Opinión
El pregón de la Semana Santa
El oficio de pregonero es muy antiguo. En la antigua Roma eran los que anunciaban los comicios y convocaban a los senadores para el Senado. En España los encontramos ya en la Edad Media. Tocando la trompetilla o haciendo sonar la campanilla iban por los lugares habitados anunciando: "Por orden del Sr. Alcalde, haga saber…"
En la liturgia católica tenemos el antiquísimo pregón de Pascua que, en la vigilia, anuncia la Resurrección del Señor. Es la gran noticia de la historia. En latín tiene una preciosa música gregoriana: "Exultet iam angelica turba coelorum…" que no ha sido posible transmitir a la lengua vernácula.
La Semana Santa, por tener también una dimensión cultural, comienza con un pregón que se encarga a una persona que pueda convocar y hacer vivir estos días singulares. Como en los partidos decisivos de fútbol, no se encomienda a ningún "llaveru". Recuerdo a Arturo Fernández que me dijo: "es la designación más importante que he recibido en la vida; para ello me he comprado este traje negro que llevo". En Gijón, este año será D. Fernando González Landa, ingeniero de caminos, canales y puertos el pregonero. Su profesión nos puede ayudar a encontrar el "camino" para seguir al Señor, descubrir "los canales" de gracia y de vida con que nos enriquecen y señalar "el puerto" al que llegaremos después de remar en este mar de la historia.
El acontecimiento que celebramos merece ser pregonado. Además de histórico –hoy ya nadie lo pone duda-, es meta-histórico por las consecuencias y eco que ha logrado. De él se deriva el mayor movimiento de humanismo y reconocimiento y defensa de los derechos humanos y en él se apoya el sentido de la vida. Es más lógico y racional su aceptación que su negación. Somos creados para la vida y no somos "un ser para la muerte". Por eso, morir nos desespera, vivir, resucitar nos llena de esperanza. "Allí donde el materialismo es más materialista, su anhelo sería la resurrección de la carne", escribió T. Adorno, de la escuela de Francfort, cuando la filosofía se preocupaba de buscar respuesta a las grandes preguntas.
Y su mensaje es sorprendente: "Habéis oído que se dijo amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo amad a vuestros enemigos para que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace salir el sol sobre malos y buenos". La Carta Magna de la no violencia, lo llamó Benedicto XVI, que no consiste en rendirse ante el mal, sino en responder al mal con el bien, para romper la espiral de la injusticia.
Estamos en un mundo de locos endiosados donde rige la ley del talión. Merece la pena salir a la calle con Aquel que dijo desde la cruz: "Perdónalos porque no saben lo hacen". Tiene toda la razón.
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