Grandonismo en el motor de Asturias

Asturianos en Gijón, un recorrido por el municipio

Asturianos en Gijón, un recorrido por el municipio / Julián Rus

Ignacio Peláez

Para seguir marcando el paso de toda una región, como el gran motor de Asturias que siempre ha sido, Gijón vive ahora unos años clave para sentar las bases que permitirán su desarrollo económico y social de las próximas décadas. Juega a favor esa profunda capacidad de transformación y adaptación a los tiempos, más o menos veloz según el momento de su historia ha ido, desde aquellos primeros asentamientos romanos, de la Campa Torres a Cimadevilla, ha ido demostrando. Siempre mirando al mar Cantábrico, que baña su historia e impregna de salitre y ocle a sus ciudadanos, hasta el punto de crear un idioma propio que perdura de generación en generación. Una idiosincrasia tan prestosa como compleja que ahora se exporta como reclamo turístico y que tiene en el humor "playu" su principal rasgo diferenciador. Con esos miembros, ahora, para asegurarse ese porvenir, Gijón vuelve a poner el ojo en el mar, hacia el oeste en este caso, con un proyecto en ciernes que busca dar una vuelta de tuerca más a su transformación económica.

Gijón es una ciudad abierta, variopinta, reivindicativa, y con un tejido asociativo, especialmente el vecinal, perfectamente estructurado y dispuesto a combatir las tropelías. En ocasiones, se muestra reacia a los cambios, y a veces resulta hasta conformista, quizás fruto de ese grandonismo imperante que hace sobrellevar mejor los fracasos. Ahí están como prueba todas las deudas históricas que desde el Gobierno de España se tienen desde hace décadas con esta capital marítima del Principado y que los gijoneses aguantan de forma estoica: la estación intermodal, el vial de Jove o la recuperación de la autopista del mar. A pesar de esas afrentas, Gijón siempre se muestra activa y optimista.

Es abierta porque así lo revela su propia historia. Ahí está su pasado romano, palpable de Veranes al Campo Valdés pasando por parroquias como Cenero, sus tiempos musulmanes con Munuza a la cabeza, su coraje de los tiempos de los astures y su evolución a través de la sucesión posterior de casas regias y otras formas de gobierno. Poco a poco, Gijón fue tomando conciencia de ciudad y poniendo en marcha sus pilares como sociedad urbana y rural. Gijoneses que se entregaron al comercio marítimo, al desarrollo industrial. A la ganadería, la pesca y la huerta. Pionera en las movilizaciones obreras y generadora de cultura. El Gijón de Jovellanos y de Rosario de Acuña que siempre se nutre de su pasado para vivir su presente y encarar su futuro.

Toda esa historia es la que la hace variopinta. Porque Gijón es la ciudad de los caloninos en la "Rampla" de la Pescadería, de los paseos por las vías verdes, de las apuestas en el Hípico, de las jornadas de sol y sidra en la Cuesta del Cholo, de las Princesitas de la Playa y el bombón helado de la Ibense, del "Ahora Quini ahora" en El Molinón, de las atracciones y la novela negra en la Semana Negra, de las colas y el bocadillo de calamares en la Feria de Muestras, de sentarse en las rodillas de Melchor, Gaspar y Baltasar, de echar de comer a los patos y cisnes de Isabel la Católica, de las tortillas y croquetas en los merenderos, del barullu entre foriatos en la Noche de los Fuegos, de la hoguera de San Juan y la bendición de aguas por San Pedro, de la feria de Begoña en El Bibio, de las proyecciones de autor en el Festival de Cine, de la algarabía por las calles con las compañías de Feten, de sus pasos de Semana Santa, de las risas y las críticas al disfraz de Pelayo cada Antroxu, de los cancios de chigre, de sus romerías, de su música y sus pintores, de los oricios y la ventresca, de sus museos y de sus símbolos como el Elogio o la Escalerona.

Y es la ciudad de los retos. Ahí están la transformación de la economía con la ampliación del Parque Científico y Tecnológico y el desarrollo de Naval Gijón de la mano de empresas azules, el polo cultural que tiene en Tabacalera su gran esperanza, saldar la deuda con las infraestructuras y comunicaciones por tierra y mar y canalizar el turismo que en los próximos años colmará este paraíso convertido ahora en refugio del cambio climático. Basta con ser fieles a la historia para lograrlo.

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