de diferenciar. Que alguien haya sufrido genocidio no quiere decir que en un momento dado las élites, o quien gobierna, cometa también un genocidio. Son incapaces de hacer esa crítica porque temen que les acuse de neonazis, cuando son cosas que deberían poder diferenciar. El peso del pasado es muy potente. Conozco a algunas personas que son muy izquierdas en casi todas las cosas pero en eso son incapaces de hacer una sola crítica sobre Israel. Y les sorprende que tú las hagas. Por su propio pasado, que pesa todavía.
-Esta semana celebran pleno en el CGCEE, ¿qué temas van a abordar?
-En este pleno se van a debatir 64 propuestas diferentes que vienen trabajadas por comisiones delegadas. Tienen que ver mucho con los servicios consulares, con la protección a la mujer en el exterior, con la discapacidad, con temas de fiscalidad, con homologación de títulos, con el acceso a la universidad de los españoles que acaban la secundaria fuera… En el Consejo también hacemos informes.
-¿Por ejemplo?
-Este año hicimos un informe para el Pacto de Estado contra la violencia de género. Por primera vez hemos conseguido, a través de ese informe, que se reconozca el derecho de las mujeres en el exterior a que se les aplique el mismo marco jurídico que a las que están en España. Evidentemente, si estás fuera estás sujeta a otra legislación, tienes otra serie de dificultades, pero es un avance que se reconozca ese derecho. Eso afecta a muchas partes, pero hay aspectos que puede abordar directamente España. Por ejemplo, que tengan acceso a las mismas ayudas económicas que tienen las residentes en España. O pueden tener algún tipo de asistencia psicológica, aunque sea online. Eso lo podría gestionar solo España.
-También presentaron en el Congreso y en el Senado su propuesta de reforma del Código Civil en lo relativo al acceso a la nacionalidad española. ¿Qué reclaman?
-Hablamos de reforma del Código Civil y no hablamos de “ley de nacionalidad” porque nosotros solo queremos modificar aquella parte que afecta los emigrantes españoles y a los descendientes. No abordamos la parte de nacionalidad que afecta a los inmigrantes, ese no es nuestro ámbito de competencia. Lo que buscamos es que los beneficios que se han obtenido con la Ley de Memoria Histórica y con la Ley de Memoria Democrática se puedan extender en el tiempo. Es decir, que no estemos sujetos a leyes temporales que tienen una vigencia concreta y que, cuando se acaba, las personas que pueden estar en esta situación (de optar a la nacionalidad) no puedan optar ya. Además, la situación actual está suponiendo muchísima presión sobre la red consular de muchos países para cumplir el plazo. Por darle un ejemplo, ahora mismo solo en Buenos Aires ya tenemos 400.000 solicitudes de nacionalización, que son más de la que hubo, a nivel global, en toda la Ley de Memoria Histórica. Argentina probablemente va a publicar el número de ciudadanos españoles que tiene. Los consulados de ese país están absolutamente colapsados por las peticiones porque la ley tiene una vigencia muy limitada (el plazo de solicitud de la nacionalidad termina el 21 de octubre). Lo que queremos, aparte de que sea una ley que quede, que permanezca en el tiempo, es cubrir algunos casos que también han quedado fuera de esta normativa.
-¿Por ejemplo?
-Pedimos que se modifiquen cuatro artículos del Código Civil. Uno de ellos, el más relevante en cuanto a cambios, tiene que ver con el derecho de acceso a la nacionalidad española. Ahí, una de las cosas que se pide es que si tú puedes demostrar que tienes un ascendiente que haya sido español, puedas optar a la nacionalidad. Es decir, que no haya tampoco un límite de generaciones. Ahora, el acceso a la nacionalidad está limitado para hijos y nietos. Y, además, la fórmula actual está suponiendo una discriminación para los descendientes de mujeres emigrantes.
-¿Por?
-Si antepasado emigrante es un varón, el reconocimiento de la nacionalidad podría llegar hasta el bisabuelo porque los hijos de los hombres nacían españoles de origen. Pero hubo un tiempo en que los hijos de las mujeres españolas no nacían españoles. Porque la mujer española no transmitía la nacionalidad hasta que entró en vigor la Constitución de 1978. De hecho, hasta la reforma del Código Civil de 1982 la mujer no transmitía la nacionalidad. Si estabas casada con un español no se notaba, porque la nacionalidad la transmitía tu marido. Pero si te ibas fuera y el padre de tus hijos tenía otra nacionalidad no la ibas a transmitir. Nos estamos encontrando ahora con casos de personas que llegan pidiendo acceder a llamada “ley de nietos” (la Ley de Memoria Democrática) y si la que emigró fue una bisabuela no pueden acceder. En cambio, si el que emigró fue un bisabuelo sí pueden. Esto supone una discriminación. Por eso pedimos también que se incluya, forma explícita, que puedan acceder los hijos de la mujer española que no transmitía la nacionalidad.
-¿Y qué más cambios reclaman?
-Se pide también que puedan optar a la nacionalidad española los cónyuges extranjeros de españoles que estén residencia fuera, sin necesidad de residencia. Por ejemplo, Alemania lo hace con sus nacionales. España, no. Otra de las cosas que se piden es evitar que haya que renunciar a la nacionalidad extranjera cuando se adquiere la española. No hace falta renunciar con países de Iberoamérica y con Portugal, Filipinas, Guinea y alguno más… Pero sí con países de la Unión Europea. Si eres alemán y quieres acceder a la nacionalidad española tienes que renunciar a la alemana. Al revés, no. Si tú eres español y quieres acceder a la alemana no tienes que renunciar. El argumento del actual Código Civil para los países de Iberoamérica o para Filipinas alude a la especial vinculación, pero ahora yo creo que tenemos más vinculación con países de la Unión Europea que con Filipinas.
-¿Alguna reivindicación más?
-Sí. Pedimos que la pérdida de nacionalidad solo se produzca por renuncia expresa del interesado. Actualmente nos está generando muchísimos problemas en los consulados. Tenemos dos casos prototípicos. Si tú eres español y adquieres la nacionalidad alemana tienes un plazo de tres años para ir al registro civil y decir que quieres conservar la nacionalidad española. La gente no lo sabe, cree que la tiene para siempre y cuando van a renovar el pasaporte y se encuentra con que se ha perdido la nacionalidad. Otro caso es de los hijos de binacionales: cuando llegan a los 18 años tienen también tres años para decir que quieren mantener la nacionalidad española. Si no lo dicen están en peligro de perderla. Además, pedimos que la recuperación de la ciudadanía para quienes ya la han perdido sea más fácil. Ahora implica en muchos casos tener que venir y vivir un año en España. Si estás establecido fuera es complicado. Y según el país en el que esté puedes tener que pasar un proceso de extranjería para venir a tu propio país. Pedimos que si quieres recuperar la nacionalidad baste con inscribirse en el registro civil.
-Hay una avalancha de peticiones de nacionalidad española. ¿Qué efectos tendrá? ¿Crecerá la emigración hacia España?
-El Consejo General considera que la nacionalidad es un derecho de esas personas, un derecho que nunca tuvieron que haber perdido. En ese sentido, no nos importa tanto el beneficio o no para el país, pero es verdad que lo hay. Porque necesitamos gente. Estamos ahora en una situación en la que el crecimiento demográfico que hay es gracias a la emigración, no es porque la población nativa esté teniendo hijos. Que haya mucha gente descendiente de emigrantes españoles que consiga la nacionalidad va a facilitar el retorno de muchos y hará que la población aumente. De hecho, hay mucha gente que está esperando a tramitar la nacionalidad para, en muchos casos, intentar venir a España. España necesita gente. Creo que es muy simbólico poder recuperar a aquellos descendientes de los que se tuvieron que ir, por multitud de motivos: políticos, económicos… Es una reparación. Porque las personas habitualmente no se van de su país porque quieran sino porque no les queda otro remedio.
-En el CGCEE habrá muchas singularidades según los países, ¿hay algún elemento común?
-La petición más acuciante, y que es bastante transversal, son los recursos consulares. En los últimos 15 años y con gobiernos de distintos partidos, se ha duplicado la población española en el exterior y ha disminuido el número de personal asignado las oficinas consulares. Hay mucha saturación y en países como Argentina, donde va a aumentar ahora tanto el registro de matrícula consular, no da con el personal que hay. Es verdad que ahora se está en un proceso de digitalización consular que puede facilitar o agilizar muchos trámites. Pero no se puede fiar todo a la digitalización. Un problema que afecta más típicamente a América son las ayudas para centros y asociaciones. El programa de centros hace años que no se convoca. También está el tema del acceso a la sanidad en los desplazamientos temporales a España, aunque parece que ahora se va a solucionar con la nueva ley de acceso universal a la sanidad, en proceso de enmiendas en el Congreso. Ahí se reconoce el derecho de todos los españoles a tener sanidad cuando se desplacen temporalmente a España.
-¿Hay que facilitar el derecho al voto a esa España exterior que crece?
-En América, desde la derogación del voto rogado, ha aumentado participación, pero es mucho más baja que lo que nos gustaría. Mucho más baja que en Europa. Por una parte, han pasado varias generaciones de emigrantes y tienen menos vinculación con el país. El que ha nacido aquí habitualmente tiene más interés en participar en la vida política. Pero también hay problemáticas específicas en Cuba, Venezuela o Argentina que tienen que ver, por una parte, con la distancia a la oficina consular si quieres votar presencialmente y, si haces un voto con correo, con sistemas postales que no funcionan. Desde Cuba, en las elecciones generales, llegaron cero votos por correo.

Los asistentes, en 2023, al pleno del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior celebrado en el Museo de la Emigración de Colombres. / Ángel González / LNE
-Hay que facilitarlo entonces.
-Hemos hecho también un informe sobre dificultades de voto en el exterior. El procedimiento es complejo. Es largo y mucha gente se confunde y acaba en una anulación de voto. Y en América tienen esos problemas añadidos.
-El voto tiene un componente es muy potente de pertenencia.
-Tiene un componente potente y además se puede mirar desde muchos prismas. Por una parte, creo que la gente se sentiría más vinculada si accede con facilidad a ese derecho elemental, el derecho de sufragio. Si sabes que tu voto no va a llegar no vas a intentarlo siquiera. Y si aumentase la participación, las demandas del exterior se escucharían mucho más. El voto exterior tendría mucho más peso en los resultados electorales. Ahora hemos pasado de 3 millones de españoles en el exterior. Eso son muchos votantes. Si la participación aumentase serían votos evidentemente muy jugosos para cualquier partido, que intentarían responder a esas demandas. Pero para eso necesitas que aumente esa participación.
-¿Habría que ir a por representantes directos de la España exterior?
-En el pleno anterior se pidió que se estudie la posibilidad de una circunscripción exterior. En realidad, serían probablemente varias, por zonas geográficas. Vemos que es un tema complejo, pero sí nos gustaría que se empiece a hablar sobre ello. Los países de nuestro entorno lo tienen. Lo tiene Italia, Francia, Portugal. Los más cercanos tienen circunscripción exterior tanto para el Congreso como para Senado. Aquí los partidos en general, o por lo menos esa es mi impresión, son muy reacios. Barbón sí quiso a nivel autonómico, pero no tiene los apoyos necesarios. Pero a nivel nacional hay muchas reticencias. Se piensa más en el equilibrio político, en qué le viene bien a mi partido antes de si es justo para la ciudadanía en el exterior.
-¿Cómo ve la evolución de Asturias, de Oviedo, cuando vuelve?
-Tengo la visión del barrio donde viven mis padres, El Cristo, que ha perdido mucha vida desde que se fue el hospital. Entonces igual tengo mi visión particular, que también está ligada a lo que yo he vivido, sobre todo con la gente de mi generación. Tengo 45 años y los que estudiaron conmigo están todos fuera. Mi sensación en este sentido es quizás un poco triste porque, cuando acabé la carrera, primero fui a Madrid y me hubiera gustado quedarme aquí, más cerca de mi familia. No me fui porque tuviese ganas de aventura… Veo también que la población está envejecida, aunque en estos últimos dos o tres años puede ser que esté cambiando la tendencia. Pero efectivamente se ven muy pocos niños. Todo eso te da tristeza.
-¿Qué se puede hacer?
-Una posibilidad es el retorno. Creo que, de muchos países, habría muchas familias interesadas en venir y la nacionalidad puede ser una vía para volver, pero tiene que ir todo acompañado de un buen plan de retorno. No tanto a nivel de ayudas económicas como a nivel informativo, de acompañamiento para la integración. Si te dan una ayuda económica puntual nadie se va a venir por eso. Hace falta un apoyo más global, en distintos ámbitos. Porque llegas a un país que no conoces, que no sabes cómo funciona la sanidad, que igual tienes dificultad de acceso a la vivienda…
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