Opinión | Sol y sombra

Patinazos

Junto a la idea de que España cuenta con el peor y más fraudulento gobierno de la democracia convive la fundada sospecha de que el Partido Popular no da la talla como oposición, en un momento, además, en el que la alternativa es más necesaria que nunca. Los populares se han equivocado con frecuencia en su estrategia de confrontación que cuando no es la más adecuada en los ritmos, tampoco resulta eficaz en la pausa para explicarles a los españoles qué es lo que les espera de imponerse en unas elecciones y llegar a la Moncloa. Y eso que tienen frente a ellos un Gobierno fraccionado, movido por los hilos de un prófugo independentista, contaminado por el nepotismo y la corrupción, cuando precisamente fue esta última la excusa de la moción de censura con la que Sánchez desalojó a Rajoy.

El Partido Popular ha patinado desde el primer momento en las relaciones de algunos de sus barones con Vox, que se han vuelto con el tiempo y Trump aún más peligrosas, e incluso se ha permitido coquetear con Junts después de haber insistido en que era un partido dañino para la democracia. Mantiene en Valencia a un zombi que los propios valencianos detestan por su gestión catastrófica de la dana y que ha decidido, por si todo fuera poco, volver a ser el primero en encamarse con la ultraderecha. Entre la ideología y el pragmatismo, Feijóo no ha sabido construir hasta ahora el discurso creíble de la regeneración política, y si una mayoría decide volver a votarle en las elecciones es porque consideran superior, en cuanto a riesgo se refiere, la amenaza sanchista de reeditar una nueva versión de Frankenstein.

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