Opinión

La ciudad arrastrada con perspectiva de ultratumba

Lo veíamos venir, pero había que esperar al parto ferroviario de la ciudad, a ese leño que acaba de presentar la entidad Gijón al Norte con sus cuatro cabezaleros al frente. A saber, el presidente de Adif, el secretario de Estado de Transportes, el consejero de Movilidad del Principado, Alejandro Calvo (quien sigue demostrando que tiene muy poca idea acerca de la ciudad), y la alcaldesa, Carmen Moriyón, que remata con su candidez (sólo aparente) la triste tradición en este asunto de las tres últimas alcaldesas de la Villa de Jovellanos: Paz Fernández Felgueroso, Ana González y la mentada.

De cómo este trío municipal de la bencina fue dejando derrapar el proyecto iremos aportando valoraciones e interesantes papeles, los cuales ya curvan el estante que ocupan. Del aguante de los gijoneses hasta la fecha sólo podemos esperar que el pueblo soberano mantenga la paciencia y la esperanza. Paciencia para aguantar plazos de tamaño matador y esperanza para que este proyecto deje de encarrilarse a martillazos y algunos puedan corregirlo. Total, llevamos un cuarto de siglo esperando y por lo que acaban de anunciarnos faltará otro tanto para contemplarlo entero.

Antes de seguir veamos datos en bruto. Veintiocho años después de que el alcalde Areces plantease la necesidad de eliminar la barrera ferroviaria, y veintiséis después de que el ministro Cascos propusiera el metrotrén y al cabo de dos décadas con el túnel Viesques-El Humedal perforado, los referidos cuatro enterradores nos proponen comenzar en 2026 ciertas obras complementarias con tres años de duración y por valor de 53 millones de euros, poco más de la décima parte del coste previsto ahora para la estación (476 millones), y vigésimo tercera parte del coste total, estimado hoy en 1.200 millones para todo el desafío, incluido el metrotrén.

¿Se imaginan cuándo tendremos el paquete completo a este ritmo inversor y de obras? Apabullante. Los cuatro de marras mejor se metían directamente en un ataúd como homenaje anticipado hacia todos los gijoneses que verán las obras completas desde la ultratumba.

Pero no queremos igualar las responsabilidades, pues aquí laboran malamente tres entes. Primero, el ministerio de Transportes, que, por segunda vez, tras Jove, nos arrastra al desastre con decisiones graves para la ciudad. Se trata de un ministerio intratable, que circula mediante bocinazos y que a base de cortar cabezas en Renfe o Adif trata de ahuyentar sombras corruptas y mejorar la pobre imagen de la España sobre raíles (Asturias y Cataluña lo saben bien, sin ir más lejos).

Este ministerio comenzó a degenerar con el PP de Rajoy y Ana Pastor, aunque tuvo antecedentes tan poco estimulantes como los ministros Magdalena Álvarez y Pepe Blanco (de Zapatero). En estos últimos tiempos ha tocado gozarnos con la tríada loca de Pedro Sánchez (Ábalos, Raquel Sánchez y Puente). Evidentemente nos referimos a las incidencias no felices de todos ellos sobre Asturias, pero también podríamos hablar de otros territorios.

–Oiga, ¿y la Variante y el AVE?

–La primera permaneció lustros en obras de reforma (aún no acabadas, y que incluyeron la anulación de salidas de emergencia, por ejemplo), y al segundo, a punto de cumplir un año, le falta una lista de obras tan larga que nos aterra.

El ministerio es el 50% de Gijón al Norte, donde el Principado se aposenta con otro 25. Aquí pegamos con otro mojón de cuidado, pues partiendo de la básica ignorancia sobre Gijón del dúo Adrián Barbón y Alejandro Calvo, topamos con que ambos nada operan para que Gijón abandone su condición de ciudad arrastrada por Transportes. Al contrario, en otros órdenes aportan contribuciones al caos de la Villa de Jovellanos, caso del Hospital de Cabueñes, o de la apaleada iglesia de la Universidad Laboral, asunto de menor cuantía, pero de igual vergüenza. Además, al Principado le corresponde la estación intermodal de autobuses, de la cual se escucha bien poco, salvo que dará forma a una soberbia barrera junto a la estación ferrocarrilera que en el presente se está amasando.

Más hacia el fondo, gracias al Principado podemos aquilatar el grado de caos que aportó cada alcaldazgo. Por el PSOE, Felgueroso y Pedro Sanjurjo operaron en su momento con más voluntad que acierto, pero con intención recta (dejadas a un lado las habituales vanidades de la política). En cuanto a Moriyón (Foro), sus años 2011-2019 estuvieron sobrecogidos por las restricciones del PP gubernamental, aunque al final ella promovió un cambio de ubicación firmado por el propio Ábalos (PSOE), con el que aquí siempre estuvimos de acuerdo (con el cambio, no con el ministro). Ahora, en el segundo año de su tercer mandato, en la poltrona municipal Moriyón parece seguir fresca como una lechuga, aunque esperamos que reaccione ante las atrocidades.

Pero lo problemático llega con el mandato 2019-2023, de la socialista Ana González. Todavía Adrián Barbón sigue sin explicarnos por qué la señaló como candidata a esta villa, pese a lo que se temía sobre ella (volvemos a la ignorancia adriana acerca de la ciudad). Sin embargo, con el PSOE de Gijón adquirimos en 2022 una deuda impagable cuando la apartó de un segundo y temible mandato. A los socialistas de Gijón, sobre todo a los más veteranos, les debemos agradecimiento eterno, y no olvidaremos que, de los cinco factores por los que el PSOE no alcanzó la Alcaldía en 2023, al menos tres llevan los apellidos de González y de Barbón.

En esto profundizaremos otro día, pero ahora nos centramos en las vías y estaciones. Ana González volvió a modificar ubicaciones apelando a condicionamientos de subsuelo, es decir, los célebres colectores. Aquello fue falaz, pues tanto la ubicación junto al Museo de Ferrocarril como la de Moreda obligan a mover dichas conducciones mediante una nueva construcción colosal (conservamos los informes correspondientes como joyas engarzadas en fango). Por cierto, el número de argumentos falaces fue generoso en el cuatrienio de González.

Pero hay más. Volver a la propuesta de Moreda no significó retornar al planteamiento del PSOE en 2010 que se mostró mediante la hermosa maqueta de una estación ¡subterránea! (otra joya documental). Al contrario, moviendo los naipes, el PSOE de aquí y el Principado de allá permitieron que González nos diera el cambiazo con una instalación en superficie, que es la que ahora se está dibujando a espaldas de los gijoneses. Doble traición, por tanto.

Aquí vamos a dejar esto por ahora, porque nos conocemos y acabamos incendiándonos. No obstante, existen decenas de aspectos que confrontar y con los que altercar. Sólo mencionaremos dos: el síndrome Jovellanos y la edificación.

El primero consiste en que, con la estación de Puerta La Villa del metrotrén, más todas las líneas de autobuses en El Humedal, más la estación de ALSA en la calle de Llanes, la futura estación de Moreda, será como la de Jovellanos a partir de 1987, a saber, una instalación no inmediata casi a ningun lugar, en medio de poca cosa y aparte de cualquier núcleo fuerte de comunicaciones de cercanías.

Esto último es matizable de cara al futuro, pero sobre todo será corregible mediante dos opciones. Una, llevándolo todo a Moreda: todas las líneas de autobuses urbanos e interurbanos y todo el ALSA, y etcétera. Pues nada, a ver quién coge esa mosca por el rabo. La alternativa sería arreglar los destrozos que se están tramando, sobre todo las estaciones en superficie para trenes y autobuses, verdaderas barreras del Gijón del futuro.

En cuanto a la edificación, vemos la penosa novedad de construir bloquecitos, muchos, donde tendrían que ir los servicios públicos y las áreas de esparcimiento del centro de la ciudad. Por otro lado, macizar con paralelepípedos de viviendas todo ese espacio es como volver al desarrollismo, o sea, al franquismo. ¿Y qué más da si ya estamos volviendo al alquiler de habitaciones, como en el franquismo, o al pluriempleo, como en el franquismo?

En fin, todo esto no son más que terrores acerca de una ciudad arrastrada por ministerio y Principado, y examinada bajo perspectivas de ultratumba. Les ha hablado un esqueleto.

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