La sentencia de comerciantes y vecinos sobre Carlos Marx: un viaducto "innecesario" que "se puede tumbar"

Los vecinos consultados a los dos lados del viaducto se posicionan, en términos generales, a favor de desarticular el vial elevado

Gijón

Una infraestructura "innecesaria" que "se puede tumbar". Este enunciado condensa, en dos líneas, el sentir general de los comerciantes y vecinos de El Natahoyo y de Laviada consultados sobre la futura demolición del viaducto de Carlos Marx y el descenso del vial a pie de superficie, una obra que se puede considerar el primer paso hacia la instalación de la futura estación intermodal gijonesa. La infraestructura, que cose ambos barrios al salvar las antiguas vías del tren, se prevé que se desmantele para finales de 2026, un hecho que se ve como una posible oportunidad para los negocios por motivos como mayor visibilidad de los establecimientos o trasiego de gente. No obstante, también se transmite cierto "escepticismo" sobre la ejecución del desarme, el cual tiene su germen en las viejas promesas "incumplidas" por las diferentes administraciones y sus sucesivos gobiernos de uno u otro color a lo largo de los lustros.

De la margen de El Natahoyo, y favorable a la desarticulación del viaducto, está Abraham Carpio. El joven, que regenta la Cafetería Carpio, desde cuya terraza se ve el puente, lo ve "prescindible". "La mayoría de la gente pasa por debajo", apunta, refiriéndose a la senda que discurre al calor del carril bici. El hostelero considera que el cambio será "mejor" para el tránsito de peatones y se pone de ejemplo a él mismo, que cruza todos los días el puente. Al encontrarse su cafetería en una zona de paso entre la antigua zona fabril y el resto de Gijón, cree que podría incrementarse su clientela con la demolición. "Si no estuviera el viaducto se me vería más", añade.

Tras la barra del Ébano Café, frente a la estación provisional de Sanz Crespo, trabaja como camarero Antonio Anega. "Mientras haya obra todo va a ser polvo", sentencia, en un sentido literal, a la par que escéptico, sobre la intervención. A vuela pluma, cae en la cuenta de una oportunidad ligada al periodo de ejecución de la obra propiamente dicho: el trasiego de operarios. El trabajador también resalta que se puede aumentar la visibilidad del local. "Eso sí, la circulación va a ser una locura durante ese tiempo", remata el hostelero, respecto a una actuación que se estima dure 33 meses a contar desde el final de 2026.

"Va a ser un desmadre de varios años con desvíos de tráfico", vaticina Isabel Lastra, del Café Covadonga, en Laviada. La hostelera teme el aislamiento que van a sufrir su barrio y El Natahoyo al desaparecer la infraestructura. Aunque no se considera netamente contraria de acometer la obra, le parece un "despilfarro" gastar 35 millones de euros en algo que, en su opinión, "está bien como está". También se muestra desilusionada para con las administraciones y es crítica con una "posible especulación" con las edificaciones del plan "Llave", que plantea levantar 300 viviendas protegidas en los dos aparcamientos próximos al Albergue Covadonga. Reclama un "pulmón verde" y "pisos asequibles" para los jóvenes.

"Quedará más guapo"

Los vecinos consultados a los dos lados del viaducto se posicionan, en términos generales, a favor de desarticular el vial elevado. "Con la calzada en superficie quedará mejor, más guapo", pronostica el matrimonio de jubilados Julia Rodríguez y Tomás García. Ambos gustan de pasear por la zona y el esposo, además, acaba de estrenar una silla adaptada, por lo que la remodelación de la zona mejoraría su movilidad. Asimismo, su hija vive al otro lado, hacia el mar, y van y vienen de visita. Los ancianos también recuerdan que hay "un montón" de personas que viven o pernoctan bajo el puente o en el trazado ferroviario sin uso. Luis Fernández, por su parte, es un joven deportista que acude con asiduidad al Club Natación Santa Olaya. Cruza el puente de vuelta de la instalación deportiva, mochila en mano, y también aboga por el nuevo planteamiento urbano.

La nota discordante la pone Gela Duque, del barrio de La Calzada. Plantea que el cambio "no es necesario": que las obras en Gijón "no se hacen no pensando a futuro" y que "ni se llegan a ejecutar". "Nos entretienen con proyectos, no hay proyecto de ciudad", remata la mujer.

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