Opinión | Miel, limón & vinagre
Albert Soler
Gerard Piqué, un monumento al comisionista
No es extraño que Piqué rompiera a llorar ante el juez, sus lágrimas estaban denunciando la injusticia de no tener todavía esa escultura que con tanto ahínco se ha trabajado

Gerard Piqué. / EPE
Tiene toda la razón Gerard Piqué al reclamar que deberíamos ponerle una estatua, un país que se la ha puesto a Cascorro o a Mazinger Z (en Tarragona pueden ustedes admirarla) no puede dejar pasar más tiempo sin dedicar una al exdefensor internacional. Si en la estación de Atocha nos recibe una escultura dedicada 'Al viajante de comercio', personaje legendario de las carreteras y trenes de España, urge buscar un lugar donde ubicar una escultura de Piqué a tamaño natural con la leyenda 'Al comisionista', tradición más española todavía que la del viajante. No es extraño que Piqué rompiera a llorar ante el juez, sus lágrimas estaban denunciando la injusticia de no tener todavía ese monumento que con tanto ahínco se ha trabajado. Lo extraño, si acaso, fue que su señoría no mandara construirlo al instante, la justicia es así de insensible.
Siendo muchos los méritos futbolísticos de Piqué, siendo todavía más elevados sus éxitos sentimentales (ya se hablaba de ellos antes de culminarlos en boda con una cantante mundialmente famosa), todos ellos palidecen comparados con sus éxitos como comisionista, es decir, con sus éxitos en el ejercicio de una de las profesiones más arraigadas en España. Ya Viriato fue asesinado a cambio de una jugosa comisión, por más que finalmente Roma evitara pagarla bajo burdas excusas. El monumento al comisionista, un olvido imperdonable hasta nuestros días -tal vez por no hallar a un modelo adecuado hasta la aparición de Piqué-, dejaría constancia de que en este país somos capaces de sacar tajada de cualquier cosa, sea una pandemia mundial, sean unas obras públicas, sea la celebración de un torneo de fútbol en Arabia.
El orgullo de representar en forma de escultura a todos los comisionistas que en España han sido (y serán, que nadie tenga dudas), se lo disputarían unos cuantos candidatos, el de más alcurnia el exrey Juan Carlos, que cobraba un porcentaje por cada barril de petróleo árabe que llegaba a España o por las obras del AVE a La Meca, nótese que los grandes comisionistas se relacionan siempre con Arabia Saudí, no en vano allí mana el dinero al mismo ritmo que el petróleo. El entonces rey Juan Carlos consideraba, con buen criterio, que una cosa es el amor a España y la otra ejercer de intermediario, y eso debía cobrarlo, que después a las amantes las paga uno con billetes y no jurando amor a una bandera. Aun reconociendo los méritos del emérito en el tortuoso campo de las comisiones, hay que reconocer que la figura de Piqué luce mucho más sugerente a las nuevas generaciones (ya sea por vía futbolística o por vía musical, en este caso como consorte), y son esas las que están llamadas a continuar con la tradición comisionista.
La estatua, de bronce, mostraría a Piqué, a tamaño natural y vestido de corto, con un balón en una mano y un maletín (del que asomarían billetes) en la otra, a la manera del símbolo de la justicia, aunque ésta sostiene una balanza y una espada. A diferencia de la diosa, la escultura de Piqué dibujaría media sonrisa en la boca y asomaría un ojo por debajo de la venda que intenta taparle los ojos, simbolizando que el comisionista no es ciego, sino que sabe perfectamente a qué puertas llamar.
Sobra decir que alguien ganaría dinero con la erección (con perdón) de la escultura de Piqué, ya fuese con su transporte, con el material de construcción, con el concurso de méritos entre los artistas candidatos o con la venta del terreno donde vaya a ubicarse, mejor si es por todo a la vez, que hablamos del monumento al comisionista. Podrían incluso colocarse a su alrededor potentes focos o farolas, cuyo cometido, más que iluminar de noche la simbólica estatua, sería que alguien más pudiera pillar una comisión gracias a su instalación.
Otro mérito a favor de la estatua de Piqué es ser catalán, puesto que Cataluña es región de honda raigambre comisionista, durante años no se construía ahí ni carretera ni puente sin pagar la correspondiente mordida del 3% a Convergència. Por eso, el de Jordi Pujol es otro de los nombres que se barajaron como imagen para el monumento al comisionista, pero se decidió -con buen criterio- que para hacer esta profesión atractiva, queda bastante más estético Piqué que el expresident. Además, en ese caso debería ser un conjunto escultórico para poder incluir a todos sus retoños, con lo que se encarecería la obra y quedaría menos dinero que birlar.
Si un país merece erigir un monumento al comisionista, es España, y si alguien merece ser la cara visible de ese monumento, la imagen que honre a esa tan española manera de enriquecerse, ese es Piqué. Méritos y apostura le sobran para que, tal como sugirió entre lágrimas, se le erija una estatua.
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