El noreñense que pasó de gran promesa del Atleti a leyenda del Ávila: "Solo me falta encontrar a la mujer de mi vida"

Tras 12 años en el club, Andrés es un ídolo en el equipo castellanoleonés, con el que ha ascendido a Segunda Federación

Llorián se fuma el puro de la victoria tras el ascenso a Segunda Federación.

Llorián se fuma el puro de la victoria tras el ascenso a Segunda Federación. / LNE

Javier Sámano Lucas

Javier Sámano Lucas

Noreña

En la primera jornada de Tercera de la temporada 2014/15, Andrés Llorián (Noreña, 33 años) fue uno de los apenas diez jugadores del primer equipo del Real Ávila que figuraban en una convocatoria completada por seis jugadores del juvenil. El rival era el Numancia B, y Llorián ni siquiera debía estar disputando ese partido. Ese verano, el lateral izquierdo de Noreña, que acaba de lograr el ascenso a Segunda Federación con el Ávila, se había marchado al Astorga, por entonces en la extinta Segunda B, después de tres temporadas en el equipo castellanoleonés. "Pero el entrenador que me ficha para el Astorga me dice, de repente, que estoy en baja forma y que ya no me quieren –explica Llorián–. La verdad, estoy convencido de ello, es que querían mi ficha de mayor de 23 años para traer a otro jugador. Me veo en la calle un 15 de agosto y decido llamar al Ávila: ‘Buscadme un piso, que voy para allá’".

Y para allá que volvió. La realidad del Ávila en aquel momento era, recuerda Llorián, de una enorme complejidad: "En la temporada 2013/14 estuvimos seis meses sin cobrar, y cuando volví aún nos debían dinero. Además, había aparecido un fondo de inversión reclamando una deuda de unos 800.000 euros por un asunto de hacía más de una década de la que la persona que estaba entonces al frente del club no quería hacerse cargo (en 2015, un juzgado eximió al Ávila del pago de dicha deuda)". Las estrecheces económicas condujeron, en 2015, al Ávila al descenso a Regional Preferente. "Estuvimos a punto de desaparecer", reconoce un Llorián que decidió permanecer en el equipo: "Me pude haber marchado a un Segunda B, pero sentí que estaba en deuda con el club y que tenía que quedarme. Se lo prometí al propietario el mismo día que descendimos".

Llorián cumplió con su palabra, el Ávila regresó a Tercera al curso siguiente y ahora, con el de Noreña como capitán, acaba de ascender a Segunda Federación por primera vez en su historia –la última participación del club en la antigua Segunda B data de 2003–. Para Llorián, el único que continúa de la plantilla que jugó por la supervivencia de la entidad en Regional Preferente ("solo seguimos el utillero, la mujer que lleva el papeleo y yo"), llevar al Ávila a la cuarta categoría del fútbol nacional supone el clímax de una historia que ha completado ya su duodécimo capítulo: "La gente me recordaba y me agradecía en la celebración del ascenso que me hubiese quedado en esos momentos tan difíciles; se me caían las lágrimas, eso no se paga con dinero".

Pero, ¿cómo ha llegado un chico de Noreña a tirarse 12 años en Ávila jugando en un equipo semiprofesional? En su juventud, Llorián apuntaba a hacer carrera en la élite. Empezó jugando en el equipo de su pueblo, el Condal. De ahí pasó al Roces, donde su contribución al ascenso a División de Honor llamó la atención del Atlético de Madrid. El interés pilló tan a contrapié a Llorián que al principio no daba literalmente crédito: "Recibo una llamada, descuelgo el teléfono y me dice un señor que es José María Amorrortu, director deportivo del Atlético de Madrid, y que quiere ficharme. Le digo que es un vacile, que se ría de otro, y le cuelgo. Al minuto y medio me vuelve a llamar, y pienso: ‘a ver si no va a ser una broma...".

Llorián, el cuarto empezando por la izquierda en la fila superior, en su etapa en el Atleti, junto a De Gea y Koke.

Llorián, el cuarto empezando por la izquierda en la fila superior, en su etapa en el Atleti, junto a De Gea y Koke. / LNE

En efecto, Amorrortu iba en serio. Al poco tiempo, Llorián acabó fichando por el Atleti, en cuyo equipo juvenil coincidió con jugadores del calado de David de Gea y Koke Resurrección. "De Gea era un poco empanado, pero los dos eran chicos de los más normales", rememora con una sonrisa. Sus dos primeros años en el Atlético fueron satisfactorios, pero al dar el salto al filial menguó su relevancia y se vio forzado a buscarse otro destino.

La muralla y una nevada

Y entonces, de la forma más insospechada, apareció el Ávila: "Se me había terminado el contrato con el Atleti y llevaba casi dos años sin jugar. Le digo a mi representante que mi prioridad es encontrar algo en Asturias. Lo intento con el Sporting B, pero no hay suerte. Después estoy una semana a prueba con el Deportivo Fabril, pero tampoco acaba saliendo. Me acabo viendo en mi casa de Noreña el 10 de agosto sin equipo. Hasta que un día me llama mi representante y me dice que me quiere el Ávila. No había estado en Ávila en mi vida, no sabía nada. Busco ‘Ávila’ en Google y lo primero que veo es una foto de la muralla y otra de una nevada de diez centímetros. Nada más colgar les digo a mis padres: ‘Me voy para Ávila’".

Doce años después, cuando pasea por las calles de Ávila, Llorián se para "cada diez metros" a charlar con un conocido: "Mi padre me dice: ‘¿qué pasa, que aquí conoces a todo el mundo?’ Pues claro, ya conozco más gente aquí que en Noreña". Aunque su familia arde en deseos de que regrese a Asturias, Llorián se ve quedándose en Ávila una vez retirado del fútbol: "Tengo aquí mi vida: mi rutina, mis amigos, mi trabajo (en un almacén de aluminio)… ¡solo me falta encontrar a la mujer de mi vida!".

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