DE LO NUESTRO | Historias heterodoxas

Manuel Álvarez, un imprescindible de la siderurgia asturiana

Nacido en Santa María de Grado y formado en la Escuela de Aprendices de Trubia desempeñó numerosos cargos de responsabilidad en Fábrica de Mieres, Uninsa y Ensidesa

Manuel Álvarez, un imprescindible de la siderurgia asturiana

Manuel Álvarez, un imprescindible de la siderurgia asturiana

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Roberto Suárez Menéndez es experto en la historia de la Fábrica Nacional de Armas de Trubia; biógrafo de Francisco de Elorza, sobre el que acaba de publicar recientemente el cómic "El general Elorza: innovador de la artillería y siderurgia española", y presidente de la asociación histórico-cultural "El Volcán 1797". Desde hace tiempo nos intercambiamos datos y noticias sobre las relaciones entra esta factoría y la Fábrica de Mieres, porque ambos establecimientos compartieron los mismos avatares en muchos aspectos y no fueron pocos los operarios, técnicos y directivos que trabajaron en los dos talleres.

Ahora sigue la pista de uno de estos hombres, Manuel Álvarez Álvarez, quien se forjó en la Escuela de Aprendices trubieca antes de llegar a ser director de la industria mierense, luego de Uninsa y, por último, director general de Explotación de Ensidesa. Lo que significa que vivió de cerca la parábola de cambios que primero convirtieron a Asturias en un referente mundial para la siderurgia, y después –coincidiendo con el momento de su jubilación–, la dejaron a las puertas de un duro proceso de reconversión.

Roberto Suárez está compaginando la información de las hemerotecas con las entrevistas a familiares de Manuel Álvarez y trabajadores que estuvieron bajo su mando para completar un trabajo sobre la peripecia vital de este técnico. Hoy les traigo un adelanto a esta página dedicada a la Montaña Central, porque estoy convencido de que muchos mierenses todavía recordarán el paso del ingeniero por Mieres.

Manuel Álvarez nació en Santa María de Grado el 2 de enero de 1923 y fue el mayor de seis hermanos –tres varones y tres hembras– hijos del matrimonio formado por el maestro Aurelio Álvarez y Emilia Álvarez, quien como era habitual entre las mujeres de la época se encargó del cuidado de todos. Siendo casi un niño, "Manolo el de Cueva", o simplemente "El Roxu", como lo llamaban sus amigos, fue aprendiz en la Fábrica Nacional de Armas de Trubia, de donde salió siendo el alumno más brillante de la promoción 1940-1943.

Entonces, ya como oficial de tercera, se le pensionó para que siguiese sus estudios en la Escuela Superior de Ingeniería Industrial ICAI de Madrid, donde tuvo que completar la dotación que le asignó la Fábrica de Trubia con los envíos de alimentos que le mandaba su madre desde Asturias y también dando clases particulares gracias a sus conocimientos de inglés, francés y alemán.

Finalmente, gracias a su magnífico expediente no tardó en iniciar su vida profesional y pudo entrar en Fábrica de Mieres, ascendiendo con tanta rapidez que en 1959 fue llamado para dirigir la factoría y en 1964 –el mismo año en que obtuvo su doctorado en Ingeniería– se le nombró director de esta sociedad.

Manuel se casó primero con Josefina Fernández y con ella tuvo tres hijos –María Teresa, Josefa Emilia y Manuel Fernando–, pero su esposa murió muy joven, a los 42 años, y pasado un tiempo volvió a contraer matrimonio, esta vez con la gijonesa Joaquina García López Carvajal, con quien tuvo otro hijo llamado Gonzalo.

En la factoría de Mieres se caracterizó por su cercanía, inspeccionando cada mañana los talleres vestido con ropa de faena y atendiendo a pie de obra las peticiones de los trabajadores antes de acceder a su despacho. En este sentido, queda la anécdota del día en que indicó a un operario que la pieza que estaba preparando no se ajustaba al plano y cuando este le respondió que no era posible hacerla mejor, él mismo se puso a trabajar en ella para mostrarle como debía rematarse.

Sin embargo, por su condición de director de la Fábrica también le tocó vivir momentos muy delicados. Uno de ellos se produjo en el contexto de las ya míticas huelgas generales desarrolladas a principios de la década de los 60, que fueron muy duras para las familias obreras. Fue en el mes de abril del año 1964, cuando fue despedida toda la plantilla del parque móvil de Fábrica de Mieres por secundar un paro en apoyo de los mineros del pozo San Nicolás. A Manuel Álvarez le correspondió encabezar la comisión de directivos que aquel día, protegidos por una nutrida dotación de la Policía Nacional, se encargó de trasmitir a los afectados la drástica decisión, viviendo una escena más que tensa.

El 30 de julio de 1966, se firmó el acuerdo de fusión entre las tres empresas siderúrgicas asturianas privadas del momento: Duro Felguera; la SIA Moreda-Gijón y Fábrica de Mieres, para poner en marcha la Unión de Siderúrgicas Asturianas S . A., Uninsa. Manuel Álvarez fue nombrado director de Producción de la nueva sociedad, incorporando más tarde a esta función la dirección de Nuevas Tecnologías y la Dirección Social.

Pero, la mala situación económica internacional y el exceso de producción de la siderurgia española hicieron que el 22 de diciembre de 1973 el Instituto Nacional de Industria (INI) decidiese la integración de Uninsa en Ensidesa creando así una gran empresa que contaba con 24.000 trabajadores y una capacidad de producción de siete millones de toneladas de acero.

Manuel Álvarez asumió en este momento la dirección de Producción de todas las factorías, encargándose desde octubre de 1976 de la dirección adjunta a la presidencia. Dos años más tarde fue nombrado director adjunto de Operaciones, hasta enero de 1980, cuando pasó a llevar la Dirección de Desarrollo Industrial. A pesar de desempeñar todos estos cargos, siguió tratando directamente con los trabajadores a los que visitaba a menudo en sus puestos, siempre protegido con su característico casco de aluminio.

Al mismo tiempo, los cambios que se produjeron en España tras la muerte del dictador, afectaban a todos los sectores. Tras la victoria del PSOE en las elecciones de octubre de 1982, los organigramas de las grandes siderurgias españolas se renovaron de acuerdo con los sindicatos y José María Lucía fue nombrado presidente de Ensidesa y simultáneamente de Altos Hornos del Mediterráneo.

Una de sus primeras decisiones fue cesar el día 1 de febrero de 1983 a ocho directivos de la factoría avilesina. A todos se les aplicaron fórmulas de jubilación por tener más de 60 años o cumplirlos en 1983. Entre ellos estaba Manuel Álvarez, quien era en aquel momento director general de Explotación Siderúrgica. En la revista "Ensidesa", se señaló la importancia que habían tenido los que se iban con la historia de la empresa y también de Asturias, pero especialmente Manuel Álvarez, que dejaba una profunda huella por su peculiar estilo de mando.

Entre las nuevas incorporaciones llegaron algunos hombres vinculados con la Montaña Central. Los mierenses Tomás Gutiérrez Montes y Jorge Álvarez Muñiz fueron nombrados respectivamente director financiero y de Control de Gestión y director de Desarrollo de Mercados. Otro ingeniero industrial, que había nacido en el Nalón y trabajado desde 1961 en Duro Felguera, Rafael Belderraín Fernández, asumió la jefatura de Servicios y Comunicaciones. Por último, el leonés Humberto Hurtado Sánchez, también ingeniero, que había pasado la mayor parte de su vida laboral en Fábrica de Mieres, se hizo cargo de la dirección de Producción.

En aquel 1983, Ensidesa perdió 27.735 millones de pesetas y Lucía fue sustituido por el langreano Fernando Lozano Cuervo. En una entrevista realizada muchos años más tarde, el cesado recordaría así este periodo: "Siendo yo todavía presidente se cerraron las fábricas de Mieres y Moreda-Gijón sin especiales controversias (el tren de chapa de Mieres dejó de laminar en 1980). Cuando se planteó clausurar la factoría de La Felguera, me vinieron a ver los alcaldes de la zona para que les preparara una entrevista con el presidente del INI. Les contesté que, por mi parte, no se la iba a facilitar. Pueden criticarme tanto como quieran pero no esperen que delegue mi responsabilidad".

Fernando Lozano presidió la compañía estatal asturiana entre abril de 1984 y abril de 1991, logró reconducir su situación económica y financiera y aseguró la supervivencia de esta industria, pero ese es otro capítulo.

Manuel Álvarez disfrutó de su jubilación y a principios de los años 90 volvió a la actualidad por haber rescatado en la playa en San Lorenzo a un bañista a punto de ahogarse entre las olas.

Nuestro ingeniero falleció en Oviedo el 29 de enero de 2001. En su necrológica, la prensa lo calificó como un pilar básico para asegurar el futuro siderúrgico del Principado, recordando que con su muerte se cerraba un capítulo importante en la historia industrial de Asturias y en especial de lo que en su día fueron las siderurgias de Ensidesa y Uninsa, a cuya fusión había contribuido.

El historiador y geógrafo Fernando Suárez se ha lamentado del poco reconocimiento que tiene en su pueblo Manuel Álvarez, a pesar de haber sido un personaje tan importante para el sector primario de esta región y de que siempre ayudó a los vecinos que querían mejorar sus condiciones económicas, llevándolos consigo a las empresas que dirigió. Por su vinculación con Mieres, tampoco está mal que lo recordemos ahora.

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