Opinión
Los "Oscar" se enredan en las redes
Propuesta para un "Oscar" con el que podría hacer historia como mejor actriz principal, la española Karla Sofía Gascón asistirá, finalmente, a la gala del domingo en Los Ángeles (madrugada del lunes en España). No iba a hacerlo en principio, lo que resultaría un tanto anómalo en el caso –improbable, aunque nunca se sabe– de que deba recoger la estatuilla.
A Gascón no le regatean sus méritos artísticos, como es obvio por la nominación. Tampoco ha influido el hecho de que sea la primera persona transgénero candidata a esa distinción, por mucho que en USA corran ahora vientos de prejuicios retrógrados tras la irrupción de Trump. A la artista española la han condenado, en realidad, unos antiguos gorjeos –o tuits– emitidos en la pajarera de las redes sociales. En ellos hacía consideraciones no exactamente halagüeñas sobre diversas razas distintas a la suya. Se la acusaba también de islamófoba e incluso de criticar en tono equívoco y algo reaccionario a la propia ceremonia de los "Oscar".
Se apresuró desactivar su cuenta de X, como suele suceder en estos casos; pero ya se sabe que esa es tarea más bien inútil. Lo que sale en internet, se queda en internet.
El caso de Gascón, que es todo un caso, no hace sino confirmar el peligro de las redes sociales. Son como un cable caído que a menudo electrocuta a quienes trinaron alegremente opiniones que, tiempo después, lo ponen a uno o una en evidencia. No será por falta de avisos. En España, sin ir más lejos, Twitter le costó su carrera política a un concejal de Cultura que años antes de obtener el cargo había publicado ciertos chistes sin la menor gracia sobre el Holocausto y las víctimas del terrorismo. Muchos no entendieron que un edil progresista como el mentado emitiese tuits antisemitas. Estas cosas pasan en las mejores familias. Fue notable también el caso de un diputado por Lugo que, en unas elecciones autonómicas, arremetió en Twitter contra los gallegos, reputándolos de ignorantes y esclavos por haber dado mayoría a los conservadores. Horas después, el político se excusó por sus arrebatos tuiteros, que habían sido escritos de madrugada y "en caliente". Puede que fuera también el caso del mentado concejal, y, ahora, de la actriz a la que su pasado digital le pone difícil el "Oscar".
La parte buena de las redes es que sacan a la luz los pensamientos ocultos de quienes las utilizan. Twitter, aun antes de que la comprara Elon Musk, recuerda al ambiente de un bar de madrugada en el que los parroquianos sueltan en confianza lo primero que se les pasa por la cabeza. Sucede que, a diferencia de los bares propiamente dichos, esas ocurrencias del subconsciente quedan escritas ahí para quien tenga la curiosidad o la mala uva de buscarlas.
La última en caer víctima de ese bumerán del pasado, que siempre vuelve, ha sido la primera española candidata al "Oscar" a mejor actriz protagonista. Solo es de esperar que los académicos del cine separen el arte de las opiniones del artista a la hora de emitir su veredicto. No siempre lo han hecho, lamentablemente.
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