Entrevista | María Berdasco Menéndez Científica asturiana afincada en Barcelona, acaba de publicar el libro "Epigenética. Más allá del genoma"
"Todo investigador debe divulgar ciencia, sobre todo cuando proliferan los bulos"
"Alcanzar el 70% de supervivencia en el cáncer en el plazo de cinco años podría ser una realidad, pero exige un mayor impulso a la investigación; y también hay que hacer énfasis en la prevención: evitar su aparición es la mejor forma de luchar contra él"

María Berdasco Menéndez.
María Berdasco Menéndez (Luarca, 1978) es jefa del Grupo de Terapias Epigenéticas del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, de Barcelona. Licenciada en Biología y doctorada en la Universidad de Oviedo, acaba de publicar "Epigenética. Más allá del genoma" (editorial Guadalmazán), su primer libro de divulgación científica, una faceta que no sólo practica con asiduidad en contextos muy variados, sino que considera imprescindible en tiempos de bulos, mentiras y postverdades.
-¿Cuáles eran los intereses de la María Berdasco niña en Luarca?
-Como los de cualquier niño de mi edad. Crecí en un mundo rural y fui muy afortunada por ello. Gocé de las ventajas de los pueblos, la sociabilidad entre los vecinos, el contacto con la naturaleza, la libertad, todo ello condicionó que mi infancia fuese tranquila.
-¿El clima familiar?
-Mis padres me proporcionaron una educación muy ordenada, me inculcaron el valor del esfuerzo y del estudio. Me gustaba mucho leer, aprender idiomas y montar en bicicleta. Sigue gustándome lo mismo 46 años después. En lo anecdótico, de muy pequeña decía que quería ser quiosquera, creo que por el contacto con la gente.
-¿La curiosidad por la naturaleza la sintió por primera vez… ?
-No recuerdo un primer momento como si hablásemos de un flechazo. Más bien fue innato, una relación que existe sin que te des cuenta de ello. Era una niña observadora, con ganas de saber, de preguntar y con muchas ganas de hablar. Era muy parlanchina...
-¿En qué momento decidió que se dedicaría a la biología?
-A final del Bachillerato. La asignatura de Biología del último curso incluía contenidos de bioquímica. Fue mi primer contacto con la materia y me fascinó. Siempre tuve mayor atracción por la biología "de bata", la biología celular y molecular que se realiza dentro de un laboratorio, que por la biología "de bota", más asociada con los ecosistemas. Fue mi primer contacto con el ADN, con la genética, con la síntesis de proteínas, con el metabolismo, y con tantas otras explicaciones moleculares a cómo funcionamos. No tuve dudas de que quería seguir por ahí.
-¿A quiénes considera sus inspiradores más decisivos?
-Nací en el antiguo hospitalillo de Luarca, el pueblo natal del Premio Nobel Severo Ochoa, y estudié en el IES Carmen y Severo Ochoa, donde tuve ocasión de conocer su trabajo y el de su discípula Margarita Salas. No necesitaba buscar inspiración más lejos teniendo al lado las enseñanzas, científicas y de la vida, de estos ilustres científicos.
-¿Qué fue lo más valioso que le dio la Universidad de Oviedo?
-El pensamiento crítico y la capacidad de reflexionar. Estudié en la Facultad de Biología desde 1996 hasta 2001, una carrera universitaria con una base de conocimiento muy amplia. Aunque luego me fui especializando, para mí la formación multidisciplinar fue muy valiosa porque te permite una visión más general del problema a estudiar.
-¿Qué criterios guiaron su desarrollo posterior a la licenciatura y el doctorado en la Universidad de Oviedo?
-Me gustaba la investigación, así que el doctorado era un paso imprescindible tras la licenciatura. No tenía tan clara la temática. ¿Cómo acabé haciendo una tesis doctoral en epigenética? Un poco por una serie de casualidades. Tuve un profesor, Roberto Rodríguez, capté su atención y me propuso hacer prácticas en su laboratorio de Fisiología Vegetal. Me gustó, encajé y decidí continuar con el doctorado de epigenética de plantas.
-¿Cómo llegó a investigar el cáncer?
-A través de la epigenética y de la mano de mi otro director de tesis, Mario Fernández Fraga, que en aquel momento estaba trabajando en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en Madrid. Lo que nosotros estudiamos forma parte de los mecanismos moleculares más básicos que explican por qué las células se multiplican. Tanto plantas como animales emplean estos mecanismos, así que seguí en la misma línea de investigación, pero con diferente aplicación. Por su implicación social y por el mayor conocimiento acumulado en oncología, decidí seguir en epigenética del cáncer.
-¿Puede definir la epigenética?
-Es el interruptor del genoma. Tenemos algo más de 20.000 genes en nuestro genoma que pueden conducir a producir una proteína, pero estos 20.000 genes no se expresan todos a la vez. Es necesario que haya un control de qué genes deben estar encendidos y cuáles apagados. Se dice que es un control orquestado, porque la epigenética es como un director de orquesta que guía a todos los componentes del equipo para tener la melodía final y asegurar que cada músico interprete en su momento. Este control epigenético es muy importante, porque nos permite adaptarnos a los cambios del entorno, por ejemplo, la respuesta a una infección, pero también dictamina procesos más generales, como puede ser la determinación celular, es decir, que una célula de la retina exprese proteínas importantes para la visión mientras que una célula cardiaca tenga proteínas que le permitan latir. No hacerlo sería un completo desastre. Por eso, la epigenética es parte esencial y crucial en el desarrollo de los seres vivos.
-Se habla del reloj epigenético...
-Los relojes epigenéticos miden cambios moleculares, epigenéticos, que se asocian con el envejecimiento de diversos órganos. Todos tenemos una edad cronológica, la que dictamina nuestra fecha de nacimiento; sin embargo, los relojes epigenéticos tratar de reflejar la edad biológica o cuánto de envejecido está un organismo a nivel celular. Este conocimiento es importante para entender las enfermedades humanas.
-¿Por qué decidió escribir un libro divulgativo?
-Porque es importante promover la ciencia al público no especializado. La investigación trata de conocer y mejorar realidades que nos afectan a todos, desde la biomedicina hasta las ingenierías, de modo que todos debemos tener las oportunidades para entenderla. La divulgación del conocimiento científico debería ser una responsabilidad de todo investigador, y más en estos tiempos donde las noticias falsas proliferan en mayor número y con más celeridad que las noticias verificadas por los científicos. Tenemos que encontrar la fórmula para darle la vuelta y formar a la sociedad en materias de ciencia, porque sólo así estará capacitada para la toma de decisiones.
-¿Cómo puede un científico mejorar en capacidad pedagógica con los profanos en su materia?
-Con formación adecuada. El problema está en que a los científicos no se nos enseña a comunicar ni los comunicadores suelen recibir formación científica adecuada. Afortunadamente, en los últimos años nos hemos ido dando cuenta de que la divulgación científica es una herramienta clave para promover el desarrollo de la ciencia y de la sociedad, y han surgido varios títulos propios universitarios en la materia.
-¿Próximos hitos relevantes en el tratamiento del cáncer?
-Es difícil generalizar cuando estamos hablando de más de 200 enfermedades distintas englobadas dentro del mismo nombre, cada una con una causa, una evolución y un tratamiento distinto. Para cada tipo tumoral existirá un hito distinto.
-¿Algún ejemplo?
-El uso de biopsias no invasivas, como la sangre o la orina, podrá mejorar el diagnóstico precoz de ciertos tipos tumorales; el desarrollo de las terapias CAR-T como tratamientos basados en inmunoterapia; o el desarrollo de biomarcadores moleculares que permitan predecir la repuesta de los pacientes a determinados tratamientos. En todos los casos hay un denominador común: hemos aprendido a estratificar a los pacientes y a considerar cada caso de forma individual.
-Se habla mucho de alcanzar un 70 por ciento de supervivencia en el cáncer en 2030. ¿Lo considera viable?
-Actualmente, la tasa de supervivencia del cáncer en España es del 55% para los hombres y del 62% para las mujeres. Alcanzar el 70% de supervivencia en el cáncer en cinco años podría ser una realidad. Sin embargo, para ello es necesario un mayor impulso a la investigación. El conocimiento es el poder. Me gustaría resaltar que siempre hablamos del tratamiento del cáncer y también hay que hacer un énfasis en la prevención: evitar su aparición es la mejor forma de luchar contra el cáncer.
-Claves para conseguir una contribución científica destacada.
-Tener buenas ideas y disponer de los medios materiales y humanos adecuados para llevarlas a cabo. Pero, sobre todo, hay que tener honestidad e integridad científica. La investigación científica es una carrera de fondo a la que hay que dedicarle muchas horas y no todo son éxitos. A veces, nuestras hipótesis no se corroboran con los métodos científicos, toca reflexionar y volver a replantearse la cuestión. Los científicos tenemos que tolerar bien la frustración.
-¿Le satisface la política científica en España?
-Es muy mejorable. En relación con inversión y desarrollo, seguimos muy por debajo de otros países europeos. En España no alcanzamos el 1,5 % del producto interior bruto (PIB), mientras que la media europea está en torno al 2,3%. No sólo debe hablarse del presupuesto, sino de la estabilidad de los recursos. Continuamos teniendo deficiencias importantes para ofrecer contratos laborables estables al personal científico. En muchas ocasiones, las trabas burocráticas para utilizar los recursos económicos nos ahogan. Muchos se sorprenderían del tiempo que destinamos los científicos a investigar frente al tiempo que tenemos que dedicar a buscar recursos económicos para ello.
-¿Cómo se debe compaginar el apoyo a los grupos ya consagrados con el impulso a los científicos emergentes?
-Cada día existen más convocatorias de financiación que reservan recursos a los científicos emergentes, pero el problema radica en la propia definición de emergente. ¿Son los menores de 40 años? ¿Son los grupos de investigación que aún no han tenido financiación propia independientemente de la edad? Hay muchas situaciones distintas. El sistema científico actual se basa en grupos de investigadores dirigidos por un jefe de grupo. Quizás sería más útil crear grupos de colaboración con colíderes, si encontramos la fórmula para estar todos de acuerdo. El aprovechamiento de los recursos sería más óptimo.
-¿Con qué criterios se debe elegir a un investigador joven, predoctoral?
-Cada investigador te dirá los suyos. En mi caso, unido a la formación académica, los valores que destaco en un joven investigador son ganas por saber, la capacidad de escuchar y el compromiso por lo que se hace. Nadie llega a un laboratorio sabiéndolo todo, así que la integración dentro de la dinámica del grupo es esencial.
-¿Cómo se puede dar estabilidad a las carreras científicas sin que ello se traduzca en desmotivación y conformismo?
-En el caso de la carrera investigadora es al revés, la estabilidad conllevaría una mayor motivación. Trabajar en investigación no es rutinario, cada día tienes una nueva tarea, un nuevo reto, una nueva motivación; no hay mucho espacio para el conformismo.
-Si le dieran a elegir un avance científico en un mes, ¿por cuál apostaría?
-A pesar de dedicarme a la investigación oncológica, siento una gran fascinación por las neurociencias. Un avance científico que permitiese conocer mejor cómo funciona el cerebro humano, qué nos hace conscientes o cómo se generan nuestros pensamientos o las emociones resolvería muchos enigmas de lo que somos. Estamos desarrollando la inteligencia artificial y aún nos cuesta entender la nuestra.
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