Entrevista | Zoe González Izquierdo Llanisca, investigadora del grupo de computación cuántica de la NASA

"Ciertos aspectos de la tecnología van por delante de donde estamos como seres humanos"

"Hasta hace poco, en la vida nos teníamos que relacionar con un grupo relativamente pequeño y había que aguantar al que te caía mal o al que no opinaba como tú; hoy, con la conexión online, nos relacionamos con gente que nos da siempre la razón y creemos que tenemos la verdad"

Zoe González Izquierdo, en su casa de Los Ángeles, con sus hijos Kurosh, el mayor, y Arsham.

Zoe González Izquierdo, en su casa de Los Ángeles, con sus hijos Kurosh, el mayor, y Arsham.

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Zoe González Izquierdo, llanisca de 36 años, es física titulada por la Universidad de Oviedo y trabaja como investigadora en el grupo de computación cuántica de la agencia espacial estadounidense (la NASA), contratada por la USRA, la Asociación de Investigación Espacial de Universidades de EE UU. Vive en Altadena (Los Ángeles), donde casi pierde su casa a consecuencia de los brutales incendios californianos de enero y febrero pasado. Su marido, Siavash, es un físico iraní especializado en ciencia de datos. Tienen dos hijos pequeños. Recientemente, recibió el premio "Mujer" del concejo de Llanes por su trayectoria profesional, algo que agradece de corazón. "Me siento profundamente llanisca". Es hija única de un matrimonio originario de Colloto (la madre) y Gijón (el padre) que se asentó en Llanes en los años ochenta.

-Hija única y va se marcha a Estados Unidos...

-Siempre fui muy inquieta y enseguida marché en cuanto pude. Primero de Bachillerato lo hice en Estados Unidos y volví a terminar segundo a Llanes. La carrera la hice en Oviedo, aunque mi primera intención era ser arquitecta.

-¿Tenía vocación?

-Desde los tres años, si me preguntabas, yo iba ser arquitecta. Me veías ahí dibujando mis planos y todo. Empecé Arquitectura en la Politécnica de Madrid. Era 2006. En aquel momento, yo veía que la burbuja (inmobiliaria) iba a explotar. Nos dijeron que había en aquel momento en España 50.000 arquitectos y otros 50.000 estudiantes de Arquitectura. Yo pensaba: esto no puede ser. Además, los profesores nos decían: tenéis que no dormir, tenéis que trabajar a día y noche. Ni hablar. No me quería someter a esa forma de vivir.

-Lo dejó.

-Sí. Después de un poco de crisis de identidad. Terminé el primer curso y luego decidí que, como a mí siempre me habían gustado mucho las matemáticas y la física, me volvía a Asturias a estudiar Físicas en la Universidad de Oviedo. Hice un año de Erasmus en París. Luego, en 2014, hice el doctorado en la Universidad del Sur de California. Tiene un grupo muy bueno de computación cuántica, que es el campo que me interesaba, y es una universidad con muchísimo dinero y que puede invertir en investigación. Además tiene muchos contactos con otros grupos, con otras organizaciones, etc.

-¿Qué forma de trabajar, qué espíritu científico encontró usted cuando empezó a investigar para la NASA?

-Yo solo puedo hablar de mi experiencia con el grupo de computación cuántica. En la NASA, como organización, se hacen multitud de cosas y nosotros no trabajamos directamente en misiones del espacio. Hacemos investigación básica. Sí que trabajamos con otros grupos para entender dónde la computación cuántica puede ayudar en el futuro o dónde se puede encajar. Pero lo más importante para mí es que al llegar al grupo me sentí totalmente acogida, bienvenida, desde el primer día.

-De una manera muy didáctica: ¿en qué se basa la computación cuántica?

-A ver cómo lo digo… La diferencia está en que lo cuántico (la física de las partículas atómicas) es aleatorio por naturaleza. A Einstein le costaba aceptar esa naturaleza aleatoria de la física cuántica, por eso dijo "Dios no juega a los dados con el universo". Pero la física cuántica es verdaderamente aleatoria. ¿Con esto qué quiero decir? Si tiramos una moneda al aire, decimos coloquialmente que el resultado puede ser aleatorio: cara o cruz. Pero si conocieras toda la información, como el peso de la moneda, con qué velocidad la tiras, hacia dónde, la dirección, el viento… si conocieras toda esa información, podrías predecir si va a ser cara o cruz. Es decir, en realidad, eso no es verdaderamente aleatorio. Pero la física cuántica sí es aleatoria verdad. Da igual toda la información que tengas, no puedes predecir el resultado. Lo que tienes es realmente una probabilidad. Entonces, el hecho de que exista esta naturaleza probabilística, hace que podamos aprovecharla para computar de una manera distinta.

-¿Cómo es esa "manera distinta"?

-Pues en vez de los bits, la computación digital con ceros y unos, tenemos lo que llamamos cúbits (cuantum bits/bits cuánticos), que no están siempre en 0 o en 1, están en una nube de probabilidades hasta que interactúan con algo. Entonces, por decirlo de esta manera, la computación puede ocurrir dentro de esa nube de probabilidades. Un tipo interesante de problemas en ciencia es simular la naturaleza. Eso nos puede servir para muchas cosas: para predecir el clima, para simular moléculas y descubrir nuevos compuestos… Porque una molécula es un sistema cuántico, funciona de manera cuántica, no funciona como una pelota de tenis. Imaginamos que los átomos se comportan como pelotas pero mucho más pequeñas y no es así. Entonces, para simular estas cosas de la naturaleza, el funcionamiento de las moléculas, de los átomos, un ordenador cuántico es la herramienta adecuada. Porque la naturaleza funciona de esa manera.

-¿Hasta qué punto los ordenadores cuánticos ya son funcionales?

-Estos sistemas son muy inestables y si tienes varios juntos y pronto tienes solo ruido. Cuantos más cúbits, más posibilidad de interacciones. Porque los cúbits interfieren unos con otros. Así que, en lo relativo al hardware, hay que mejorar la construcción y mejorar el aislamiento. Pero, por otra parte, también buscamos corrección de errores. Vamos a necesitar corrección de errores durante bastantes años todavía. Y eso se consigue con códigos a nivel de los circuitos para prevenir o corregir esos errores.

-¿En qué aspectos concretos está usted trabajando?

-Hay muchos frentes. Trabajo en mitigación de errores, a los que me estaba refiriendo. También hago simulaciones. Ahora, una gran parte de mi trabajo es en colaboración con el grupo de Google de computación cuántica. Luego también trabajo en cosas relacionadas con machine learning (aprendizaje de máquinas). Tenemos machine learning cuántico: podemos sustituir alguna parte de un algoritmo con un pequeño ordenador cuántico.

-Ya que habla de la inteligencia artificial. ¿Cómo afronta, como científica y como ciudadana, esa revolución tecnológica que parece que nos está arrollando?

-Como científica me parece muy interesante, me apetece trabajar en ello y entiendo la pasión y las ganas de avanzar y de llevar la tecnología más allá y al límite. Eso me gusta y lo entiendo. Por otra parte, puede llegar a ser un problema: hoy parece que todo tiene que ser tecnología, todo tiene que ser "machine learning", cualquier página tiene que tener un robot que hable contigo, como Chat GPT. No sé, es un momento complicado. Creo que quizás ciertos aspectos de la tecnología van por delante de donde nosotros estamos como humanos, con nuestra psicología humana, con nuestras emociones.

-Puede que la digitalización esté transformándonos profundamente.

-Sí. Cómo nos relacionamos, cómo vivimos en sociedad es lo básico del ser humano: nos necesitamos unos a otros tanto físicamente en el sentido de colaborar, tanto como mental y emocionalmente. Es lo que lo que nos hace humanos, relacionarnos con otras personas. Y de repente muchas de estas relaciones están cambiando, están convirtiéndose en relaciones mediadas por la tecnología. Parece que hay, sobre todo en la juventud, una epidemia de soledad y eso es algo relativamente nuevo. Puede ser perjudicial y algo complicado de tratar.

Conoce a otros asturianos como tú

-¿Como madre de dos niños, le preocupa el efecto de las pantallas sobre sus hijos?

-Procuramos limitar. No tienen iPad y no van a tener uno propio en bastante tiempo. El ordenador es inevitable para hablar con los abuelos por videollamada…. Pero tenemos cuidado si ven dibujos, que los ven muy poco. Procuramos que sean dibujos más lentos. Hoy las imágenes cambian muy rápido… Y, bueno, procuro llevarlos a España todo lo que puedo, llevarlos a Llanes. El verano pasado el mayor Kurosh, que acaba de hacer 3 años, lo pasó pipa. Cuando vio la gaita y el tambor aquello fue lo más.

-¿Cómo ve el auge que está cobrando el pensamiento anticientífico: los antivacunas, los terraplanistas, los conspiranoicos...?

-Me preocupa mucho. Seguro que siempre hubo pequeñas facciones de la población que tuvieron ese tipo de pensamientos pero, ahora que estamos todos interconectados y que la información está en todas partes, cualquier persona con tendencia a pensar así va a encontrar todas las conspiraciones que quiera y también a todas las personas que piensen como ella. Y va a empezar a relacionarse online casi exclusivamente con esas personas. A nadie nos gusta estar equivocados y nos gusta que nos den la razón. Pero es muy necesario hablar con gente que no piense como tú.

-Que te digan que te equivocaste para avanzar. Método científico.

-Exactamente. Creo que el mundo cada vez es más online, cada vez está más conectado de esa manera y quizás estamos menos conectados con nuestra comunidad, con nuestros vecinos, con la gente que tenemos alrededor. Y me parece que eso va peor.

¿Ahí está la raíz de lo que nos pasa, que cada vez estamos más inmersos en esas "cámaras de eco" digitales y menos en la realidad, que sí nos lleva la contraria?

-Es parte del problema. Hasta hace poco, en la vida nos teníamos que relacionar principalmente con un grupo relativamente pequeño con el que vivíamos y tenías que aguantar al que te cae mal, a la persona con la que no estás de acuerdo. Ahora es una dinámica muy distinta. Porque te vas a un grupo online donde todos van a decir: sí, claro que tienes razón, eres la única persona que sabe la verdad. Y en eso hay otro aspecto en juego: sentirse especial o elegido. Todos los demás no saben la verdad, pero nosotros somos los que la sabemos. Es incómodo estar en desacuerdo y entonces, lo que hoy ocurre, es que si alguien está en desacuerdo contigo te parece un ataque a tu persona, no una discusión sobre ideas o temas.

-¿Ya tienen, usted y su marido, la nacionalidad estadounidense?

-Ahora tenemos la residencia y el año que viene podemos solicitar la nacionalidad. Después de cinco años con la "green card" ya puedes hacer el proceso. Tenemos dos hijos que han nacido y crecido aquí: Kurosh, el mayor, va a hacer 4 años; Arsham, el pequeño, va a hacer 2 años.

-¿Y cómo vive una científica española y un científico iraní los cambios en Estados Unidos?

-Es preocupante. Sobre todo, porque ocurren cosas que están fuera de los parámetros de cómo ocurren las cosas normalmente. Sea quien sea presidente y quien esté en el Congreso, normalmente hay unos parámetros y unos cauces legales mediante los que se producen cambios. Pero ahora de repente… Por ahora nosotros somos muy privilegiados porque vivimos al sur de California. Vivimos en un lugar donde diría que la mayoría de gente con la que nos relacionamos es muy razonable; un lugar donde hay apoyo y soporte a la ciencia y al método científico. También a ser inmigrantes, a la diversidad. Aquí, por ejemplo, hay muchísima gente que vino de Irán en distintos momentos de la historia. Entonces, a nivel personal, somos muy afortunados, pero a nivel más social nos preocupa a dónde va el país en los próximos años y qué significa eso para nuestra familia.

-¿Cómo les afectaron los incendios en Los Ángeles?

-Vivíamos en Altadena, una zona que se quemó, pero nuestra casa no. Solo se prendieron fuego unos arbustos en el jardín delantero. Tuvimos muchísima suerte de que alguien estaba por ahí y los apagó.

-¿Viven ahora en esa casa?

-No, tuvimos que irnos, llevamos fuera varios meses. En Altadena se quemaron miles y miles de casas, de coches, de todo, con la contaminación que eso supone. Esto no es como un incendio forestal, aquí se quemaron baterías de litio, etc…

-¿Cómo lo vivieron?

-Había todo el día un viento de 150 kilómetros por hora. Llevábamos unas horas sin luz y, de repente, después de cenar, vi una nube enorme de humo naranja por la ventana del salón. Ya podíamos ver el incendio en la montaña y nunca pensamos que el fuego fuera a llegar a nosotros. Pero dije: no nos vamos a quedar aquí, no vamos a dejar que los críos estén aquí respirando humo y, aparte, si nos mandan evacuar a las tres mañana, imagínate qué gracia. Dije: nos vamos ahora a un hotel y ya volvemos mañana tranquilamente. Y aquí llevamos dos meses y medio.

-Se fueron con lo puesto.

-Con lo puesto. Con una muda de ropa, las carpetas con los pasaportes, los certificados de nacimiento, las green cards y los ordenadores. Al principio pensamos que nuestra casa se había quemado. Vimos vídeos de nuestra calle, un poco más al norte, y estaban todas las casas quemadas. Nosotros vivimos justo al lado de un cementerio muy grande y el cementerio frenó un poco el avance del fuego. Con esos vientos y como hacía meses y meses que no llovía entonces estaba todo muy seco, las ascuas volaban como nada. Tuvimos mucha suerte, se prendieron unos arbustos en el jardín delantero pero un amigo de nuestros vecinos, que es bombero ,cuando terminó su turno esa noche, en vez de irse a casa, fue a mirar las casas de sus amigos. Cuando llegó aquí estaba eso quemando y lo apagó. Gracias a eso salvamos la casa. Es una casa del siglo XIX, la arquitectura sigue siendo mi pasión. La compramos con toda la ilusión del mundo, una casa preciosa. No la hubiéramos podido reconstruir igual. Acabamos de volver a tener agua potable, pero hasta hace una semana no había: el agua tenía benceno, tenía de todo, no se podía usar. No sabemos exactamente cuándo vamos a volver. Ahora están retirando los escombros. Altadena es una ciudad de unos 40.000 habitantes y se quemó más de la mitad de las casas, casas viejas con materiales de construcción con plomo, pintura… Ahora estamos en una casa de alquiler, en Burbank, a unos 20 kilómetros.

-¿Cómo valora ahora la educación que recibió en España?

-Estudié en la Universidad de Oviedo y en el Colegio Público Peña Tú y en el Instituto de Llanes y nunca me sentí en desventaja por no haber ido a Harvard. Es como ir de vacaciones: que no te quedes en un hotel de cinco estrellas no quiere decir que vayas a tener una peor experiencia del viaje. Si vas a una universidad americana es verdad que tienes más oportunidades para tener investigación mientras haces la carrera, pero con la educación pública que recibió en España yo no tuve ningún problema para avanzar, para tener una carrera científica y para llegar a donde quise.

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