Entrevista | Arturo de Lombera Profesor en Oviedo, investigador en Atapuerca

"En algún momento toda la especie pudo caber en el Tartiere"

Lleva casi 18 años trabajando en la Sima del Elefante, donde se acaba de confirmar la presencia más antigua de homínidos en Europa, de hace 1,4 millones de años

Arturo de Lombera.

Arturo de Lombera. / FOTOGRAFÍA CEDIDA POR LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO

Chus Neira

Chus Neira

Oviedo

Arturo de Lombera (La Coruña, 1980) es profesor ayudante doctor en el área de Prehistoria de la Universidad de Oviedo desde hace dos años. Desde 1999 ha estado ligado a las excavaciones en Atapuerca, donde se formó. En 2007 se incorporó al equipo que trabaja en la Sima del Elefante, dentro de los investigadores de las herramientas líticas de los yacimientos. Allí es donde aparecieron, y se acaba de confirmar en una publicación en la que De Lombera ha participado, restos homínidos de hace 1,4 millones de años. El hallazgo confirman la llegada del hombre a Europa antes de lo que se creía y que lo hizo en distintas oleadas de especímenes.

-¿Cuál es la importancia de este descubrimiento?

-De cara a lo que sabemos del homo erectus la importancia es que han aparecido en un nivel 7, de una antigüedad de 1,4 millones de años, similar a la del hombre de Orce, restos de homínidos que confirman que la colonización de la Europa Occidental desde África y Asia Central fue anterior y más rápida de lo que se creía.

-¿Por qué es importante este fragmento de la cara?

-Las herramientas nos dicen que cazaron, pero estos restos son significativos porque nos dicen qué cara tenían y, por tanto, a qué especie correspondían. Si eran el homo antecessor que estuvo en Europa hace 900.000 años o si se correspondía, como es el caso, con diferentes oleadas de poblamiento que llegaron y se extinguieron. Eso es lo que hemos podido confirmar. Es una especie relacionada con los primeros homínidos de África y Asia Central, completamente diferente a la de hace un millón de años que apareció en la gran dolina de Atapuerca. Ahora sabemos que ese primer poblamiento no fue continuo. Eran oleadas que se extinguían, poblaciones muy pequeñas, muy condicionadas por el entorno, muy sensibles, que fueron reemplazadas por otras.

-¿Cuál era la evidencia más antigua que se tenía antes?

-En el nivel 9 teníamos restos de hace 1,1 o 1,2 millones de años. En la gran dolina estaba el Antecessor y en la Sima del Elefante, en 2008, se descubrió el homínido más antiguo, pero no sabíamos qué especie era. Este nuevo descubrimiento nos permite aclarar el puzle.

-¿Hay restos similares en otras partes?

En Orce hay un pequeño molar de leche, similar a lo que hemos encontrado ahora. Y en muchos yacimientos no hay restos humanos de esta antigüedad, pero sí herramientas que muestran qué cazaban y qué consumían. Sabíamos que había habido una especie en Europa, pero no podíamos saber ni quiénes eran ni cómo eran.

-¿Cuál es su parte en la investigación?

-Además de colaborar en las campañas, lo mío es el estudio de las herramientas líticas y los artefactos de cuarzo que aparecieron aquí. La tecnología de esta especie no era la misma de la que vino luego. Lo que encontramos después son herramientas más complejas que necesitan saber cuál es la forma que vas a reproducir para tallar la piedra. Estos grupos utilizaban una tecnología más elemental, la misma que había desde hacía 2,5 millones de años, lo que nos indica que no tenían la capacidad de innovación tecnológica de los homínidos posteriores. Sin embargo, era un tecnología muy versátil. Les permitió colonizar todo el globo con unas herramientas simples pero muy eficaces en entornos muy diferentes a los que habían conocido.

-Llama la atención que el ser humano haya estado en algún momento de su prehistoria tan mermado, al borde de la extinción.

Eran grupos pequeños muy sensibles a los cambios climáticos, y sí, se estima que en momentos posteriores toda la especie habría cabido en el Tartiere. Se calcula unos 30.000 individuos, aunque es difícil saberlo. Recurrimos al estudio de cazadores recolectores actuales, nos fijamos cómo viven, cómo se mueven en entornos complicados. Hablamos de cazadores-recolectores como los homínidos, por ejemplo el pueblo inuit. Son poblaciones con densidades muy pequeñas. Los entornos no permiten mucho más, y esa densidad tan pequeña supone problemas de adaptación, porque la incidencia de las bajas es mucho mayor. El hecho de que, en el caso del que hablamos ahora en Atapuerca, hayan sobrevivido tantos años, aunque finalmente se extinguieran, significa que eran muy válidos para aprovechar sus recursos.

-¿Cómo fue este hallazgo?

-El maxilar, el fósil, se encontró en 2022. Se recuperó con herramientas y demás, y luego hubo un proceso laborioso. En verano se excava, pero en invierno los equipos analizan, investigan los restos... Lleva años y es una investigación multidisciplinar, no solo con arqueólogos. Así pudimos reconstruir lo que se ofrece en el artículo, la cara de ese homínido que se comparó morfométricamente con otras del registro fósil para poder llegar a estas conclusiones.

-¿Estaba presente cuando apareció el maxilar?

-Llegué al día siguiente, cuando aparecieron los artefactos, aunque ya habíamos encontrado una pequeña herramienta lítica que sabíamos que no se podía haber producido de manera natural. La excepcionalidad es el fósil humano. Hay muy pocos en el registro mundial, y especialmente un maxilar con la cara, es una parte que se destruye o se altera muy fácilmente.

-¿Se lo ha podido contar a sus alumnos en Oviedo?

-Algo les comenté, pero ahora mismo estoy en Galicia, haciendo trabajo de campo. Investigamos en una cueva, en cova Eirós, en Castela, en la provincia de Lugo. Estamos allí Xosé Pedro Rodríguez, que es codirector en la Sima del Elefante, y yo, los dos dirigiendo esta investigación. Pero el lunes vuelvo a clase. Y sí, les comentaré.

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