Opinión
Madre, enséñame a falar
A vueltas con la cooficialidad
Cuando sale a colación la oficialidad de una segunda lengua constitucional, estatutaria desde 1981, el concepto de «variedad lingüística» dejó al bable al margen de los utilitarismos catalán, vasco o gallego.
De hecho, la Ley 1/1998 publicada en el BOPA en marzo de ese año, cita en su primer artículo como lengua tradicional el bable/asturiano, el derecho a conocerla y usarla.
Bastante antes que esta ley de conocimiento y uso, al cambio singularidad cognitivo-lingüística, hubo muchos y buenos autores que escribían y cantaron en asturiano, aquellas manifestaciones que iniciaran la Transición.
Siendo inquietos, por aprendizaje vicario cogíamos la guitarra de andar por casa entonando así lo que antes tildaban de «dialecto» siendo lengua:
«Madre enséñame a falar el dialectu bable. Madre dime dónde tan les lletres que antes falaben, que me quiero comparar con aquellos que les saben. Que no son razones pa´ diferenciar que unes sean naciones y Asturies na de na».
Con esta elemental base lingüística, sobre todo valentía adolescente de emular a otras entidades históricas sacando tajada del uso idiomático –y las siguen sacando abondo–, aspirar a consolidar la lengua vernácula no es solo cuestión gramatical sino geopolítica principalmente.
Caso contrario estaríamos confundiendo al proteger la cultura de la sidra como patrimonio inmaterial y dejando al bable como una especie más biológica que cultural, cuando es una razón de ser.
Vivimos un tiempo en que no sabemos si defendernos o atacar. Al fin y al cabo rearmarnos, sobre todo por la principal amenaza de pensar distinto, de palabra y obra, como hacen las nacionalidades que añaden la omisión de España en su acervo.
A diferencia de aquéllas, nuestra cultura asturiana alardea de más españolidad al punto de ser cuna, mientras otras manos mecen independencias imponiendo su lengua vernácula, rearmándose en definitiva. A la lengua vernácula acompañan aduanas y uniformes propios, semiótica funcional pura.
Es esa la mayor debilidad del bable como lengua oficial. Siendo muchas las oportunidades y fortalezas, vamos muy atrás en ese análisis de texto, histórico, tanto que nos pasa el carro a los bueyes.
Ya lo decíamos de chavales: «que unas sean naciones y Asturies...». n
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