Así funciona (en equipo) la unidad antitabaco de Oviedo: varios meses de lista de espera y dos fases de tratamiento

Jimena Aller
Uno de cada cinco españoles mayor de quince años fuma a diario, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Yolanda Álvarez era una de ellas hasta que un día su vida cambió por completo: "Hace cinco años me dio un ictus, estuve dos semanas en el hospital y desde entonces pensé que tenía que dejar de fumar".
Como Yolanda, son muchos los que, mensualmente, se desplazan al centro de salud de Ventanielles, que alberga la Unidad Antitabaco de Oviedo. Un pequeño refugio donde se gesta un programa que ayuda a fumadores a dejar el tabaco y que, para sorpresa de algunos, resulta efectivo casi en su totalidad. "Uno por si solo tiene que tener una fuerza de voluntad muy grande para dejarlo", apunta Yolanda Álvarez. No es fácil. Por eso, muchos acuden a "sesiones de grupo", en las que comparten testimonios personales que resultan ser un gran apoyo y ayudan a los demás a sentirse "menos solos" durante el proceso.
Pero, ¿cómo se consigue esto? Para explicarlo, aparece en una sala del centro de salud Raquel García, enfermera de profesión, aunque para sus pacientes sea una coach y guía emocional: "Uno de los problemas que tienen las personas fumadoras es que no saben cómo empezar a dejar de fumar ni cómo planificar este intento". En consecuencia, "el tratamiento tiene dos fases: el acompañamiento psicológico y el tratamiento farmacológico".

La enfermera Raquel García y el médico José Manuel Iglesias, responsables de la Unidad Antitabaco de Oviedo, durante una sesión con sus pacientes. / David Cabo
Para apoyar parte de estos procesos cuentan con un chat de WhatsApp en el que "todos los miembros del grupo se animan entre sí". El objetivo final consiste, según García, en "desaprender", o sea, en que "logren hacer las cosas del día a día sin la presencia de un cigarrillo", aunque a veces resulte complicado.
Después del alcohol, el tabaco es la segunda sustancia psicoactiva con mayor prevalencia de consumo entre los jóvenes. Uno de los factores que más preocupa es la edad, cada vez más temprana, a la que empiezan a consumirlo. Según Raquel García, la mejor forma de prevenir futuros problemas de salud ocasionados por el tabaco sería "que los jóvenes no se iniciasen". La experta advierte de la necesidad de tener "mucho cuidado" con las nuevas formas de consumo, como los cigarrillos electrónicos o los vapeadores, ya que la falta de información sobre su peligrosidad "hace que muchos banalicen su consumo", llegando a acarrear en un futuro enfermedades como cáncer de pulmón o cáncer de garganta, entre las más comunes.
La Unidad Antitabaco de Oviedo ha ayudado hasta la fecha a más de 400 personas a dejar de fumar. Hay una lista de espera de varios meses. El tabaquismo perjudica la salud propia y la del entorno. Evitar su consumo es clave, pero quien ya es fumador dispone de salidas. Y el esfuerzo, según los especialistas, merece la pena, porque "nunca es tarde para dejar de fumar".
El mito del "fumar poco": por qué uno solo ya es demasiado
Consumir el primer cigarrillo ya supone la mitad del riesgo cardiovascular de toda la cajetilla
En la consulta no es raro encontrarnos con pacientes que, al ser preguntados si fuman, responden con un "bueno, fumar, lo que se dice fumar..." o con un "si a eso se le puede llamar fumar..." antes de explicar que "como mucho uno o dos al día, y no trago el humo". Y es que muchos pacientes piensan que fumar "sólo un poco" o "de vez en cuando" no es tan perjudicial. Pero la evidencia científica no está del todo de acuerdo.
En 2018 se publicó un estudio en el "British Medical Journal" sobre el riesgo cardiovascular de un consumo bajo de cigarrillos. La conclusión más impactante fue un dato que, para muchos, puede resultar desconcertante: fumar el primer cigarrillo ya supone la mitad del riesgo cardiovascular de toda la cajetilla. Si pensamos que una cajetilla nos hace un daño de 100, el primer cigarrillo ya nos hace un daño de 50 sin todavía haber encendido los otros 19; lo que, si nos paramos a pensarlo fríamente, viene a suponer que "fumar poco" no existe.
Para entender mejor este concepto y grabarlo en la mente de los pacientes de una forma más visual, suelo poner en consulta el siguiente ejemplo. Imaginemos una caja, esta vez no de 20 cigarrillos, sino de 20 cerillas. Si encendiéramos todas las cerillas de un solo golpe y las arrojáramos sobre una biblioteca repleta de libros, el incendio sería devastador. Pero, ¿qué pasa si sólo encendemos una de las cerillas? Quizás el estropicio no fuese tan grande, ¡pero seguro que a nadie se le escapa que armaríamos una buena! Lo mismo ocurre con el tabaco: aunque la exposición sea reducida, el daño es desproporcionadamente grande.
El problema radica en la forma en que el cuerpo reacciona a las sustancias tóxicas del cigarro. Aunque los médicos solemos usar como referencia la cantidad de cigarrillos consumidos para medir los efectos negativos del tabaco en un paciente, la realidad es que el daño no crece de manera lineal. El primer cigarrillo no supone 1/20 del daño total de una cajetilla, sino que ya representa un golpe importante para el organismo. Esto se llama en matemáticas progresión logarítmica y es el mecanismo que describe el funcionamiento de sistemas que son susceptibles de saturarse.
Al empezar a aumentar una variable, su efecto también aumenta rápidamente, pero en cuanto el sistema empieza a saturarse, el incremento en el efecto comienza a disminuir más y más hasta ir acercándose a un límite llamado asíntota.
Un ejemplo de este mecanismo lo vemos en los cambios en el colesterol sérico (el que se mide en una analítica de sangre) en función de los cambios en el colesterol de la dieta. Los primeros miligramos de colesterol de nuestra dieta producen cambios llamativos en el colesterol de la sangre, pero, conforme vamos aumentando la ingesta diaria de alimentos ricos en colesterol, nuestro cuerpo no es capaz de absorber tanto y el incremento en los niveles séricos empieza a ser menor.
Si ha visto por internet la historia de algún influencer que come tres docenas de huevos al día sin cambios llamativos en su colesterol, ya sabe dónde está el truco. Si ya tenía de por sí una ingesta grande de colesterol antes del atracón de huevos, el cambio puede no ser muy significativo. Si echo unas gotas de tinta en un vaso de agua, el cambio de color será muy llamativo a pesar de ser solo una pequeña cantidad de tinta. Pero en un vaso con el agua ya muy azul porque todos los días lo usamos para lavar plumines, aunque vierta el tintero entero, no habrá mucho cambio.
Creo que no hacen falta más explicaciones. Así que, volviendo al tabaco, si está pensando en dejar de fumar, acuérdese de estas líneas antes de encender la próxima cerilla, digo, cigarrillo. Y si todavía no se lo ha planteado... ¿a qué espera?
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