El "reencuentro" de la asturiana que juró bandera ante la Princesa de Asturias en Montevideo

María Teresa Villarmarzo, grandalesa que emigró a Uruguay a los ocho meses, participó "con un disfrute casi infantil" en el acto del buque Elcano, que revolvió sus recuerdos de emigrante

María Teresa Villarmarzo jura bandera ante la Princesa Leonor, a bordo del buque escuela Juan Sebastián de Elcano.

María Teresa Villarmarzo jura bandera ante la Princesa Leonor, a bordo del buque escuela Juan Sebastián de Elcano.

En el puerto de Montevideo, en una mañana sofocante de 38 grados, con la mar "verde y cristalina y una brisa que, aunque cálida, neutralizaba un poco el agobio del calor", María Teresa Villarmarzo besó la bandera de España que sostenía la Princesa de Asturias y en un instante se le desató dentro una tempestad de recuerdos y emociones, "variados y contradictorios". A bordo del buque escuela Juan Sebastián de Elcano, durante la escala uruguaya del crucero de instrucción de la heredera, la oportunidad de participar en la jura de bandera revolvió la memoria de una emigrante de Villabolle (Grandas de Salime) que dejó Asturias siendo un bebé de ocho meses y a la que el viernes se le desordenaron en unos segundos los miles de fotogramas de una vida marcada por la expatriación.

El acto quedará inscrito en la crónica oficial como el momento en el que la guardiamarina Leonor de Borbón portó la misma bandera en el mismo lugar y en la misma ceremonia que su padre protagonizó hace 38 años, pero en la historia personal de Teresa fue "un reencuentro". Uno emotivo y evocador que ya está para siempre en el "mapa subjetivo" de una asturiana que en 1949 llegó a este puerto en otro barco y en los brazos de Genoveva y Secundino, sus padres.

Este viernes , 76 años más tarde, quiso y consiguió incorporarse a la fila de 45 civiles, españoles residentes en Uruguay, que rindieron honores a la enseña nacional ante Leonor y su uniforme de gala de la Armada. ¿Que por qué? "Desde lo racional respondería que, reconocidos ya mis orígenes por haber viajado a Asturias, y obtenidos los documentos como una ciudadana más, era la rúbrica que faltaba para consolidar mi hispanidad. Pero no es verdad. No fue un trámite burocrático. Fue a su modo un reencuentro, aunque paradójicamente el único rostro que reconocí fue el más inaccesible, el de la Princesa de Asturias".

María Teresa Villarmarzo, en el puerto de Montevideo con el diploma que le entregaron tras la ceremonia.

María Teresa Villarmarzo, en el puerto de Montevideo con el diploma que le entregaron tras la ceremonia. / .

Sintió "un latido y un encogimiento en el pecho cuando se escuchó el himno interpretado por la banda de Infantes de Marina" y lo vivió todo con "un disfrute casi infantil de cada momento". Volvió a verse "muy pequeña en la misa de Covadonga", escuchando las notas "con la misma emoción" y recordó "el petardeo atronador de los cohetes, que me hacía saltar el corazón. Y es que los que salimos de España tan pequeños", explica, "vamos ‘construyendo’ nuestra tierra con retazos: con fotos, música, olores de fabada, del jamón de los ‘gochos del abuelo’ traídos a escondidas, de jabones Heno de Pravia… Y con relatos, muchos relatos escuchados y zurcidos a través del tiempo".

Todo eso iba volviendo a su memoria a medida que avanzaba una ceremonia "austera y sencilla, pero muy emotiva", califica Villarmarzo, a la que en algún momento le sorprendió "la marcialidad del acto. Los jóvenes marinos estrictamente formados eran de esperar, pero no había previsto que los civiles también debíamos formar y alinearnos. Distraída como soy, giré al revés la primera vez que nos indicaron ¡media vuelta!’ y tuve que dar la vuelta entera…"

Sobrina de Pepe el Ferreiro

A María Teresa Villarmarzo Naveiras se la ubica perfectamente en Asturias cuando su biografía dice que es sobrina de José María Naveiras Escanlar, "Pepe el Ferreiro" (1942-2020), el etnógrafo vocacional y eterno defensor de la cultura asturiana que alumbró el Museo Etnográfico de Grandas de Salime. En Montevideo, su familia paterna puso su firma en "La Grandalesa", unos grandes almacenes de alimentación que alcanzaron enorme prestigio en la capital uruguaya.

Este "reencuentro" del viernes con su pasado de emigrante temprana en Uruguay fue también el de una expatriada "criada en un país de fuerte tradición republicana" que no tiene con la monarquía más afinidad que "el respeto que debemos a esta forma constitucional que fue reafirmada por los españoles. No obstante", añade, "tengo simpatía por esta joven mujer que en este complicado mundo llevará algún día la responsabilidad de cumplirla y hacer que se cumpla".

Le queda del buque escuela el recuerdo de una nave "bellísima", con "hermosas maderas y bronces", "escaleras empinadas y puertas muy pequeñas". Pero la visita al puerto y al barco de casco blanco, así es la memoria del expatriado, a ella también la devolvió de pronto a "las decenas de veces que fui con mi familia a recibir a emigrantes. Bajaban de la cubierta de aquellos gigantes blancos con sus relucientes zapatos nuevos, sus pantalones de pana y sus gabardinas" y daban "abrazos entre lágrimas" y traían "sonrisas de esperanza".

También aquí, recuerda ahora, visitó de niña otro buque de casco blanco, como aquellos y como Elcano, el “Ciudad de Toledo” que en 1956 recorrió los puertos de América con una “exposición flotante” de productos españoles. “El capitán había compartido celda en la cárcel de Lugo con mi padre, que lo invitó a comer con nosotros”, recuerda María Teresa. "Aquel barco inmaculado que guardaba tantos tesoros, libros, artesanías y turrones, aceleró mi fantasía y ligó para siempre España, el mar, los encuentros y los buenos momentos. Desde el viernes tengo una vivencia más y muy intensa que sintetiza y refuerza ese costado marinero de mi nacionalidad".

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