El desenlace más cruel: el Oviedo pierde dos puntos con un gol del portero del Eibar en el último suspiro (1-1)
Un remate del meta local en la última jugada arruina un triunfo que los azules ya tocaban tras un partido gris en Ipurua

En Ipurua siempre toca sufrir. Da igual cómo esté el rival, ni como llegues tú. Tiene el estadio esa mística particular que lleva al rival a la extenuación. Siempre se pasa mal, pero lo del Oviedo esta vez roza la exageración. Porque supo aguantar el equipo de Paunovic las acometidas locales, en un inicio pobre de los de Paunovic y en la reacción armera al final. Se creía ganador con un tanto de killer de Alemão cuando llegó el mazazo. En el 94, en la última jugada del choque, y con un cabezazo del portero lcoal, Magunagoitia, que había subido a la desesperada. Cruel desenlace, ese 1-1 que deja en paso corto lo que parecía una zancada hacia el sueño del ascenso.
Ipurua siempre exige un esfuerzo extra, lleva al rival a un duelo físico, aceleradas las cosas por el habitual ímpetu local. Y salió el Oviedo de Paunovic con la mentalidad adecuada, pero las cosas, por uno u otro motivo, no terminaron de salirle en la primera parte. Es como si el Oviedo se hubiera puesto la armadura, listo para la pelea, concienciado de lo que le esperaba, pero luego le hubiera pesado demasiado. No se veía al equipo ágil ni cómodo. Forzado quizás por la alta presión del Eibar, obligado a jugar más en largo de lo que es habitual. Un Oviedo desnaturalizado, pero también comprometido con el guion que le tocó desarrollar porque, aunque el Eibar siempre tuvo el partido bajo control, tampoco se vio a Aarón muy exigido. Aunque costó con el balón, el Oviedo sí se afanó con orden en defensa.
Hubo novedades en el once de Paunovic, por cierto. Una, anunciada: la de Alemão en punta. Otra, previsible: Paulino por el tocado Chaira. Además, Seoane dejó descansar a Cazorla y, lo que pocos preveían, Lucas se hizo con un puesto en el lateral zurdo. Retoques en el 4-2-3-1 que, como ya se ha dicho, propuso pocas cosas con la pelota en todo el primer acto. Pero achicó agua como nunca.

EN IMÁGENES: El partido entre el Eibar y el Real Oviedo /
Salió el Eibar con una marcha más. Con un tiro inicial de Matheus para probar el pegamento en los guantes de Aarón y con un par de córners cerrado que el Oviedo resolvió con eficiencia. La más clara de todo el primer acto llegó al cuarto de hora. Una jugada tranzada desde la derecha cayó en la frontal, donde Sergio, desde segunda línea, apareció para tocar: el balón se fue muy cerca del poste.
La primera aparición azul -de blanco y naranja en esta ocasión- en el área rival no se dio hasta los 22 minutos, con un balón en largo de Aarón que peleó Lucas y centró, después, Paulino. Hassan solo logró tocar con la coronilla. Poca cosa. Colombatto y Seoane no aparecían, tampoco Paulino cuando se orientó hacia dentro. Sibo, primera referencia en la salida, no ofrecía la agilidad demandada.
Sí que coincidió ese amago de llegada con un periodo de más igualdad, con el Eibar bajando revoluciones, con el Oviedo más asentado. Muy interrumpido el duelo por Cid Camacho, colegiado, con una tendencia exagerada a llevarse la mano al bolsillo y deslizar una tarjeta de él: 6 amonestaciones en un primer tiempo de pierna fuerte, pero noble en la disputa.
El último tramo hasta el descanso compensó las cosas. Mucho balón largo, dos equipos excesivamente temerosos y un par de llegadas entre tarjeta y tarjeta: Hassan chutó a las nubel y Pascual no pudo exagerar un error en la salida de Vidal. Al descanso, la sensación era que se habían malgastado 45 minutos y que el partido necesitaba una chispa que hiciera saltar todo por los aires.
La chispa pudo saltar a los 4 de la reanudación, pero Aarón se encargó de apagarla. Javi Martínez ganó la espalda de la defensa y cedió a Puertas para empujar a la red, solo ya en el área. Pero Aarón lució reflejos felinos para negarle el botín. La reacción del Oviedo fue a balón parado, en un penalti reclamado por Alemão en una pugna que el árbitro y el VAR entendieron demasiado liviano.
La siguiente sí fue más clara. Robo de Calvo, centro de Colombatto y remate forzado de Alemão. Al menos, el Oviedo parecía querer llegar. Lo demostró a los 60, en una transición rápida que acabó en los pies de Alemão: su cañonazo se fue al poste. Definitivamente, el partido se había agitado.
Lo haría de forma definitiva a los 64 minutos. A Paulino le taparon un slalom ya en el área, pero la jugada siguió. Lucas centró con la zurda, la pelota llovió del cielo, Alemão saltó con más fe que nadie y, ya de vuelta al suelo, tocó con la zurda para batir la meta armera en la portería de las alegrías azules, la de los goles del último play-off. Como entonces, la esquina azul explotó de euforia.
Quedaban ventipico minutos y el Oviedo supo que debía saber sufrir. Por todo: la reacción local, el resultado a favor, el guion del partido… Aarón palmeó lo justo un córner cerrado en el inicio de las hostilidades del Eibar. Un error de Paulino propició una contra con centro peligroso que Lucas, en su afán de despejar, estrelló contra su propio palo, despejando la madera la sombra de Manu Molina. Respiró el Oviedo porque, al margen de esa pérdida en la salida, el choque parecía controlado con el balón en pies carbayones.
A balón parado siguió llegando el Eibar. Aarón atrapó sobre la línea una peinada en una falta lateral. De seguido fue Cubero el que no enganchó un centro que planeó por el área carbayona. Lo dicho: estaba escrito que tocaría sufrir.
Y cuando ya se tocaba la victoria, cuando se cantaban los 3 puntos desde la esquina visitante, llegó una acción de las que pasan una de cada mil veces. Como el gol de Manu Molina en propia, siendo justos, pero esta vez en contra. Subió el meta local en la última, una falta frontal, de esas que los equipos prefieren defender. Pero solo Magunagoitia persiguió el premio convencido, tocó lo justo y batió a Aarón. El 1-1, que no es un mal resultado en Ipurua, sí supone un chasco cuando ya tocas el botín con las dos manos. Así es la indescifrable Segunda.
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