Opinión
Que al menos se oiga la indignación
Los principios no son los finales, que suelen estar ya muy contaminados de intereses, pero, mientras sigan ahí de referencia de cómo deberían ser las cosas, el curso de los hechos tendrá un contrapoder moral. El juego del trumpismo para hacerse con Groenlandia es un caso de pillaje a gran escala, envilecido aún más por la alevosía de la indefensión total del agredido. No solo se carga todas las reglas del derecho internacional, sino que se hace con el desparpajo del que alardea de no creer en ellas y sin que en el mundo se oiga el clamor de la condena. No es solo una población la que será desposeída de la helada tierra de sus mayores, ni, más grave todavía, un territorio casi virgen el que sucumbirá a la depredación, sino que los principios y el derecho se harán humo en el aire. Un clamor no suele remediar el atropello, pero al menos deja flotando en ese aire la voz de los principios.
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