Entrevista
Javier de Lucas, filósofo: "España nunca ha sido blanca"
El catedrático y exsenador, que defiende que el reparto de menores migrantes debería ser "obligatorio por ley", presenta su libro 'Migraciones: la política', una obra divulgativa sobre este fenómeno social

'Migraciones: la política', el nuevo libro de Javier de Lucas en el que analiza este fenómeno desde la perspectiva de los derechos humanos / J.M. López
Gonzalo Sánchez
"España nunca ha sido blanca. Lo que pasa es que seguimos teniendo una visión de nuestra historia absolutamente demencial. Si hay un país de Europa fruto de choques culturales es el nuestro. El filósofo español más importante, por ejemplo, es musulmán y se llamó Averroes". Javier de Lucas es filósofo, se dedica lanzar ideas a ver si pegan en la cabeza de la gente, pero también es una de las voces más autorizadas de nuestro país para hablar de migraciones.
Participó en la elaboración de las primeras leyes sobre extranjería, en los años 80, y ha seguido vinculado a la política de migraciones desde entonces. Ha vivido -y ayudado a regular- el proceso por el cual España pasó de ser un país emisor a receptor de migrantes. Por eso, y por la actualidad que nos rodea, es tan importante su nuevo libro 'Migraciones: la política' que es pura y dura divulgación sobre la política de migraciones "que no es lo mismo que la política con las migraciones", remarca.
-¿Qué es un mena?
-Las migraciones son un tema muy complejo y hay que evitar las simplificaciones, tanto de un lado como de otro. Yo no creo a los que demonizan al migrante, ni tampoco a los que dicen que todo es estupendo. Algo que intento recordar en este libro es que en el fondo las migraciones son una estrategia de supervivencia. El migrante lo es porque necesita mejorar y salir de la situación difícil en la que está. Es algo que intentan algunas familias mandando a sus hijos, aunque sean menores, al extranjero 'aprovechándose' de las legislaciones de países democráticos donde os niños deben ser siempre protegidos. Tenemos la obligación de hacerlo. 'Mena' nació como un acrónimo pero se ha convertido en una palabra espantosa fruto de la propaganda brutal de Vox. Pero también es un ejemplo del choque brutal entre los valores que proclamamos y la realidad de lo que hacemos. Un niño es un niño, pero en esta caso son primero extranjeros antes que niños, y de repente el problema es que "cuestan dinero". El asunto de los menores migrantes en Canarias se debería haber resuelto en un minuto, reformando la ley de extranjería para que el reparto fuera obligatorio ¿Qué ha pasado? Que estos menores se han convertido en una moneda de cambio. Una cosa es política de inmigración y otra política con la inmigració.
-¿Por qué triunfa el odio al migrante?
-Por la construcción del extranjero como amenaza. Es una constante en todas las civilizaciones, nosotros vs ellos, el extranjero es 'la negación de lo que yo soy', y por eso se está hablando ahora en términos de "invasión". No es nuevo. Y aunque los aceptamos, en el fondo las condiciones que imponemos a los inmigrantes son condiciones de esclavitud moderna. Lo vimos tras la dana, se calcula que hay 15.000 personas sin papeles en l'Horta, gente que de repente lo perdió todo pero no tenía derecho a nada. Frente al extranjero suele haber dos actitudes; o expulsarlo o usarlo para aquello que necesitamos, pero siempre en una posición subordinada. Ahí los tenemos haciendo los trabajos que nadie quiere.
-¿Cómo se combate ese odio?
-Las políticas migratorias no solo deberían interpelar a los inmigrantes, sino también a nosotros. Los humanos no somos átomos aislados y la entrada de personas de otros lugares nos cambia, no podemos pretender que asimilen totalmente nuestra cultura y dejen de lado la suya porque es imposible. Hay que explicar eso a la gente y decirle que no es malo, es más, que nos enriquece. Las posiciones negacionistas de hoy sólo generan odio.
-¿El Gobierno progresista ha hecho una política migratoria a la altura?
-No. Lamento decirlo porque he sido senador del PSOE y todavía soy militante, pero la línea que ha dominado la política del ministro de Interior Fernando Grande Marlaska ha sido de defensa contra la extrema derecha, y ha puesto todo tipo de trabas al mínimo indicio de política de acomodación mutua que planteaba el ministerio de Inclusión o de Trabajo. El Ministerio de Interior ha estado siempre en una posición extraordinariamente reaccionaria con las migraciones.
-¿Hace falta una regularización de migrantes en España?
-Esta iniciativa la han apoyado desde un montón de organizaciones sociales hasta la Iglesia Católica, y tendría que ser aprobada, más aún con un gobierno progresista. Pero claro, un gobierno progresista no debeía impulsar el recorte del derecho al asilo, y es lo que ha hecho en Europa. Un gobierno progresista no debería abandonar a los menores no acompañados cuando se convierten en mayores y la única que hizo algo al respecto fue la eurodiputada Hanna Jalloul impulsando una buena reforma del reglamento de extranjería.
-¿A qué intereses sirven la islamofobia y el racismo?
-Hay que seguir la pista del dinero para entender buena parte de los problemas sociales. Para empezar, hay un negocio extraordinario montado alrededor de las migraciones, toda una industria de control de fronteras que mueve muchísimo dinero. Es un negocio impresionante del que se ha hablado poco. Por supuesto, también hay un negocio en tener mano de obra barata a tu disposición y vulnerable al no tener papeles siempre que quieas. Aunque luego coincide otro interés que ya no es económico, y es esa pulsión nacionalista que usa la extrema derecha para recortar derechos sociales. Te recortan en sanidad y te dicen que es culpa del inmigrante, o te dicen que vienen a quitarnos el trabajo o que no hay para todos. Las políticas neoliberales que están desmantelando el estado social se disfrazan así de defensa de los intereses de la nación.
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