La invasión de Ucrania

Ataques con robots: siete lecciones de la nueva guerra

El Ejército urge a la industria a proporcionarle medios de combate, inhibición y armas láser contra los enjambres de la guerra robótica

Un soldado del Regimiento de Artillería Antiaérea de Madrid maneja un dron comercial cargado con una granada antipersonal.

Un soldado del Regimiento de Artillería Antiaérea de Madrid maneja un dron comercial cargado con una granada antipersonal.

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Madrid

Dicen los militares que observan la evolución del frente en Ucrania que allí ha nacido una nueva era bélica, caracterizada por el proceso de millones de datos y la proliferación de millones de drones. La artillería y las trincheras la asemejan a la I Guerra Mundial; la inteligencia artificial y los ataques de robots anticipan la tercera.

Esta guerra de Ucrania ha atravesado ya tres fases:

Una primera, en la que lentas columnas acorazadas rusas de invasión eran neutralizadas por ligeros pelotones de infantería ucraniana con lanzagranadas anticarro.

La segunda, en la que ambos bandos se atrincheraron bajo un intercambio intensivo de artillería, con envío de misiles y drones kamikazes a objetivos en la retaguardia.

En la tercera, la actual, se imponen las "franjas de exterminio", bandas de terreno en zonas de choque patrulladas constantemente por robots voladores de vigilancia y de ataque, y drones dragón que esparcen fuego químico (de aluminio) sobre la línea de trincheras.

En el taller Fuerza 35 del Ejército de Tierra sobre combate contra drones, recientemente celebrado en Madrid, los militares del arma de Artillería han expresado su conclusión de que una cuarta fase es inminente: la de los enjambres de drones coordinados entre sí por inteligencia artificial, y los choques de drones contra drones.

El Ejército analiza cómo discurre la nueva guerra. El boceto de las necesidades que afronta la nueva era de conflictos bélicos internacionales se afina con datos que el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS) procesa de lo que percibe en los frentes del Donbás y Zaporiya, en la guerra de Ucrania, incluidos drones tomados a los rusos por los ucranianos. Hallazgos y adquisiciones se transfieren al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), que hace la "explotación técnica del conocimiento de la amenaza".

En su dimensión táctica, esta realidad robótica en Ucrania deja siete trágicas lecciones de la nueva guerra, que describen militares expertos consultados por este diario.

Rusos y ucranianos han logrado atacar con drones filoguiados con fibra óptica, que ahora protagonizan cientos de emboscadas. Llevan detrás un hilo del grosor de un sedal. Los rusos, iniciadores de esta técnica, llegan a emplear bobinas de hasta 40 kilómetros de largo.

El hilo resiste torsiones y giros del aparato incluso de 90 grados. Al no mediar señal de radio en su vuelo, se vuelven muy letales por hacerse casi indetectables e invulnerables a la inhibición de antenas y radares habituales.

"Todo lo que emite es escuchado, y todo lo que es escuchado será abatido". Con esta nueva ley, el teniente coronel de Artillería Antiaérea Francisco José Olivares resume el perfeccionamiento de la guerra electrónica en el frente de Ucrania.

El tiempo entre la detección de un dron o emisión de una señal electrónica y la respuesta para destruir la máquina o al emisor de esa señal se ha reducido ya en el frente de Ucrania a entre uno y dos minutos.

Aún no se ha visto un ataque coordinado en enjambre entre la ingente cantidad de máquinas que a diario alcanzan a vehículos, edificios y seres humanos, pero sí se ven ofensivas en las que Rusia ataca con una masiva combinación de drones, bombas, misiles y artillería. El enjambre de robots no tardará en llegar.

La inteligencia artificial permitirá la asignación de una misión a cada máquina, que podrá actuar de forma autónoma y eludir obstáculos para llegar a su objetivo.

Un soldado de la 65 Brigada Mecanizada ucraniana guía un dron terrestre en un punto no revelado del frente.

Un soldado de la 65 Brigada Mecanizada ucraniana guía un dron terrestre en un punto no revelado del frente. / EFE

En España, diversas empresas de la industria de la defensa estudian soluciones. Para neutralizar enjambres se precisan inhibidores de frecuencia colocados en malla, como los que investiga la firma Adevex; o pulsos electromagnéticos que inutilicen las máquinas, como los que trabaja ATL Europa; o los llamados "sistemas cinéticos", o sea, a balazos. En este campo, la firma Escribano desarrolla un lanzador de cohetes, Sentinel Rocket, con pequeños misiles. En su morro, un sensor de proximidad; y detrás, una carga de 8.000 bolas de acero. Un enjambre contra otro enjambre.

En esos ataques en oleada, Rusia mezcla aeronaves no tripuladas con carga explosiva con las que no la llevan y solo vuelan para despistar. Algunas de estas imitaciones están hechas con motores sencillos y los materiales más baratos: fibra y porexpán.

El objetivo es provocar que el enemigo les dispare con carísimos sistemas de defensa antiaérea, hasta agotar sus recursos y su economía.

La guerra con drones rebaña vidas. Para el coronel Rómulo García Huerta, jefe del Regimiento de Artillería Antiaérea 71 del Ejército, "hoy dos soldados en un campo son un objetivo; antes no lo eran". Un blanco militarmente tan pobre deja ahora gran rédito: "Lo aprovechan mucho los rusos en las redes sociales", ha explicado en el último taller Fuerza 35. Cuentan los ucranianos a sus adiestradores españoles de la misión EUMAM en Toledo que el hecho de que nadie esté a salvo "tiene un efecto sobre los soldados devastador".

Ese golpe a la voluntad de combatir es especialmente grave cuando las máquinas explosivas se lanzan sobre nidos de heridos o vehículos que evacúan a los soldados que están fuera de combate. Es el llamado 'Medevac imposible'. "Un soldado sin la garantía de que, si le pasa algo, podrán ayudarle y sacarle de ahí, va al combate completamente desmoralizado", explica un suboficial instructor de infantería.

La implacabilidad de los drones es parte también de su frecuencia. A lo largo de 2024, desde el Donbás hasta Zaporiya, en todo el frente de Ucrania, se registra una media de 52 ataques diarios de dron, según datos que fuentes militares ucranianas han transmitido a las españolas. Eso da más de 18.000 en un año.

Tiene dicho el general Vincent Breton, director del Centro Conjunto de Conceptos, Doctrinas y Experimentos del ministerio de defensa francés, que "los drones han disipado la niebla de la guerra". O sea, han transformado el campo de batalla en un entorno transparente, en el que todo está a vista de pájaro.

Primera consecuencia: a las tropas desplegadas en el frente, los drones les deniegan el movimiento. Es letal caminar por campo abierto o en cunetas, suicida exponerse mientras se reposta combustible -incluso de noche-, y, en general, una imprudencia dejarse ver.

Para taparse ya no basta la vegetación, pues algunos drones FPV (con cámaras de visión directa) también llevan sensores térmicos. Ni tampoco ponerse a cubierto en una trinchera. La guerra en el Donbás obliga a pequeñas unidades a enterrarse en huecos excavados en el terreno, pozos con cobertura superior que sirva de toldillo antidrón.

Rusia ha proporcionado a sus tropas en Ucrania miles de escopetas de caza, de las que disparan nubes de postas, para que intenten defenderse de drones pequeños. Hasta ahora se les ha visto en vídeos tratando de esconderse, correr, meterse tras un árbol, darle al robot con la culata del fusil como si fuera un garrote, incluso santiguándose cuando se acerca. Algunos se han rendido ante el robot, que, con movimientos laterales, les indica dónde dirigirse.

En Toledo, el Ejército adiestra a los reclutas ucranianos en moverse bajo la vuelo de drones, intentando localizar dónde llevan la cámara y poniéndose siempre detrás, nunca delante. También, si el contacto ya es inevitable, colocarse de forma "que puedan evitar, en la medida de lo posible, hemorragias masivas", relata un instructor.

Las fuentes militares españolas consultadas coinciden en apreciar que, de la muy alta mortalidad cuyos verdaderos datos ocultan ambos bandos, en la guerra de Ucrania hoy más de tres cuartas partes de las muertes son provocadas por drones.

Los robots voladores -ahora combinados con vehículos armados autónomos en tierra que disparan munición de ametralladora y morteros- habrían causado ya más bajas mortales que la artillería, los disparos de fusil, los misiles, las bombas planeadoras y los carros juntos.

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