Inmigración irregular

Tensión en el tapón de África: Ceuta, a la espera de más oleadas migratorias

Cola de inmigrantes a la hora de comer en la mezquita de Sidi Embarek de Ceuta, en un comedor solidario organizado por la oenegé Luna Blanca

Cola de inmigrantes a la hora de comer en la mezquita de Sidi Embarek de Ceuta, en un comedor solidario organizado por la oenegé Luna Blanca / José Luis Roca

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Ceuta

Un kilo de falda de ternera para estofar cuesta en Ceuta 11 euros; al otro lado de la frontera, 18. El salario mínimo es en la ciudad española de 1.050 euros; en la vecina provincia de Tetuán no llega a los 289. Estas diferencias ayudan a medir el escalón, la explicación de tanta presión que convierte a Ceuta -como Melilla- en el tapón de África.

Una inflación que en Marruecos lleva desde 2022 siendo tres veces superior a la de España ha empujado a más de 2.000 jóvenes nadadores hacia el mar en lo que va de año, buscando doblar el espigón fronterizo del Tarajal y poner un pie en territorio español. Es el mismo factor de descontento que contribuyó a sacar a la calle a millares de jóvenes en el fin de semana del 15 de septiembre, siguiendo una febril convocatoria en redes sociales.

No se puede encontrar en la ciudad a nadie que no espere, un día u otro, la irrupción de una nueva multitud de migrantes. No se puede encontrar desde que, en mayo de 2021, más de 10.000 marroquís entraran de sopetón en la peor crisis migratoria que ha vivido la ciudad.

Ceuta: tensión en el tapón de África

José Luis Roca

La expectativa de una nueva entrada masiva se pudo cumplir el pasado domingo 15 de septiembre, de no ser por una contundente represión de la gendarmería marroquí con un despliegue nunca visto de más de 4.000 policías. Pasada aquella pantalla, la ciudad está ya en la siguiente: una nueva convocatoria en redes sociales llama a intentarlo de nuevo el próximo día 30.

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Rachid Sbihi, guardia civil y secretario general de la AUGC en Ceuta / José Luis Roca

En el Gobierno de la ciudad no le restan credibilidad. En la Guardia Civil tampoco. “Desde la Asociación Unificadade Guardias Civiles ya denunciamos desde 2014 la necesidad de más recursos humanos y materiales -dice Rachid Sbihi, secretario general de la AUGC en Ceuta-. También necesitamos que se recrezcan los espigones de Tarajal y Benzú, un aumento de medios para no depender de refuerzos ni de terceros, porque no es descartable que en el futuro volvamos a vivir episodios de esa naturaleza”.

“Los racistas salieron del armario”

La presión migratoria se cruza contra otras tensiones soterradas, que discurren tras una fisonomía urbana de pacífica convivencia entre europeos y magrebís.

Si una parte de la población atisba con inquietud futuros embates contra la frontera, otro sector el de los migrantes, tiene como preocupación cuándo dar el salto a la península y, entre tanto, qué comer cada día.

A eso de la una se les puede ver por el paseo marítimo que forma la carretera de Benítez junto a una playa de guijarros. Han salido del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) con destino al comedor solidario que se organiza cada día en la mezquita de Sidi Embarek.

Ceuta. 17.09.2024. Reportaje situación en Ceuta después de los incidentes de esta semana .

Soldados de una compañía de Regulares marchan por un paseo de Ceuta. / José Luis Roca

Comparten el paseo dos hileras en una estampa simbólica de la ciudad: por un lado, inmigración; por otro, militares. En la misma acera, el hormigueo de migrantes hacia el templo y una hilera de soldados de dos compañías de Regulares con todo el equipo, chambergo, chaleco, mochila, cargadores de munición y “chopo” de asalto HK colgado en el pecho.

A los militares se les ve caminar cadenciosos al borde del mar. “Vamos de pateada”, explica uno de ellos.

- ¿Y cuántos kilómetros son una pateada?

- Los que diga el jefe -responde a la gallega el soldado, señalando con la cabeza a la vanguardia del pelotón.

- ¿Y cuánto pesa el equipo que lleváis?

- Depende de cuánta agua te hayas bebido.

En una bifurcación, los soldados siguen su camino hacia adelante y los inmigrantes tuercen por una cuesta buscando el alminar blanco y verde de Sidi Embarek.

En el patio les espera el comedor caritativo de la oenegé Luna Blanca, con un menú casero de pasta, pollo, yogur… Ayudan no solo a los migrantes, también a 120 familias sin recursos de Ceuta. Se les juntan 2.600 comensales diarios.

Halima Ahmed, portavoz de la oenegé Luna Blanca.

Halima Ahmed, portavoz de la oenegé Luna Blanca. / José Luis Roca

En el pequeño despacho de la asociación no ha pasado desapercibido cómo el dirigente de Vox Javier Ortega Smith ha aprovechado la última crisis para hacer acto de presencia en Ceuta y difundir su propuesta de deportaciones masivas. La educadora social Halima Hamed, portavoz de Luna Blanca, dibuja otra de las tensiones de Ceuta, la amenaza de una islamofobia azuzada desde el exterior: “Cuando apareció Vox en Ceuta se empezó a enrarecer la convivencia, como si abrieran la veda y todos los racistas salieran del armario”.

Ricos y pobres

Se ha abierto una tertulia entre los trabajadores de Luna Blanca. Admite Halima que han crecido en Ceuta “los bulos” sobre un aumento de la delincuencia en la ciudad provocado por la inmigración. Y otro voluntario de la mezquita, el más veterano, suelta la más sencilla explicación para el fenómeno de los nadadores: “Si una plaza en una patera te cuesta 3.000 euros y no tienes ese dinero, pues te echas a nadar…”

La mayoría de los 864 inmigrantes que acoge el CETI han llegado a nado a la ciudad. El CETI es un epicentro de la tensión en la ciudad. Allí es donde se producen más altercados violentos, generalmente peleas por el control de posesiones y espacios entre grupos de internos.

Ceuta. 17.09.2024. CETI. Reportaje situación en Ceuta después de los incidentes de esta semana .

Ceuta. 17.09.2024. CETI. Reportaje situación en Ceuta después de los incidentes de esta semana . / José Luis Roca

Subiendo la vista por un terraplén, desde la entrada del CETI se ve la curva de una pista del Club Hípico de Ceuta. Pasa por arriba una jinete sobre un hermoso caballo, con ajustados pantalones beige y botas de montar, y gorro con bolita y chaqueta, como en una escena de Ascot.

Cuesta abajo, según se acercan las nueve de la noche, van llegando los inmigrantes a fichar ante una cámara de seguridad, y muestran a los vigilantes el interior de sus mochilas. La mayoría no ha cumplido aún 30 años. Algunos fueron niños que entraron ya a nado en la ciudad en la gran oleada de mayo de 2021, se pasearon tres días mirando los escaparates y las caras asustadas de los vecinos y se volvieron a su país tras la aventura. Otros son estudiantes en cuyos colegios les han enseñado que Ceuta y Melilla son territorio de Marruecos, y donde les han glorificado la Marcha Verde de 1975 sobre el Sáhara español como una hazaña histórica del reino.

“África crece y Europa envejece”, dice uno de los vigilantes de la puerta mientras pasan los chavales. Ante la pregunta de si hay más delincuencia en Ceuta, reacciona otro de ellos, cansado de ese mantra que mancha la imagen de la ciudad y que no confirma la estadística: “¿Y en el Raval de Barcelona, y en la Rosilla de Madrid?”.

Esa puerta con la hípica arriba y los migrantes abajo es una metáfora del escalón: Ceuta es la frontera con mayor diferencia de renta del mundo.

Se vende local

Pero se llena de rotos y descosidos la economía de la ciudad. Desde la pandemia, Marruecos no ha aceptado el trasiego comercial que antes bullía en la frontera desde el cercano polígono del Tarajal. Ahora numerosas naves callan con la puerta cerrada en sus callejones, llenos de carteles de "se vende".

Hubo un tiempo en que por un pequeño local atechado se pedían 700.000 euros; ahora no hay quien los venda. Daniel Santaella, del almacén Santaella y Olmedo, entre palés de alimentos y bebidas, relata que “desde el bloqueo comercial se han perdido un 80% de las ventas, y han cerrado un 80% de los locales comerciales”.

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Daniel Santaella, en su almacén del polígono del Tarajal / José Luis Roca

Por el polígono pasa otra tensión de Ceuta: la asfixia económica a la que la somete Marruecos. Tres puertas más arriba, en el taller Larbi, Ahmed, el jefe, confiesa que antes vendía hasta 80 ruedas en un día, que se llevaban a Marruecos. “Ahora puedo vender ocho… El futuro es incierto”.

Mentalidad de asedio

“¿Sabes como se siente una avalancha de inmigrantes contra la valla? -explica un veterano de la Guardia Civil- ¿Tú has visto esas pelis de indios y vaqueros, cuando los indios cargan contra las caravanas?”.

El símil del guardia conecta con una sensación de asedio, una mentalidad instalada en la ciudad. Para la decana del Colegio de Abogados de Ceuta, Isabel Valribera, es algo que llegó con la repentina oleada de migrantes de mayo de 2021: “Cuando entraron casi 15.000 personas por el mar, la ciudad se sintió asediada. Esa era la sensación del ciudadano. Desde entonces la gente se siente más vulnerable”.

Isabel Valribera, decana del Colegio de Abogados de Ceuta

Isabel Valribera, decana del Colegio de Abogados de Ceuta / José Luis Roca

Esa mentalidad se multiplica en el ceutí cuando se ve incomprendido por el resto de los españoles, cuando los de fuera le preguntan: “¿Estáis bien? ¿Cómo está la cosa?”, como si “la cosa” fuese una situación de guerra, de epidemia o catástrofe que en absoluto se concilia con la realidad.

La decana niega, por ejemplo, que hayan percibido en los juzgados de Ceuta un aumento de la delincuencia en la ciudad. “Ceuta es una ciudad pequeña, tranquila, acogedora, donde se vive bien, donde no hay distancias… pero somos ciudad frontera y tenemos problemas. Vivir en Ceuta es vivir en una ciudad española normal, pero con una frontera que no es normal”.

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