La atleta herida

"La grapa", de Maryline Desbiolles, es una novela de inteligencia preclara que cuenta mucho con muy poco

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Emma corre, un punto en la distancia, pero su tesón logra sortear la fatiga del viento, vencer el obstáculo de las colinas, devorar la distancia con la exactitud de un reloj que desgranara impávido la uva del tiempo. Nada parece poder rendir la constancia de Emma hasta que un perro se cruza en su camino. Y cuando ese animal muerde su pierna y derriba a la atleta, es algo más que un conjunto de huesos, músculos y tendones lo que su dentellada hiere: "A mi perro no le gustan los árabes", dice el dueño del animal sin que su voz tiemble. Y a Emma esa frase la llena de un espanto infinitamente más profundo que cualquier dolor.

"La grapa", de Maryline Desbiolles, es una novela engañosamente simple. La autora encierra en ella un relato mucho más vasto y complejo de lo que su brevedad y su anécdota parecerían sugerir. Pues el mordisco de ese perro ni siquiera feroz, al que la escritora muestra antes como un guardián juguetón que como un monstruo aterrador, se clava en un lugar mucho más hondo que la pierna de una joven a la que correr regala el privilegio de la soledad y la soberanía de la identidad. Lo que ese perro ataca y desgarra es un símbolo, la suerte que corrieron los harki, la comunidad argelina que durante la guerra de independencia de su país luchó al lado de las fuerzas coloniales francesas para, posteriormente, ser abandonada a su suerte, traidora a ojos de los argelinos e incómoda a ojos de los franceses. Y lo que la herida de Emma revela, en su atroz aspecto y en su invencible quebranto, es que la historia reciente de Francia supone también una herida abierta, una dentellada que deja a la vista las zonas menos nobles de ese cuerpo complejo, poliédrico y por definición insatisfactorio que compone cualquier nación.

El pequeño mundo donde la atleta transcurre, L’Escarène, un átomo del distrito de Niza que oscila ya, irremediablemente, hacia el lado de la frontera italiana, es un lugar donde las guerras se han cobrado su habitual cuota de fidelidades y servidumbres, y donde los héroes, que por defecto resultan siempre problemáticos, se convierten en villanos según los vientos de la verdad histórica muden de dirección. Los límites entre lo propio y lo ajeno, entre lo público y lo íntimo, son a menudo lábiles. Quizá por ello Desboilles se sirve, como narrador, de una sutilísima voz en primera persona del plural, un nosotros escéptico y al tiempo severo, que juzga mientras guarda la mano, que tira la piedra y esconde el gesto, y que en su modo de decir, consciente de que Emma forma parte del paisaje pero no es del todo parte de esa identidad que apunta al pronombre que enuncia, advierte, por enésima ocasión, de lo complejo que es articular un discurso integrador, equilibrado y justo. Algo que esta novela de inteligencia preclara ilumina con su raro talento para contar mucho con muy poco.

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La grapa

Maryline Desbiolles 

Traducción de Blanca Gago

Las afueras, 144 páginas, 17,95 euros

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