El artista japonés fascinado por los pulpos del Cantábrico
El Centro Botín presenta la exposición más completa sobre Shimabuku, atractiva retrospectiva en la que los cefalópodos conviven con limones y cometas

Una visitante, en la muestra, en el Centro Botín; en primer término, "ofrendas" a los pulpos del Cantábrico. / F. T.

Shimabuku es submarinista. No un gran submarinista, reconoce, pero sí lo suficientemente bueno como para sumergirse en las aguas del Cantábrico en el inquieto verano que ha deparado este año. "El agua aquí está muy limpia, pero también es muy fría", explica el artista, habituado a las temperaturas del mar del Japón. En su inmersión en la costa santanderina, Shimabuku, que iba acompañado por un submarinista local, tenía un objetivo claro: localizar y ver en persona a los pulpos de la zona. "Siempre he querido ser amigo de un pulpo. Yo soy de Kobe, donde los pulpos son muy famosos", explica el artista, aclarando el origen de su fascinación por los cefalópodos. Unos animales que tienen un protagonismo especial en "Pulpo, cítrico, humano", exposición que se puede visitar hasta el próximo 3 de marzo en el Centro Botín de Santander y que, como el propio artista japonés destaca, es no sólo la primera muestra institucional que Shimabuku protagoniza en España, sino también "la mayor exposición que he hecho nunca".
"Pulpo, cítrico humano" reúne obras del artista desde que veló armas como creador, allá por el año 1991, hasta la actualidad. A través de fotografías, vídeos, piezas escultóricas, instalaciones y textos escritos por el propio Shimabuku, el visitante va recorriendo la singular trayectoria de un artista en cuya obra confluyen la creatividad, la curiosidad, una empatía inconquistable y un vigorizante sentido del humor.
Es precisamente esta última cualidad la que emerge en obras como "Christmas in the Southern Hemisphere" (Navidad en el hemisferio sur), una intervención de 1994 que Shimabuku reconstruye a través de la fotografía. En aquella experiencia, el artista se vistió de Papá Noel en plena primavera, en su Kobe natal, y comenzó a recorrer un terreno anexo a unas vías de tren portando bolsas de basura. "Yo era un Papá Noel al que se podía vislumbrar desde la ventanilla del tren, pero no se podía mirar atrás y contemplar. La imagen permanecería en tu mente porque fue un momento muy fugaz. Pensé que sería maravilloso si alguien de América Latina o Australia estuviera en el tren y, al verme como Papá Noel, recordara la Navidad en su hogar, en la estación cálida", relata el artista.
El humor también domina la película "Shimabuku’s Fish & Chips", ideada por el artista en Liverpool, al comprobar la ubicuidad del popular plato en las Islas Británicas. En el corto, de 2006, una patata inicia un improbable viaje submarino en busca de un pez. "En la obra de Shimabuku no hay jerarquías", afirma Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones del Botín y comisaria de la muestra, "él muestra la misma sensibilidad por un pulpo, un cítrico o un humano".

"Flying me". / F. T.
La naturaleza curiosa de Shimabuku se constata al conocer el origen de la instalación "Something that Floats / Something that Sinks" (Algo que flota/algo que se hunde). Fue en su casa de Okinawa, al constatar el impredecible comportamiento de algunas frutas, en concreto limas, al ser sumergidas en agua: unas flotaban y otras se hundían, sin razón aparente. El artista ha recuperado la instalación, del año 2010, para la muestra del Botín, usando una selección de cítricos de otoño aportada por la Todolí Citrus Fundació, y situándola en una amplia sala con una vista espectacular de la bahía de Santander.
Las obras estrella de la muestra, en todo caso, son dos creadas ex profeso por Shimabuku. La primera, "Going to meet the Octopuses of Santander" (Ir a conocer a los pulpos en Santander), se plantea a partir de una ofrenda realizada por el artista para los cefalópodos de la costa local. Se trata de vasijas de diferentes formas y colores que Shimabuku situó en el lecho marino, para acto seguido, auxiliado por un grupo de buceadores, filmar las interacciones de unos pulpos que, según apunta Shimabuku, "son idénticos a los de Japón".
La otra es una obra colectiva en la que el creador japonés implicó al público local. Se trata de una extensión de su proyecto "Flying me" (Volándome), de 2006, en el que el artista hizo volar un autorretrato a tamaño real dibujado sobre una cometa, disfrutando de una experiencia que se asemeja, asegura, a un viaje astral. "Cuando llego a un sitio nuevo", explica el artista, "me pregunto qué puedo hacer que sea especial". Bajo esa premisa, Shimabuku recuperó la idea de aquel proyecto y trabajó con más de un centenar de cántabros, que con ayuda del artista y su asistente crearon sus propios autorretratos para hacerlos volar el pasado 29 de septiembre. Esas cometas con forma humana, cada una un reflejo de una persona real, se exponen ahora en la muestra, conformando una imponente instalación colectiva junto a la cual, instalado en un ventanal, recortado sobre el cielo de Santander, se sitúa el propio autorretrato de un artista que, pese a su fascinación por los pulpos, reconoce que sus momentos de mayor asombro surgen de la relación con otras personas y culturas. "Por eso hago lo que hago", concluye.
Más escapadas culturales
El puente del Pilar no da para mucho este año al coincidir en sábado el festivo. Aun así, hay margen para una escapada cultural más allá de las fronteras asturianas. En León, en el Museo Casa Botines-Gaudí, está abierta la exposición "James Ensor: la belleza inefable", que conmemora el 75.º aniversario del fallecimiento del artista belga, precursor de las vanguardias. En Bilbao, el Museo Guggenheim apura los últimos días de la dedicada a Yoshitomo Nara, cuya obra es reconocida por las "audaces y caricaturescas figuras infantiles de gran cabeza y ojos grandes". Y sin salir de Asturias, el Bellas Artes (Oviedo) es una opción por su colección permanente y sus muestras temporales de Chillida, José Antonio Menéndez Hevia y Tàpies. Hugo Fontela expone, además, en el edificio histórico de la Universidad.
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