¿Cómo será la cara humana en el futuro?

La probabilidad de encontrar dos caras iguales es inferior a una entre un billón, por lo que es asumible que nunca ha habido dos caras iguales

¿Cómo será la cara humana en el futuro? / LNE

En la segunda mitad del siglo XX, la cosmética y la cirugía estética, especialmente la rinoplastia, alcanzaron una gran difusión, complementada actualmente con cirugías transformadoras de párpados, labios y contorno facial. En la historia de la vida en la Tierra, somos la primera especie capaz de alterar la forma de nuestras caras con la intención de aumentar su atractivo. Pero, en términos evolutivos, todas las formas de decoración y embellecimiento facial mediante tatuajes, piercings, cirugía estética, así como la cirugía reconstructiva, tienen consecuencias efímeras, ya que no se transmitirán a la descendencia de quienes las han sufrido.

¡Suscríbete y no te pierdas esta noticia!

Ayúdanos a adaptar más el contenido a ti y aprovecha las ventajas de nuestros suscriptores.

SUSCRÍBETE

Si ya estás registrado pincha aquí.

Por otra parte, nos hallamos en un momento único de la historia en el que nuestra especie tiene la posibilidad de controlar su propia evolución mediante la manipulación de sus genes. Sin embargo, ¿qué podemos esperar de ello en términos evolutivos? Por un lado, están las implicaciones éticas relacionadas con la modificación de la línea germinal que afectará a las futuras generaciones. Por otra parte, no conocemos todos los genes implicados en la formación de la cara y, además, la tecnología disponible no permite abordar una modificación de la genética facial con resultados predecibles.

Se estima que el número de genes que participan en la formación de la cara oscila entre 15.000 y 20.000. Sin embargo, no sabemos cuántos de ellos determinan la diversidad facial. Si, por ejemplo, esta dependiese de tan sólo 8 o 9 genes, con 5 alelos cada uno, se podrían generar entre 2.560 y 38.400 millones de genotipos diferentes, los cuales podrían dar lugar a un número aún mayor de fenotipos por splicing alternativo y modificaciones post-traduccionales.

Los estudios de asociación del genoma completo han hallado un pequeño número de genes que sólo pueden explicar una mínima parte de las variaciones de la forma de la cara.

Axel Visel, de la Universidad de Berkeley, ha puesto de manifiesto que cientos de regiones de ADN denominadas potenciadores (enhancers) pueden modificar la expresión de los genes que controlan rasgos específicos faciales, para hacer el número de variaciones casi infinito. Se ha estimado que desde que el Homo sapiens apareció en la Tierra, ha habido 117.000 millones de humanos, de modo que los que habitamos hoy este planeta representamos el 6,8 por ciento de todos los humanos que han existido. Por otra parte, se estima que la probabilidad de encontrar dos caras iguales es inferior a una entre un billón, por lo que podemos asumir razonablemente que nunca ha habido dos caras iguales.

No obstante, aunque finalmente se obtuviesen los conocimientos suficientes sobre las bases genéticas de la diversidad facial y se desarrollase la tecnología necesaria para usarlos, serían aplicables sólo a una pequeña fracción de la población, seguramente una élite económica que no representa a la especie en su conjunto. Por tanto, es improbable que la manipulación genética pueda contribuir a la evolución futura de la cara humana.

Sin embargo, un fenómeno que sí puede condicionar el futuro evolutivo de la cara humana, al menos a corto y medio plazo, es la globalización. Para comprenderla en toda su magnitud, debemos retrotraernos de nuevo a nuestros orígenes. Mediante el análisis del ADN mitocondrial, es posible reconstruir una secuencia de ADN mitocondrial ancestral. De este modo McCann y otros establecieron en 1987 la hipótesis "out-of-Africa" como la más probable explicación de nuestros orígenes, mediante la identificación del haplotipo L3, plausiblemente el del ancestro común de todos los humanos y que pronto fue bautizado por la prensa con el sensacionalista nombre de "Eva mitocondrial", asumiendo que, como en el relato bíblico, todos los humanos descendíamos de una única mujer.

Sin embargo, esta inferencia, candorosamente emocional, no parece estar justificada. La explicación más probable es que la deriva genética produjo un haplotipo mitocondrial que llegó a ser dominante en los ancestros de nuestra especie y que el haplotipo L3 fue exclusivo en los humanos modernos que abandonaron África. No obstante, esto sería posible solo si la población original de la que descendemos todos los humanos fue de pequeño tamaño. Además, es relevante saber ¿cuándo se inició el viaje y cuantos individuos lo emprendieron? Los análisis genéticos establecen que la salida de África se produjo entre hace 72.000 y 60.000 años, habiendo llegado el Homo sapiens a Europa, procedente de Asia, entre hace 50.000 y 46.000 años. Los análisis genéticos no han permitido estimar el tamaño de toda la población ancestral de Homo sapiens, pero si el tamaño de la población ancestral efectiva (Ne), es decir, el número aproximado de humanos modernos que dieron lugar a descendientes vivos en la población actual. La estimación de Ne en el momento de la migración out-of-Africa es del orden de 10.000 individuos. Si hubo un único éxodo de África, el número de emigrantes sería de 1.000 a 2.000, tal vez sólo algunos cientos, todos ellos con un haplotipo mitocondrial L3 y un pequeño número de haplotipos del cromosoma Y.

Analizada habitualmente en términos económicos, la globalización implica que, además de mercancías, también se producen desplazamientos de personas a lugares distantes de aquellos en los que nacieron, lugares en los que pueden establecer relaciones con otras personas cuyas caras son diferentes, incluso muy diferentes de las que podrían haber sido sus parejas potenciales en el lugar de procedencia. Actualmente, estos emparejamientos interétnicos están ocurriendo en todo el mundo, convertido así en un gigantesco crisol en el que se revierte el proceso de diversificación genética que tuvo lugar hace unos 50.000 años, es decir, unas 2.000 generaciones, cuando los pioneros que abandonaron África se expandieron por el planeta originando todas las razas humanas que han existido.

Podríamos bautizar este proceso globalizador como "dediversificación racial", la cual puede dar lugar a una mezcla de rasgos morfológicos que aproxime la apariencia de las caras futuras a las de las caras humanas ancestrales. Sin embargo, una homogeneización de rasgos faciales tan extrema es altamente improbable, ya que tras el éxodo de África surgieron numerosos nuevos alelos que alteraron la forma de las caras primitivas, dando lugar a rasgos morfológicos previamente inexistentes, como los que, por ejemplo, distinguen a los diversos grupos étnicos asiáticos, que no estaban presentes en los pioneros que dejaron África hace al menos 60.000 años.

Pulsa para ver más contenido para ti

De este modo, si se alcanzase una completa homogeneización global, la cara humana sería más genérica, pero diferente tanto de las caras actuales como de las ancestrales, ya que las caras resultantes de la globalización exhibirían seguramente rasgos asiáticos que no existían originalmente.

Pulsa para ver más contenido para ti