Opinión | Velando el fuego

La sanidad no es un postizo

Avanza la maleza de la salud privada

Sabido es que la posticería consiste en crear prótesis con distintos propósitos: ocultar la falta de cabello, cambiar una imagen, caracterizar a algunos personajes… En el cine, las pelucas aparecen con frecuencia; bastaría con citar, entre otras, cintas como "Grease"; "Pretty Woman"; "Pulp Fiction"; "Star Wars" o "Piratas del Caribe". En todas ellas, los artefactos ficticios –pestañas falsas, pelucas y disfraces de todo tipo– han jugado un papel muy relevante, a veces incluso protagonista.

Y como quiera que la realidad imita a la ficción, o al revés, depende de las diferentes situaciones y también del color de los cristales con los que atisbemos el horizonte, la sanidad, nuestra sanidad pública, esa que debiera pertenecernos a todos y no a un grupo de privilegiados, tal parece que se ha puesto a navegar en ese limbo indefinido donde en ocasiones ficción y realidad, o viceversa, caminan juntos de la mano.

Por acotar el terreno a nuestro territorio asturiano, pero dejando expedito el sendero a toda la geografía del país, la maleza más o menos encubierta de una sanidad privada (el sueño de los de siempre, el objetivo de quienes aspiran a moldear el mundo de acuerdo con el color del dinero) avanza a pasos que ya son más que botas de siete leguas, un tsunami que va arrasando árboles y tradiciones sin el menor reparo.

Y como la realidad es terca por naturaleza, en determinados momentos que, por desgracia, cada día son más frecuentes, nos pone de relieve que la situación de nuestra sanidad cubre sus expectativas con postizos de todo tipo. O, por decirlo de otro modo, que las promesas de nuestros políticos revelan que sus palabras no son más que aumentadores con los que se pretende quedar bien con la ciudadanía, pero sin que ello implique un compromiso verdadero para solventar las deficiencias sanitarias.

A modo de ejemplo, y son más que múltiples los que se podrían citar a la largo del mapa, el miércoles pasado se produjo una concentración delante del consultorio periférico de Lada, auspiciada por la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública, que lleva ya tiempo reclamando una sanidad de calidad, con más inversiones y aumento de personal.

Como sea que quienes acudimos al acto no llevábamos orejeras postizas, pudimos escuchar las palabras de su representante, que, con una claridad diáfana, fue mostrándonos las lagunas (convertidas ya en peligrosos mares) que nos rodean: falta de un facultativo desde hace ya varios días en Lada; de un pediatra en La Felguera desde hace dos meses; la demora en las citas, a paso recalcitrante de tortuga; o el decreto de Fusión de Áreas (se pasará de ocho a tres) que, por lo que respecta a Langreo, significará un cambio importante para nuestro hospital y nuestros sanitarios de referencia, dado que pasarán a depender no del HUCA, como hasta ahora, sino del Hospital de Cabueñes, ya de por sí saturado. Y parece ser que la mudanza se producirá sin ninguna votación al respecto.

Por cierto, en este tema los postizos siguen cotizando al alta. Además de las orejeras al uso, este gobierno parece usar tapones de cera o de silicona diseñados especialmente para silenciar los ruidos, o incluso materiales textiles capaces de absorber las ondas críticas que llegan desde la calle. De aquel "Vuelva usted mañana" de Larra, se ha pasado a una imagen semejante al coronel huérfano de correos de la novela de García Márquez, pues la Plataforma, a pesar de sus reiterados escritos interesándose por la situación sanitaria, no tiene quien le escriba.

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