El 'true crime', a debate

Viaje al abismo de ‘El odio’: lo que cuenta (y lo que no) el libro sobre José Bretón

A la la espera de saber si finalmente llega o no a las librerías, el controvertido libro de Luisgé Martin se presenta como "un retrato oscuro del asesino y una cavilación temerosa acerca de la miseria humana y de los límites de la crueldad"

El libro de Luisgé Martín llega el día 26 a las librerías.

El libro de Luisgé Martín llega el día 26 a las librerías. / REDACCIÓN

David Morán

Barcelona

“He hecho un ejercicio delictivo: he listado a las personas más importantes de mi vida (excluyendo a mi familia) y he valorado luego cuáles de ellas habrían merecido morir”. Con estas palabras arranca ‘El odio’, el controvertido libro que Luisgé Martín (Madrid, 1962) ha dedicado a José Bretón, encarcelado por el asesinato de su dos hijos, y que podría llegar a las librerías este miércoles después de que en juzgado de Barcelona denegase el lunes la suspensión provisional de la publicación. El condicional, en este caso, no es casual, ya que pese a que la fecha de publicación prevista y anunciada era el 26 de marzo, librerías consultadas este martes por EL PERIÓDICO aseguraban no haber recibido ejemplares ni información al respecto.

Tampoco la editorial Anagrama ha confirmado que el libro vaya a estar en las mesas de novedades en la fecha prevista, por más que la semana pasada emitiese un comunicado en el que reivindicaba su derecho a publicar la obra y aseguraba que "la literatura trata desde siempre realidades complejas y dolorosas, también crímenes que han marcado a sociedades enteras". De momento, en la web de la editorial barcelonesa la información sobre el libro ha desaparecido y la opción de preventa está desactivada en todos los portales y librerías digitales.

Un futuro incierto, pues, para un libro del que en los últimos días se ha dicho prácticamente de todo -true crime riguroso para unos, pornorgrafía de la violencia para otros-, y que Ruth Ortiz, la madre de los niños asesinados, intentó paralizar, escandalizada ante la posibilidad de que se le diese voz “a un asesino, a un rey de la manipulación”. El 8 de octubre de 2011, José Bretón asesinó a sus dos hijos, de 6 y 2 años de edad, y calcinó sus cadáveres como venganza contra su mujer, que quería divorciarse de él.

El viernes, en un comunicado, Martín rechazaba esa posibilidad y aseguraba que, lejos de dar voz a Bretón, lo que hace ‘El odio’ era quitársela. “Niega su explicación de los hechos, le enfrenta con sus contradicciones. ‘El odio’, en mi humilde opinión, sirve para mostrar los laberintos de la infamia y de la vileza de un asesino. Nada más. Y nada menos”, aseguraba el escritor. 

En su escrito, Martín también deploraba que un libro que pocas personas han leído aún despierte “el odio público que ha despertado entre los que no lo han leído”. “Es tristemente coherente con el tipo de sociedad hacia la que caminamos, en la que el resentimiento preventivo sustituye al pensamiento crítico”, lamenta. Veamos, pues qué cuenta (y que no) un libro que llevaba desde finales del año pasado anunciándose en los boletines de novedades de Anagrama, pero del que Ruth Ortiz no supo nada hasta que a mediados de marzo empezaron a circular titulares relativos a la supuesta confesión Bretón. 

Una "fascinación siniestra"

No engaña Martín cuando dice que ‘El odio” no es “una crónica del crimen o un relato explicativo de sus motivaciones y actos, sino, sobre todo, un retrato oscuro del asesino y una cavilación temerosa acerca de la miseria humana y de los límites de la crueldad”. Al escritor, a diferencia de esos otros autores que se han blandido estos días para defender la calidad literaria y libertad narrativa del 'true crime', no le interesa tanto reconstruir el caso ni documentar el atroz asesinato, como colarse en la mente del monstruo. “Empecé a escribir ‘El odio’ porque era incapaz de entender que alguien pudiera matar a sus propios hijos”, escribió Martín el viernes.

A eso se dedica precisamente el primer capítulo del libro, titulado 'Autorretrato de José Bretón': fracasos amorosos, "desarreglos afectivos" y un crimen atroz para asegurarse de que "el daño que le hacía Ruth Ortiz fuera duradero y la acompañara siempre". De Bretón se nos cuenta, por ejemplo, que "creció creyendo que conquistar a una mujer era una tarea imposible para él". "Saber que un asesinato se originó no en el envanecimiento o en la soberbia, sino justamente en la debilidad, ¿lo hace menos aborrecible y menos oscuro? No. Sólo lo hace menos misterioso", constata Martín.

En el libro, el escritor también apunta que “los crímenes cometidos contra los hijos” le producen “una fascinación siniestra por lo que tienen de monstruoso, por su perversidad pura, por eso aire de suicidio genético que los acompaña siempre”, razón última que, se supone, le llevó a interesarse no tanto por el caso como por el hombre. Por ese padre de familia que mató y quemó a sus hijo a sus hijos y luego fingió que habían desaparecido. Su interés, le dijo Martín al asesino, no era policial, sino antropológico. Humano. “Casi metafísico”. “Me entusiasma tu propósito”, le respondió Bretón. 

Luisgé Martín le escribió la primera carta a Bretón en julio de 2021. En verano de 2022, un año más tarde y después de un intenso intercambio epistolar (en total, se enviaron más de sesenta cartas), hablaron por primera vez por teléfono. Ocho minutos exactos. “El tiempo que duran las llamadas autorizadas”. Durante todo este tiempo, el escritor no intentó ponerse en contacto con Ruth Ortiz.

De hecho, descartó abiertamente hablar con ella. “Mi propósito era tratar de comprender la mente de alguien que había sido capaz de asesinar a sus propios hijos, y para ello me resultaba distractivo cualquier otro punto de vista, especialmente el de Ruth Ortiz, a la que, en cualquier caso, no me habría atrevido a mortificar con indagaciones”, escribe. Su explicación es que “sin necesidad de hablar con ella ni con ninguna otra persona, a través únicamente de los rastros de testimonios diversos que figuran en el sumario o en informaciones periodísticas, puede reconstruirse en comportamiento venenoso de Bretón en el ámbito familiar durante los últimos años”. 

Sólo una vez, relata Martín, vio en persona a Bretón. Ocurrió en diciembre de 2023, cuando el aún entonces director del Instituto Cervantes de Los Ángeles viajó a España para pasar las vacaciones de Navidad y visitó al asesino en la cárcel de Herrera de la Mancha. El libro, asegura Martín, ya estaba casi acabado, pero faltaba un encuentro que pudiera sellarlo. A petición del propio Bretón, el escritor le llevó a la cárcel unas zapatillas de deporte, dos camisas, un gorro de lana, un abrigo y una sudadera.

No lo compró él, sino que se lo encargó a su madre. “No sintió ninguna vergüenza por comprarle ropa a un asesino”, subraya Martín. La hermana del escritor, por su parte, añadió al paquete unos coloridos calcetines de rayas. “Les daba igual que fuera un monstruo, un asesino feroz que había acabado con la vida de sus propios hijos. Veían únicamente, como yo, al hombre desamparado.Imaginaban su soledad, el frío de la cárcel royéndole los huesos, su desnudez”, leemos.

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